¿Sanidad pública o beneficencia socialista?

Decía el actor Ryan Reynolds que, “cuando tienes muchas expectativas, te estás preparando para la desilusión”. Algo así me ha ocurrido con la gestión del Conseller de Sanidad el Doctor Miguel Mínguez. Hombre afable, yo diría que entrañable y encantador, médico de formación y con una experiencia mucho más que contrastada.

Su primera intervención me encantó: “hay que poner en el centro de todo al paciente”. Esto es algo que yo venía defendiendo desde siempre, mientras su predecesora y los portavoces de sanidad de los partidos del tripartito siempre focalizaban su discurso en dos cosas primordialmente. La primera era la cantidad ingente de dinero que decían que invertían en sanidad y la segunda, la defensa sindical de los derechos de los trabajadores sanitarios, exceptuando a los médicos a los que parecen tener especial inquina. Pero parecían olvidar lo que dijo el primer día Mínguez sobre los pacientes, y es que en la Comunidad Valenciana cada día la atención que recibían era sensiblemente peor. Se ha incrementado el tiempo para poder ser atendidos por el sistema sanitario y se ha reducido el tiempo que les podía dedicar el médico de atención primaria dada la agenda sin fin que gestionaban.

Pero como si hubiese sido abducido por una de las vainas de la película “la invasión de los ultra cuerpos”, el conseller Mínguez parece ya no ser el mismo. Quizás cegado por las luces de la política, empezó a presidir inauguraciones de centros de salud u hospitales que solo existían dibujados por algún alto cargo socialista en las servilletas de un bar mientras tomaba café.

Me sorprendió el nuevo Conseller cuando desde mi grupo propusimos estabilizar a los MIR que realizaran su formación en la Comunidad Valenciana y nos contestó que eso rompería la gestión de las bolsas de trabajo, hablando de ellas como si hubiese sido Hipócrates el que hubiese propuesto el modelo. También recuerdo su inicial valiente afirmación en pleno de que los certificados de valenciano no deberían ser un requisito para poder trabajar en la sanidad pública, para ya verlo actualmente, quizás tras ser abducido por la progresía independentista, defendiendo lo contrario.

Pero quizá una de las cosas que más me ha molestado ha sido su cambio de criterio sobre las campañas de detección precoz del cáncer de mama. Su anuncio ha sido el de que se ampliaba la edad de las mujeres dentro del programa hasta los setenta y cuatro años, algo que todos aplaudimos. Pero la letra pequeña del Ximo anuncio era que, a partir de ahora, en la Comunidad Valenciana se abandonaba el sistema de doble visionado de las mamografías. Las mamografías no son el mejor sistema para detectar precozmente el cáncer de mama, pero su coste lo hace viable para poder ser utilizado en toda la población. Esa falta de fiabilidad se complementaba por esa segunda opinión complementaria o cruzada. Obviamente el Conseller propone este modelo para poder vender su campaña de cribados hasta los setenta y cuatro años pero descuida a partir de ahora a todas las mujeres. Es conocida la falta de radiólogos que quieran dedicar su jornada laboral tan solo a revisar mamografías, pero el conseller tampoco ha propuesto alternativas como la de formar a otros médicos que pudiesen realizar esas tareas.

Y el problema es que cada vez más la sanidad se gestiona como una sucesión de promesas incumplidas.

Al final el problema de la falta de médicos es endémico, pero los socialistas valencianos en vez de proponer soluciones se conforman con promesas de reducción de la jornada a treinta y cinco horas a los actuales para que no protesten.

Si a esto le sumamos la gestión de los MIR, en la que cada vez más son tratados como mano de obra barata y donde se ha normalizado su explotación, podemos encontrarnos con una migración masiva hacia la sanidad privada o a la de otros países.  

La última propuesta de la Conselleria socialista es una sanidad pública dónde el médico sea porcentualmente el menos importante, curiosamente todo lo contrario hacia lo que tiende la sanidad privada. Solo hace falta mirar la oferta de trabajo de cada uno de los dos modelos para comprobar que es así.

El futuro de la sanidad pública socialista tenderá hacia el antiguo modelo de Beneficencia, mientras la sanidad privada se dividirá en dos modelos, una básica gestionada por los seguros de salud y una de élite solo accesible por unos pocos. Y lo peor es que gente a la que considerábamos muy capaz, como el Conseller Mínguez, pueden ser cómplices de todo esto.

Oltra, mentiras y cintas de video

En poco más de dos meses y con un presupuesto bastante escaso, el director de cine Steven Soderbergh sorprendió con su opera prima.  Un cartel y un título sugerente, “Sexo, mentiras y cintas de video”, complementaron un guion y puesta en escena fenomenal que hicieron el resto para que esta película consiguiera un éxito notable tanto de crítica como de público.

En la película ninguno de los personajes es lo que parece ser, algo que se puede descubrir si se está atento a los pequeños detalles que pueblan toda la cinta. De una forma u otra, todos los personajes mienten y solo parecen decir la verdad cuando están frente a una cámara de video.

Sería positivo que pudiéramos conseguir conocer la verdad sobre un tema tan espinoso como es el tema de abuso de menores por parte del ex marido de la vicepresidenta del gobierno de la comunidad valenciana y líder de Compromís, la señora Mónica Oltra.

Los partidos que forman el tripartito de izquierdas aluden a conspiraciones judeomasónicas, en las que incluso se atreven a implicar a los jueces, para tratar de liberar de toda sospecha a la vicepresidenta Oltra.  Es curioso que, mientras tratan de aparentar cierto entusiasmo tras las intervenciones de Oltra, aplaudiendo como si no hubiese un mañana, agachan la cabeza cuando fuera de las cámaras de video se habla sobre el tema.

La justicia tiene su camino, muchas veces mucho más lento de lo deseado, pero el político tiene otro. Pero el caso huele muy mal, sobre todo si uno recuerda las actuaciones que la consellera Oltra tomó en un caso similar que sucedió casi a la vez. En aquel caso, la señora Oltra vació un centro de menores, el de Segorbe de las Hermanas Capuchinas, sin darles ninguna «posibilidad de defensa» tal como resolvió el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. También se criminalizó al presunto agresor, luego absuelto de toda culpa. Curiosamente en el caso que afectaba al entonces esposo de la Consellera, la que acabó yendo esposada al juzgado fue la joven que sufrió abusos sexuales.

Pero el círculo parece que se va estrechando sobre la señora Oltra. Recientemente el juez ha imputado a otros cinco cargos de la Conselleria de Oltra por la gestión del caso de los abusos de su expareja, siendo ya nada más y nada menos que trece personas las investigadas en el proceso.

Todo esto se nota y va destruyendo la defensa de la segunda del gobierno del socialista Puig. En la reciente sesión de control de Corts Valencianes, Oltra ya basó su defensa en atacar la gestión del Partido Popular en algún caso similar, pero no pudo soportar el golpe cuando alguien le recordó que en aquel caso no estaba implicado ningún marido de alguna consellera.

Cuando la defensa de una gestión tan deficiente en algo tan crítico, solo se puede sustanciar en el ataque por casos ocurridos hace casi diez años, uno ya puede empezar a pensar que esa defensa se está quebrando. Además de todo esto, se van conociendo más aspectos de lo que parece que ocurrió y aparecen insospechados documentos en forma de comunicados, faxes e investigaciones paralelas, que no se sustanciaron por ejemplo en el caso de las Hermanas Capuchinas.

En general la gestión de la vicepresidenta Oltra ha sido tan nefasta que recomendaría en cualquier gobierno a un cambio, pero todo el asunto del abuso de menores lo hace obligado.

Es curioso que ante una pregunta al president Ximo Puig, sobre la nota a gestión de la señora Mónica Oltra, se conformara con darle un notable. Sería curioso ver la nota que le daría diciendo lo que realmente piensa ante la cámara de video del protagonista de la película de Soderbergh.

El médico, el colapso sanitario y el consultor despistado

“No debes dedicar tu tiempo a esa tarea, el precio de tu hora es mucho más cara que la de los administrativos”. Esas palabras fueron las que me dedicó hace unos años el mánager de mi equipo de trabajo en una consultora en la que yo trabajaba. El tema era la escritura de los informes que realizábamos en un tiempo en el que la informática personal no estaba tan extendida como ahora. Todos los consultores escribían sus informes a mano, para que después el equipo administrativo los pasara al editor de textos “WordPerfect”. Yo pensaba que yo podría adelantar el trabajo escribiendo el informe en el ordenador, para que luego otros hicieron el formateado final. Mi superior no pensaba lo mismo y me enseñó las tarifas de la hora de consultor y las tarifas de la hora de administrativo. Obviamente me hizo reconsiderar muchas de mis pensamientos iniciales acerca de los trabajos en equipo y las especializaciones de cada uno.

Mi trabajo en aquella consultora fue toda una experiencia positiva para asimilar muchos conceptos de trabajo en equipo, plazos, eficacia, eficiencia, medios disponibles, recursos escasos, rentabilidad, la diferencia entre lo importante y lo urgente,  y muchos más.

Todos estos conceptos se hacen fundamentales en la situación de colapso en la que se encuentra la sanidad pública y ante la que parece que nadie encuentra solución. El gobierno del tripartito de izquierdas se contenta diciendo que  han incrementado notablemente la inversión en la sanidad, pero lo único cierto es que los resultados objetivos son terriblemente desastrosos.

Hay un aspecto evidente y que puede justificar ese desastre, y es la capacidad técnica de las cúpulas directivas de la Conselleria de sanidad, así como de los principales responsables de los diferentes estructuras sanitarias. El tripartito ha buscado mayor lealtad y amiguismo por encima de la capacidad, con lo que el resultado obtenido es el esperable. Gestionar de forma eficaz una crisis con recursos escasos es complicado, pero más todavía si las personas que deben hacerlo no están lo suficientemente preparadas para ello. Para empeorar la situación,  a esa incapacidad hay que sumar su sectarismo contra el personal médico, que es precisamente uno de esos recursos más limitados.

Los médicos son el personal central de la sanidad, aunque obviamente esto no indica que el resto no sea importante. Pero no se entiende que, en todas las contrataciones de personal que está realizado la Conselleria destaque por encima de todo el escaso porcentaje de médicos que se incorporan. Todavía es más grave el hecho de que muchas de esas plazas de médicos que se ofertan, ni siquiera se cubran dadas las escasamente atractivas condiciones que tienen.

Es imprescindible hacer una oferta de plazas estables y razonablemente remuneradas que facilite el incremento de médicos disponibles en la sanidad pública. Si no se actúa pronto, muchos de ellos se irán a cubrir las ofertas de otras comunidades o países, o incluso engrosarán las listas de trabajadores de la sanidad privada. Es llamativo que, dada la incapacidad del gobierno de la izquierda progresista, esta sanidad privada está creciendo de forma imparable.

Pero además de todo esto, vuelvo al origen el artículo, dado que el médico es un recurso escaso, es imprescindible optimizar el uso de su tiempo y dedicarlo principalmente a las tareas en las que es especialista, que es la de la atención médica a los pacientes.

Los tiempos cambian, los sistemas cambian, las necesidades cambian y existen posibles mejoras de los procedimientos a seguir.  Por ello no se puede pretender seguir trabajando sin poner en dudas los protocolos que se están utilizando. A lo mejor unas pequeñas modificaciones mejorarían la atención de forma notable, sin incrementar el coste. Pero da la sensación de que la única medida de preocupación por la sanidad es el dinero que inviertes en ella. Lo de eficacia y tripartito de izquierdas se ha convertido en un antónimo. 

Es urgente estudiar los protocolos de trabajo que realizan, eliminando de sus listas de tareas las que podrían ser realizadas por otros colectivos, o que directamente no son necesarias. También se debe optimizar la usabilidad de los sistemas informáticos y no obligando al médico a pelear con ellos robándole parte del tiempo de su atención al paciente.