(Publicado el 17 de noviembre de 2023 en Abc)

Era la última jugada del partido, una falta justo en la mitad del campo de fútbol sala. Un partido de aficionados, pero con cierta tensión. El jugador golpea el balón con una inusitada fuerza consiguiendo que, sorprendiendo a unos y a otros, entre en la portería. La euforia de su equipo se desata hasta que se dan cuenta que el árbitro ha pitado el final del partido justo tras el lanzamiento de la falta y por tanto el gol no vale. Yo jugaba en el equipo agraviado ese día y quizá es la única vez que me encaré hacia el árbitro con cierto enfado. Desde que me tocó pitar un par de partidos siempre había entendido lo difícil de su labor. El árbitro me miraba con cara de asumir su error pero que no se podía hacer nada. En esas llegó un jugador del otro equipo y le dijo “¿árbitro, habías pitado el final?” y ante el gesto afirmativo del árbitro se retiraron contentos hacia el vestuario.

Ahí te das cuenta, de la derrota, posiblemente injusta, pero derrota, al fin y al cabo. También que las protestas no sirven absolutamente para nada. El culpable parece claro, un error arbitral grave. Recordé lo que nos pasó en este partido ya que hace unas cuantas jornadas pasó algo parecido en la liga española de primera. El ansia por pitar el final sin esperar a que acabe la jugada puede provocar alguna que otra situación extraña.

Ante la proclamación de Pedro Sánchez como nuevo presidente de España veo a la derecha española como yo aquel día protestando ante el árbitro por una decisión injusta o al menos incomprensible. Algunos han estado esperando un giro del destino que les privase de esta amarga derrota, algunos pensaron que el PNV iba a volver al respeto a su ideología, otros que Junts era un partido de locos y que iban a anteponer su locura a su beneficio, incluso algunos imploraron al cielo para que, ojo al dato, los diputados de Podemos dieran un susto a Pedro Sánchez.  Algunos se atreven ahora a pensar de forma absurda que el Rey de España debería impedir lo que no impidieron los votos a unos y a otros.

Como era de esperar, nada de esto sucedió y Pedro Sánchez ha obtenido más votos en su investidura que en las ocasiones anteriores. De nada han servido las protestas en plazas o en sedes del PSOE. Es más, es probable que estas últimas todavía le hayan dado más justificaciones al ahora presidente ante la opinión pública, de tener que tragar los sapos ante las peticiones de los “indepes”. 

Con el tiempo, meditas y concluyes que aquel partido no solo se perdió por una decisión arbitral. Durante los cincuenta minutos hubo muchas jugadas, aciertos y fallos de unos y otros. Pero es más fácil echar la culpa al tercero. Yo considero que VOX y el Partido Popular deben en primer lugar hacer un serio análisis de todas sus estrategias desplegadas desde las elecciones de mayo que les condujeron a la derrota en julio. En segundo lugar, deben ser conscientes que están solos prácticamente ante el resto de las fuerzas políticas, que, si han chuleado a los socialistas, al resto de españoles nos desprecian brutalmente.  Y, por último, deben planificar desde ya su estrategia política en los próximos años con el objetivo de conseguir que no sean los independentistas los que marquen el destino de nuestro país conduciéndolo a la ruina. Por supuesto, no deben seguir cayendo en la estrategia absurda de señalar en redes a los diputados socialistas que han dado el sí a Sánchez. De la misma forma podrían señalar a los que votaron a esos diputados, pero hay que asumir que te guste o no, eso es la democracia.

Y recordar que las manifestaciones pueden estar bien, si se desarrollan con normalidad, pero su utilidad es menor que mis protestas al árbitro una vez pitado el final del partido.

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