Primer día en la Universidad

Publicado en el diario La Verdad el 14.09.09

De todos los actos en los que he de participar como Director de mi centro, dos son los más especiales para mí. El rimero de ellos es la recepción a los alumnos de nuevo ingreso que hacemos el primer día del curso y el segundo es el solemne acto de graduación, que en el caso de nuestro centro se celebra, como ya es tradición, el último viernes de noviembre. Los actos se realizan apenas con una distancia de dos meses, aunque el tiempo que pasa desde que el mismo alumno acude al primero hasta que acude como graduado en el segundo pasan algunos años. En sí, la distancia de los dos actos marca parte de nuestra labor como docentes y el gran trabajo que han realizado los chavales desde que inician sus estudios hasta que los completan.En estos actos de recepción se intenta, además de agradecer a los alumnos la elección de nuestro centro, facilitarles estos primeros días con la información que se considera de mayor interés.La ilusión que uno puede ver en las caras de los alumnos esos días refuerza nuestro compromiso para estar a la altura de lo que esperan y también inevitablemente nos hace retrotraernos a los tiempos en los que en vez de explicar que es esto de la Universidad estábamos esperando que alguien nos lo contara.Aunque apenas recuerdo todos mis inicios de curso como alumno en la Universidad, no obstante sí que guardo imborrables recuerdos del primero. Había estado 12 años en el mismo colegio, prácticamente con los mismos amigos y llegaba a una ciudad nueva y obviamente a una institución educativa nueva que como pude comprobar al poco tiempo se diferenciaba enormemente del entorno protegido que me había ofrecido mi colegio durante tanto tiempo.Pasar de iniciar tus clases cuando conoces a tus compañeros, tienes referencia de los profesores a entrar de lleno algo totalmente opuesto puede parecer complicado, aunque para superarlo tienes la gran ventaja de que la mayoría de tus compañeros se encuentran en la misma situación que tú. En cierta forma, superar esta primera dificultad forma parte también del proceso formativo, ya que esta situación de cambio es muy probable que nos la encontremos muchas veces como por ejemplo en nuestro primer trabajo.Ese día de mi debut como universitario acudí al aula y cuando apenas había podido intercambiar algunas palabras con los que se hallaban sentados a mi lado, por cierto con la misma cara de despiste que debía llevar yo, aparecieron dos profesores muy jóvenes que subieron a la tarima. Uno de los profesores se dedicó casi las dos horas de aquella clase a escribir en la pizarra un interminable temario, así como la bibliografía, obviamente en inglés y casi más extensa que los libros disponibles en la biblioteca de Alejandría. Mientras tanto, el otro profesor hacía pequeños comentarios sobre la asignatura. Uno de mis compañeros me susurró «parecen el poli malo y el poli bueno», ya que mientras uno de los profesores sonreía y hablaba afablemente el otro no hacía más que poner cara de mal genio. Una vez superada la primera clase, la segunda fue algo más normal, una profesora muy delgada y amable nos detalló los contenidos de la asignatura, que parecían mucho más asumibles que la anterior y sin agotar el tiempo nos indicó que a partir de la siguiente sesión ya iniciaría el desarrollo de los temas. Entre ambas clases pude tomar un café y comentar las primeras impresiones con parte de los compañeros que me acompañaron durante aquel primer curso y algunos, durante toda la carrera. Ahí ya pude comprobar la diferencia entre aquellos que iniciaban la Universidad aquel día con aquellos que bien por repetir curso o por provenir de otra carrera se veían, dada su experiencia, en la obligación de curar nuestro despiste.Las primeras clases de cada asignatura se fueron sucediendo hasta llegar a las segundas. En la segunda clase de la asignatura que conté en primer lugar pasó algo muy curioso, no aparecieron los dos profesores jóvenes, el poli bueno y el malo, sino otro algo más mayor, y del que guardo un gran recuerdo por sus conocimientos y capacidad docente. En pocas palabras comentó que lo de la sesión anterior no había sido más que una pequeña broma de los alumnos del curso superior y sin dar más explicaciones puso a detallar el temario y la bibliografía auténtica. Recuerdo una compañera a mi lado que tras difícilmente asumir la broma que habíamos sufrido cogió las notas que había tomado en la clase anterior y las rompió con cierto estruendo, yo no pude evitar sonreír hacia mis adentros e incluso pensé en guardar aquellas notas como muestra de la pequeña novatada.Tras ese primer día , las segundas clases sucedieron a las primeras, las terceras a las segundas, se iniciaron las primeras entregas de trabajos, los primeros exámenes, los primeros tropiezos y como no, los primeros éxitos. Y al final como toda etapa, la universitaria tiene su final aunque es difícil olvidar su inicio.Esos inicios los abordamos cada año los profesores desde una perspectiva peculiar, como me comentaba un compañero el año pasado, «cada año los alumnos que vienen son más jóvenes», a lo que yo le contesté que desgraciadamente los alumnos vienen todos los años con la misma edad y somos nosotros los que envejecemos un año.Aún así, considero que lo importante no es ese envejecimiento que sufrimos los profesores, sino el conseguir mantener la ilusión por seguir aprendiendo y seguir enseñando todo aquello que aprendes.

Españoles: De Esteso a Alatriste

Publicado en el Diario La verdad el 07.09.2009

El ciclista francés tras haberse proclamado justo vencedor de la vuelta a España sube sudoroso al pódium donde un par de jóvenes españolas le reciben con una sonrisa en los labios y un gran ramo de flores en las manos. El ciclista francés todavía con sudor en el rostro, mientras se hace el silencio a su alrededor, comienza a pensar en sus padres y en lo orgullosos que estarán de él cuando le vean por televisión mezclando su imagen con la de la bandera tricolor y con el himno francés haciendo añicos el silencio. Con tanta emoción el ciclista no puede darse cuenta de que el ministro español de Deportes no ha podido llegar a tiempo ya que le han robado el coche oficial mientras estaba de vacaciones. Mientras una lágrima empieza a aparecer por sus ojos empieza a sonar una melodía extraña para el ciclista, es el himno de Eslovaquia, y aparece la bandera también tricolor de Italia. El ciclista abandona su posición marcial y empieza a pensar si estará sonando el himno del país de uno de los patrocinadores de su equipo y suspira resignado lamentando que su momento de gloria se va a retrasar unos minutos más. Pero, al finalizar el himno, aparece por fin el ministro de deportes español en taxi y empieza a abrazarlo y lo baja del podio, una cerrada ovación los acompaña mientras se aleja de la zona de autoridades. Cuando pasa por la zona de gestión de audio y sonido de la organización, el ciclista no puede reconocer a Esteso, que se había equivocado de disco mientras miraba por la ventana a una de las jóvenes que estaban en el podio, ni a Pajares que había subido la bandera francesa sin darse cuenta de que se le había derramado un bote de pintura verde sobre una de sus franjas. Tampoco puede observar el parecido del ministro español con Ozores. Así, a pesar de la alegría por la victoria, el ciclista francés no puede evitar pensar: «¡¡¡Españoles!!!».Es curioso que este podría haber sido el argumento de una de las películas de Ozores que se convirtieron en auténticas rompetaquillas hace 25 años. Es más curioso que desde hace esos 25 años hasta los tiempos actuales, mucha gente hubiera visto normal que lo relatado pasara en España y suspira envidiando la eficacia y clase del resto de europeos.Afortunadamente, una de las cosas que muchos españoles ya hemos superado en estos 25 años es ese complejo de inferioridad que teníamos, y yo pienso que aquellos que no lo han superado quizá sea porque no han viajado fuera de España lo suficiente. La evolución que ha tenido nuestro país ha sido espectacular, no sólo en industria y en infraestructuras sino incluso en mentalidad. Aunque es cierto que ahora estemos viviendo un momento muy difícil y nos duela haber cometido errores ante la explosión de la burbuja inmobiliaria, no es menos cierto que Europa también vive en mayor o menor medida momentos complicados. Según dicen los expertos, esta es la peor de las crisis a la que nos enfrentamos en los últimos años, pero también los españoles de ahora, para lo bueno y para lo malo, no son los de antes.No obstante, si tuviese algo malo que destacar sería que parece que la idea de español se está sustituyendo por la pertenencia a cada una de las comunidades que componen lo que antes llamábamos España y ahora llamamos Estado Español. Ahí está, por ejemplo, la insistencia del presidente del Barcelona, un club de fútbol con aficionados en toda España, reivindicando públicamente su nacionalidad Catalana en su gira por Estados Unidos y poniendo mala cara cuando los americanos que le recibían decían Hola España.Si faltaba poco, el nuevo modelo de financiación ha acabado por romper la unidad española. Todas las comunidades se sienten peor tratadas que el resto, especialmente si se comparan con lo recibido por Cataluña. No dispongo de suficientes datos, ni mucho menos conocimientos para determinar si ese reparto ha sido el más adecuado, pero sí que puedo constar que cierta imagen de fractura en nuestro país se está extendiendo. A esto hay que añadir cosas como que los ríos ya no son españoles, sino de una comunidad, y que algunos prefieren que su agua acabe en el mar antes que en sus vecinos, que ya no son parte de su país sino su competencia económica.Cuando he visitado el Reino Unido siempre he tenido nostalgia de nuestro brillante sol, de nuestra gastronomía y de la forma de ser española, pero he envidiado su respeto hacia su bandera y el orgullo que tienen de su país. Yo considero que uno de nuestros defectos es que no conocemos nuestra historia como país, la historia de España tiene muchos más capítulos de los que sentirnos orgullosos que de los que avergonzarnos. A lo mejor, la asignatura de Educación para la ciudadanía tendría sentido si se centrase no tanto en adoctrinar sino en cómo mostrar lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos ser, y ayudase a que recuperemos todos los españoles la ilusión de formar parte de un proyecto común, con las peculiaridades de cada uno, pero al fin de cuentas con un mismo fin.Debemos recuperar esa idea de país y no sólo recordarla cuando juegan nuestras selecciones, ya sean de fútbol o baloncesto . Algo así como recuperar el orgullo español que mostraba el capitán Alatriste cuando junto con escasas tropas y totalmente rodeados por el ejército francés, recibe una oferta de rendición honrosa por parte del duque de Enghien al mando del mismo. Se limita a contestar «agradecemos la generosa oferta del duque, pero nosotros somos un tercio español».Un poco hay que recordar esto y también pensar que lo que contábamos al principio del artículo no pasó en la vuelta a España sino en el tour de Francia y que al ministro que le robaron el coche oficial en sus vacaciones no era español sino alemán, y que, personajes como los de las películas de Esteso y Pajares existen en todos los países.