Publicado en Alicante Plaza el 8/11/2024
Uno de mis grupos musicales favoritos, Comité Cisne, hace algunos años lanzó una canción que hacía referencia a la lluvia intensa que a veces azota nuestra comunidad. Su título es “lluvia de noviembre”. Carlos Goñi, ahora líder del grupo revolver, cantaba entonces “Lluvia de noviembre, como siempre estás aquí otra vez, ven a por mí si puedes, lluvia de noviembre”.
Y es que en la Comunidad Valenciana estamos acostumbrados a esas lluvias intensas y repentinas que en ocasiones dejan tras de sí un reguero de destrucción. Pero hasta el martes pensábamos que estábamos en la Europa del siglo XXI y que podíamos hacer frente a casi cualquier eventualidad de forma rápida. Tras ver la situación de caos y devastación que hemos sufrido, yo ya no lo tengo tan claro.
Lo sucedido me recordó enormemente a la fábula de los tres cerditos, en la que, ante la inminente llegada del lobo, dos de ellos prefieren jugar antes que mejorar la protección de su casa. Como era de esperar en estas fábulas, salvo en versión edulcorada de Disney, solo sobrevive el cerdito que decide construir una casa de cemento a prueba de los soplidos del lobo.
Mucho me temo que a los valencianos nos ha tocado vivir la experiencia de los dos cerditos devorados por el lobo, pero no porque nos dedicáramos a tocar el violín, sino porque confiábamos en las estructuras municipales, autonómicas y nacionales que pagamos religiosamente a través de nuestros impuestos.
El primer clavo en el ataúd lo martilleó el presidente Zapatero al cancelar, por su acuerdo de investidura con los independentistas catalanes, el plan que dejó el entonces presidente José María Aznar. Dicho plan entre otras incluía una serie de acciones para controlar las crecidas del barranco del Poyo. Y es que no se conoce actuación positiva sobre la gestión del agua por parte de los socialistas desde los tiempos de Indalecio Prieto.
Ni Rajoy, ni Sánchez hicieron nada al respecto, a pesar de existir numerosos avisos del riesgo y multitud de proyectos para evitarlo. Una mezcla del “wokismo” y falso ecologismo existentes empeoraron la situación con esa absurda idea de permitir que los ríos recuperen su cauce original.
Llegó el martes maldito y una mezcla de políticos y técnicos empezaron su demostración de ineptitud más completa. Todo ello hasta llegar al famoso mensaje del presidente Mazón, en el que sobre la una del mediodía decía que estaba todo controlado y que a las seis la borrasca se iba hacia Cuenca. Ignoro que hacía el presidente Mazón, en plan Zelensky de Aliexpress, al mando de la situación, mientras el secretario autonómico responsable de las emergencias parece que estaba lejos de allí charlando sobre la seguridad de los eventos taurinos y su superiora, la consellera Salomé Pradas, actuando de figurante en todo el proceso. Es posible que Mazón se diese cuenta entonces de la magnitud del error que había cometido, también que los técnicos que se pensaba que eran eficaces, no lo eran tanto. Y quizá por ello, la claridad de ideas desapareció del centro que debía tomar las acciones de forma rápida.
Ninguna batalla se ha ganado si a pesar de tener a los mejores soldados tus generales son unos ineptos.
Lo que en la fábula de los tres cerditos no ocurría era que alguien pudiese ayudar a los cerditos no previsores y no lo hiciera. Eso ha pasado aquí y dejará para siempre un rastro de vergüenza e ignominia en el gobierno socialista de Pedro Sánchez. Mientras los muertos empezaban a acumularse en las calles de los puebles, ellos llevaban al congreso a aprobar su toma de la televisión española. Parecían encantados con la noticia del desastre en Valencia, no solo ocultaban la aprobación de esa modificación de la ley, sino que veían que los medios de comunicación dejaban de hablar de los escándalos que les acosaban. De paso, también tenían noqueado a uno de los valores del partido mayoritario de la oposición, el presidente valenciano Carlos Mazón.
El juego político empezaba mientras la gente sufría y moría en los pueblos de Valencia. Mientras tanto, el ejército permanecía en sus cuarteles y se desechaba la ayuda de medios especialistas que desde muchos lugares se ofrecía. Lo de la ministra socialista Robles diciendo que las primeras veinticuatro horas de un desastre son críticas, cuando enviaba ayuda por el terremoto de Marruecos, chocan con sus declaraciones acerca del lento despliegue en España. Muchos compatriotas seguramente hubiesen podido salvar la vida con un despliegue más rápido de especialistas con maquinaria pesada.
Para justificar la felonía, un general de la UME decía que necesitaban varios días para desplazarse por la Comunidad. Confío que el resto de los generales no sean como este, ya que, si a Marruecos les da por invadirnos, en dos días se plantan en Covadonga.
Carlos Mazón tiene ahora tres opciones, seguir como si nada hubiese pasado, dimitir o iniciar una profunda remodelación de su gobierno y de muchos entes técnicos, para que sean personas capaces las que tomen las decisiones. En estos tiempos yo echo de menos los gobiernos de los tecnócratas. No hay que olvidar que la lluvia de noviembre volverá otra vez, y que como también dice la canción de Comité de Cisne sobre ella es que “lo siento caminante, pero ella es más fuerte que tú y yo”. Por eso hay que estar preparados para la próxima, y solo lo podremos conseguir si aprendemos de los errores cometidos sin peleas partidistas.
Por cierto, para nostálgicos del comunismo, un amigo me comenta que comenta que las imágenes de las calles de los puebles de Valencia le recuerdan las de Cuba cualquier día del año.