“Es curioso cómo los hombres muchas veces sólo ven lo que han decidido ver y no lo que hay realmente ante ellos”. Me permito utilizar esta frase de una de las novelas del escritor valenciano Santiago Posteguillo para definir mis primeras experiencias en la sesión de constitución de les Corts de la Comunidad Valenciana. Recién elegido diputado, acudía a esta sesión con una mezcla de ilusión, responsabilidad y algo de nervios. Un rato antes, el equipo del grupo Ciudadanos nos había contado los pormenores de lo que iba a ser el acto, constitución de la mesa de edad, juramento o promesa del cargo de diputado y finalmente la votación de los componentes de la mesa de les Corts. Una vez pasados los encuentros y saludos entre los que repetían cargo, el más veterano de los diputados, el socialista Vicent Soler, inició la andadura de este pleno de constitución como presidente de esa mesa de edad. Sus obligaciones como tal eran las de gestionar el proceso de toma de posesión de los diputados y la elección de la mesa, pero para sorpresa de unos y otros sacó un taco de folios, tan numeroso como las páginas de una novela de Ken Follet, y empezó un discurso, que probablemente no tocaba.
Es probable que tenga otros méritos en su haber, pero Vicent Soler ocupaba esa presidencia tan solo por ser el diputado que había nacido antes que el resto. No obstante, decidió dedicar unas palabras a los que allí estábamos. En todo caso, para mí, era una ocasión de hablar de futuro, de las cosas que podríamos y/o deberíamos hacer los próximos años para mejorar la vida de los valencianos. Obviamente el señor Soler no compartió mis anhelos y prefirió hablar de pasado, de blanco y negro, de Franco y de cómo la policía franquista les detuvo a él y otros compañeros como Ernest Lluch. Ni pizca de ilusión, ni proyectos de futuro, a los diez segundos de discurso de Soler, el espíritu del dictador ya se encontraba entre nosotros. Ignoro si el objetivo era encender los ánimos de los suyos o de los nuevos diputados de Vox. Es posible que sean la evidencia de que mucha gente sigue anclada en su juventud a pesar de ser el presidente de la mesa de edad. Ya puestos a hablar de pasado, podía haber recordado como fue asesinado cobardemente por los terroristas de ETA, Ernest Lluch, no lo hizo. Y es que la memoria de algunos es muy selectiva, o quizá no querría molestar a algunos a los que el socialista Sánchez deba pedirles el voto para poder ser presidente del Gobierno español
Afortunadamente, el señor Soler no emuló a James Stewart en caballero sin espada y finalizó su largo discurso. El momento sencillo de jurar o prometer por parte de los diputados se convirtió en una especie de circo donde muchos querían dejar constancia de su presencia desde el primer momento. Mientras unos juraban por “Dios y por España” con un ímpetu como si fueran a iniciar el desembarco en Alhucemas, otros se acordaban del feminismo, de la madre tierra, de los pueblos oprimidos o utilizaban camisetas reivindicativas. Solo faltó que alguien jurara por Snoopy, seguro que más de uno viendo el espectáculo, tuvo que hacer un esfuerzo para no caer en la tentación de hacerlo.
Yo considero que está bien preocuparse de todas estas cosas, pero entiendo que el trabajo como diputado va mucho más allá de los juramentos atípicos. Y es en ese trabajo en lo que espero estar a la altura. Lamento que mi juramento fuese el sencillo y esperado, pero observando estos últimos años a los que utilizan todo este tipo de “performance”, parece evidente que muchos suelen hacerlo por la falta de capacidad de trabajo productivo.