(Publicado en el Diario Información el 23 de Noviembre de 2017)
Una mujer acude a recoger a su hijo a la salida del colegio. Le reconforta la sonrisa de su hijo tras las presiones y amenazas que ha recibido recientemente de su expareja. Un juzgado le había impuesto a ésta una orden de alejamiento y estaba previsto próximamente el juicio por estas amenazas. La mujer sólo desea pasar página de esta relación cuanto antes y poder comenzar a disfrutar del futuro en compañía de su hijo. Un timbre de alarma en su móvil interrumpe sus pensamientos, al ver la pantalla descubre con terror que una aplicación le informa que a pesar de la orden de alejamiento su ex pareja se está dirigiendo en esos momentos hacia el colegio. La misma señal ha llegado a la central de policía que rápidamente se pone en marcha. Pero cada minuto cuenta y ese aviso permite a la mujer, refugiarse en el colegio. Mientras tanto llega la policía y detiene a su ex pareja en las cercanías del colegio por la violación de la orden de alejamiento. Esta podría ser una historia que posiblemente generaría mucha menos expectación que otra con peor final, es algo inherente de las gestiones eficaces de las crisis.
Cada vez que una mujer cae asesinada por su pareja o expareja es ampliamente recogida en medios y se repiten los minutos de silencio en las plazas de los pueblos dada la sensibilidad que hay con el tema. Algunos indican que sería necesario un cambio de la ley con endurecimiento de las penas, otros afirman que esto no generaría ninguna mejora dada la costumbre de muchos asesinos de sus parejas o hijos de quitarse la vida inmediatamente después.
Ante la sorprendida visión de mis estudiantes de una asignatura de Ingeniería Informática, les detallé los terribles números que suponen la violencia de género en nuestro país y les planteé la pregunta si desde la tecnología se podía hacer algo para paliar esta lacra. Poco a poco, prácticamente la totalidad de la clase levantó la mano, acababan de aceptar el reto de lo que iba a ser el trabajo de la asignatura. El enfoque iba a ser tecnológico e íbamos a contar con los mejores asesores como fueron responsables de la unidad de familia de la policía nacional y de la entusiasta Vicerrectora de la Universidad María José Rodríguez. La clase se dividió en cuatro grupos, cada uno de ellos cotutelados en la parte técnica por profesionales de empresas instaladas en nuestra provincia como son Gemalto, Solid-Q, Everis y Clave Informática.
El planteamiento fue arriesgado, la solución no debía depender necesariamente de la legislación actual, pero debía ser razonable y viable económicamente. El trabajo podía incidir en cualquiera de los ámbitos de la violencia de género.
No hay nada como tener a unos jóvenes aspirantes a ingenieros motivados por un tema dentro de un entorno competitivo para dejar volar la imaginación, pero aplicada a aplicaciones reales que podían ser implementadas. Los trabajos giraron en torno a la forma de solicitud de ayuda, pero también al uso de Big-Data para detectar incrementos de situaciones de riesgo geográfica o incluso de motivos que podían incrementar la agresividad de algún posible asesino. Los trabajos fueron presentados públicamente ante un jurado entre los que se encontraba el subdelegado del Gobierno José Miguel Saval, muy sensibilizado con un tema que le toca de lleno por sus obligaciones.
Vistos los trabajos desarrollados quedó claro que más allá de las reformas judiciales o los minutos de silencio hay un gran campo de avance contra la violencia de género en la tecnología. Es relativamente fácil tener en tu bolsillo un económico móvil que te puede ayudar a conocer mucha información, que te puede permitir conectarte a fuentes o realizar tests para conocer si estas en riesgo, y por supuesto, si la ley lo autorizara, a conocer la distancia entre una mujer y su posible agresor y muchas cosas más como la de pedir ayuda en situaciones de riesgo.
El trabajo del profesorado, estudiantes y empresas implicados en este proyecto ha sido reconocido con el Premio Meninas 2017 otorgado por la delegación de gobierno en la Comunidad Valenciana, por la sensibilización y propuesta de conocimiento que ha supuesto sobre el tema de la violencia de género.
Hoy en día, hay debates que siguen abiertos, como el de si es razonable obligar a una persona con orden de alejamiento a llevar una pulsera de localización que permitiera avisar del riesgo de cercanía, pero sin duda toca abordarlos.
Yo pienso que es momento de innovar, ya que si siempre haces lo mismo no puedes esperar resultados diferentes. Los minutos de silencio hacen una labor de concienciación interesante, pero pueden hacer pensar a los políticos y legisladores que con eso basta. Yo no estoy de acuerdo y considero que avanzar en aspectos tecnológicos contra la violencia de género puede ser una buena opción.