“Este es el día que he estado esperando durante los últimos dos años”, fueron las palabras que pronunció en 2007 Steve Jobs, el director ejecutivo de Apple, cuando presentaba en sociedad el nuevo dispositivo electrónico que iba a revolucionar la comunicación. Como imaginan me estoy refiriendo al IPhone.
En la red existen multitud de videos de la presentación que permiten comprobar la habilidad de Jobs a la hora de presentar sus nuevos productos. Es curioso que en aquella presentación presentaba el IPhone como un tres en uno. Como teléfono, como IPod y como dispositivo de acceso a Internet. En las dos primeras generó un fuerte aplauso entre los asistentes, mucho menor entusiasmo cuando se refirió a la tercera. El IPod era un reproductor de música con cierto éxito en la época, pero que obligaba a los usuarios de Apple a llevarlo junto al teléfono. Aquel día los espectadores del evento pensaron que con un único dispositivo táctil podrían hacer llamadas y escuchar música, pero quizá pocos entendieron que la auténtica revolución estaba precisamente en el acceso a internet que proporcionaba el dispositivo.
Quince años más tarde el iPod como tal, ha desaparecido del mercado y la mayoría de los usuarios utilizan el teléfono para multitud de cosas más que para realizar llamadas. La revolución real consistía en proporcionar un acceso a internet 24×7 a través de un dispositivo que cabía en el bolsillo.
Hoy en día los accesos a internet se realizan en mayor proporción desde los dispositivos móviles que desde los tradicionales ordenadores de sobremesa. Como era inevitable, todo cambio supone unas oportunidades en los modelos de negocio. La comodidad que suponía poder realizar muchas gestiones a través de tu teléfono hizo pensar a muchos directivos que todo el mundo desearía poder hacerlo así. También les hizo contabilizar el ahorro que supondría sustituir a muchos empleados por sistemas informáticos.
Pero lo cierto es, que no todo el mundo dispone de los nuevos teléfonos inteligentes o no son capaces de interactuar con algunas aplicaciones, que no siempre son fáciles de entender. Es algo que se conoce como la brecha digital.
Por todo ello es normal el éxito que ha obtenido la iniciativa de Carlos San Juan, “un señor mayor pero no idiota” como él mismo indica, contra la cada vez más complicada forma de interactuar con los gestores de tu banco. Obviamente la izquierda en este país ha acogido tal iniciativa con especial entusiasmo, como hace con cualquier ataque al sector bancario. No voy a defender al sector bancario, dado que hace mucho tiempo esa atención en oficinas, cada vez más escasas, es difícil de conseguir. También es cierto que algunos bancos y cajas siguen haciéndolo razonablemente bien y a lo mejor es momento de valorarlo a la hora de realizar las aperturas de nuestras cuentas. Al final, el sector bancario parece haber reaccionado ante tal petición unánime, esperemos que sea así y se vea reflejado con una mejor atención, sobre todo a nuestros mayores.
Pero no quiero olvidar que no solo la atención de los bancos se ha reducido, sino que, con la excusa de la pandemia muchas oficinas de la administración pública han reducido sus servicios e incluso eliminado la atención presencial. Por lo que, sería razonable que los gobiernos antes de poner el punto de mira en el sector bancario, lo hicieran en la atención que se da en sus oficinas y en lo que piden a los ciudadanos. Cuando pedir cita por teléfono para un centro de salud es una prueba que no superaría ni el propio Hércules, se obliga a muchas personas mayores a recurrir a amigos o familiares para poder hacerlo a través de una “app” no siempre intuitiva. No quiero ni recordar los problemas que tuvieron muchos de esos mayores, pero no idiotas, en poder descargarse el pasaporte Covid.
Yo he sido profesor en los cursos para mayores que organiza la Universidad de Alicante durante muchos años. He podido comprobar la evolución positiva de como llegan muchos de nuestros mayores a enfrentarse con la tecnología. Pero esa brecha digital sigue existiendo. Y ojo, yo a mi edad ya no se si soy mayor o idiota, pero en muchas ocasiones mue cuesta conseguir comunicarme con la administración pública a través de algunas de sus aplicaciones.