Compromís devorando a sus hijos

La presentación de Nikita Jrushchov en enemigo a las puertas no puede ser más impactante. En pleno sitio de Stalingrado se reúne con el incompetente general soviético que dirigía, hasta su llegada, a las tropas de Stalin. Tras una reprimenda severa le deja encima de la mesa una pistola con un mensaje claro de que “así se evitaría el papeleo de la sustitución del general”.

Ese papeleo necesario para el relevo de la directora general de A-punt, Empar Marco, es el que parece que ha retrasado un final que, a la vista de los hechos, parece inevitable. Es curioso que el consejero propuesto por Compromís, Rafa Xambó ha tratado de emular a Jrushchov (eso sí, de forma menos sangrienta) y ha propuesto sin éxito, el cese de la señora Marco.  Es curioso que ésta última, tan cercana a Compromís, haya sido puesta en la picota por el miembro del consejo, en teoría más afín. Pero, es que los planes que Compromís tenía respecto a la televisión valenciana se han venido abajo por una gestión bastante infame que ha provocado entre otras muchas cosas una audiencia escasa. Al no llegar a unos porcentajes de audiencia razonables, la información de la cadena y las posibilidades de influir en la población a través de ella son prácticamente irrelevantes. Los sueños que algunos dirigentes de Compromís de tener una TV3 a la valenciana se fueron esfumando en cada oleada de audiencia de medios.

El papeleo ha impedido la sustitución de la directora, pero le deja en una situación muy complicada, con un equipo directivo desmantelado que difícilmente podrá recuperar en la situación de extrema debilidad en la que se encuentra. Quedan seis meses de agonía hasta que acabe su contrato, seis meses que espero que los miembros del Consejo Rector utilicen para preparar con garantías el relevo. Confío que estos miembros asuman su error en la elección de Empar Marco (no cayó de ningún árbol, ni fue puesta a dedo, sino que fue elegida por ellos). Parte de ese error de elección fueron sin duda alguna las bases que exigían como requisitos de obligado cumplimiento el conocimiento (al final disponer de certificados) de valenciano y olvidaban, por ejemplo, la capacidad de gestión de los recursos humanos por parte de los candidatos. Es fundamental que las bases se confeccionen con el objetivo de seleccionar el mejor director posible y no autolimitarse por motivos ideológicos.

Es curioso que ya hay gente que afirma que la situación de A-punt es tan mala que les gustaría poder hacer un “reset” y poder iniciar de nuevo. Pero dado que las máquinas del tiempo no existen, toca confiar en los enormes profesionales que tiene la casa para gestionar este turbulento futuro. Pero mientras tanto sigue siendo llamativo el cainismo en las filas de Compromís, emulando el Saturno devorando a sus hijos de Goya, ya se sabe “cuerpo a tierra que vienen los nuestros”.

La vida de los otros a “la valenciana”

Hubo un tiempo en el que algunos defendían que tras el muro de Berlín había una sociedad mejor que  había tenido que construir ese muro para evitar que la gente acudiera en tropel a vivir las maravillas del modelo comunista. Conforme fueron cayendo los ladrillos de aquel muro y fuimos conociendo las historias que sucedían tras él, pudimos comprobar muchas de las mentiras de aquel paraíso soñado. Supimos que los responsables de aquel gobierno trataron por todos los medios de evitar que el muro se resquebrajara. La Stasi,  policía secreta de la República ¿Democrática? Alemana (RDA), fue uno de los instrumentos que utilizaron. Una de las películas más recordadas sobre el tema ha sido sin duda “la vida de los otros”, donde se narra las aventuras de Gerald Wiessler, uno de los oficiales de la Stasi, que debía espiar a una pareja sospechosa de traición al régimen.

Tras ser pública la última iniciativa del Botánic, a cargo del inefable conseller Marzá, de conocer hasta el último detalle de en qué espacios se utiliza (o no se utiliza más bien) el valenciano en los colegios, no he podido más que recordar una de las impactantes escenas de la película. Ocurre alejada de la trama principal, pero retrataba el miedo a ser libre y poder decir lo que uno quiera hasta en sus momentos de descanso bajo estos regímenes oscuros. La escena tiene lugar en la cafetería de la policía, donde llega un joven que pretende, de forma despreocupada, contar a sus dos amigos un chiste sobre Honecker, presidente de la RDA, sin darse cuenta que a su lado estaban tomando un café dos miembros de la Stasi. La risa se convierte en terror al darse cuenta de sus siniestros vecinos de mesa.

El Botánic ya no tiene tan solo como objetivo el incremento de las líneas de docencia en valenciano, sino que ahora también quiere controlar las lenguas que se utilizan en cada momento, en el patio, en la cantina del colegio, en las reuniones con los padres, en los comunicados del colegio, y así un largo etcétera.  Cuando hay colegios cuya existencia depende del concierto educativo, o equipos directivos nombrados desde la conselleria, empresas de comedor contratadas por concurso,  o incluso profesores sin plaza fija, este control parece ir más allá de un simple conocimiento de la lengua vehicular. De hecho el objetivo final que se dice que tiene el Conseller Marzá, es que en dos años solo se utilice el valenciano desde que se cruza la puerta del colegio.   

Imagino a los estudiantes, profesores o trabajadores de los colegios mirando a izquierda y derecha antes de atreverse a hablar en castellano, o hablándolo bajito mientras gritan en valenciano para que no haya duda sobre ellos.

La obsesión del control lingüístico del Botànic parece no tener fin y una vez pasadas las elecciones donde Marzâ fue escondido, ha regresado si cabe con mayor ímpetu. Y mientras, siguen gritando que el valenciano es una lengua “minoritzada” (dogma que les justifica cualquier medida) a pesar de la normalidad de uso que ya se ha alcanzado.

La educación va mucho más allá de lo que ocurre en el aula. Es curioso que haya tantos temas donde incidir para mejorar los resultados de los modelos docentes a aplicar  y que el Botánic prefiera centrarse en estas películas de terror.  Solo falta que en las próximas oposiciones se puntúe las denuncias a compañeros que hablen en castellano fuera de clase.