(Publicado en Alicante24horas el 9/02/2011)

Generoso en la victoria y humilde en la derrota, siempre he intentado aplicarme  esa frase. Al final lo que indica es algo tan sencillo como que hay que saber ganar cuando ganas y saber perder cuando pierdes.

ETA no sabe perder y quiere transformar una derrota en victoria basándose en el apoyo de unos políticos de cortas miras que sólo buscan su beneficio y el mal para sus contrincantes, sin importarles nada lo que piensen o necesiten los ciudadanos a los que dicen representar y deberían servir.

Tras años de lucha infructuosa con grandes y pequeños éxitos, la democracia no podía acabar con ETA precisamente porque esta se había hecho fuerte en las instituciones a las que pretendía derrocar. Políticos nacionalistas, y de algún partido nacional en muchas ocasiones, miraron para otro lado  e incluso pactaron con los representantes en las instituciones de la banda terrorista ETA, con una falta de miras políticas de inconmensurables proporciones.

Aún recuerdo que, tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, una amiga de mi madre me comentaba que esto era el fin de ETA, dadas las imágenes de rabia que mostraban de la ciudadanía. No puedo olvidar que le contesté, con unas desgraciadamente proféticas palabras, que a algún partido político le iba a faltar tiempo para pactar de nuevo con los terroristas. Así ocurrió y el pacto de Lizarra volvió a insuflar vida a los asesinos, permitiendo que sus nombres lucieran en las calles de muchos pueblos, que recibieran  homenajes y que los familiares de los asesinados tuvieran que pasear bajo los retratos de los terroristas.

Incluso desde Alicante, tantas veces manchada de sangre o del olor de la pólvora que dejaban estos bárbaros, no podíamos entender qué hacían nuestros conciudadanos del norte de España.

Además, era dramático que desde las instituciones o se hacía la vista gorda o incluso se financiaban actividades que daban soporte a la banda terrorista. Pero un día esto se quebró con el pacto por las libertades y contra el terrorismo. ETA dejaba de poder presentarse a las elecciones, dejaba de estar en las instituciones, dejaba de poder acceder a los censos electorales, dejaba de tener financiación y empezaba a morir.

Los éxitos policiales se sucedían y ETA moría, dando algún coletazo,  pero a fin de cuentas, cada día era más débil. Pero desgraciadamente, los políticos dudan, ya que en el fondo son tan mediocres que todos aspiran a ser los que consigan que ETA deje de matar, en vez de desear ser uno de los que, entre muchos, acabaron con ETA. El fin de ETA debe ser un éxito de la democracia, un éxito de todos los partidos y de todos y cada uno de los ciudadanos.

Un paso imprescindible para la derrota definitiva de ETA es que no pueda presentarse en las próximas elecciones.  Da cada vez más la sensación que el PSOE pretende todo lo contrario, con tal de conseguir el “éxito” de firmar un empate con ETA.

Considero que se equivocan, la guerra democracia-terrorismo necesita que haya un vencedor y un perdedor, es necesario que la democracia acabe con el terrorismo y que este humildemente acepte su derrota. Luego, los ciudadanos, el gobierno, en fin la democracia española podrá ser magnánima, pero para ello primero que  tiene que derrotar irremisiblemente al terrorismo que asola nuestro país.

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