Publicado en ABC el 15 de setiembre de 2025
“El campo de batalla es una escena de caos constante. El ganador será el que lo controle, tanto el propio como el de los enemigos”. La frase no es de Pedro Sánchez, aunque bien podría haberla pronunciado: pertenece a Napoleón Bonaparte. Y aunque no hablamos de Austerlitz ni de Waterloo, lo cierto es que en pocos meses se abre una larga serie de elecciones autonómicas que pueden decidir el rumbo de España. Cada cita en las urnas puede ser un refuerzo para las generales… o un lastre.
Los castellano-leoneses serán los primeros en votar. Antes de los incendios que arrasaron la comunidad, todo apuntaba a que Juanma Moreno, presidente andaluz, adelantaría también sus elecciones. Sin embargo, como aconsejaba Sun Tzu, “ganará quien sepa cuándo luchar y cuándo no hacerlo”. Moreno ha preferido no unir su destino a un compañero de partido cuestionado por su gestión durante la crisis.
Pero más allá de Castilla y León o Andalucía, la madre de todas las batallas, por la importancia e incertidumbre del resultado, parece que se va a librar en la Comunidad Valenciana. Aquí, todos los partidos preparan ya unas elecciones que, salvo sorpresa mayúscula, llegarán en menos de dos años.
De forma inesperada, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, ha anunciado que en dos meses remodelará su equipo de gobierno. Lo inusual no es el cambio, sino la antelación con la que lo ha anticipado. La clave será comprobar si se trata de simples ajustes cosméticos, para desviar la atención de protestas como las del aniversario de la Dana, o de una reestructuración de fondo con fichajes potentes. En ese caso, alguno de esos nuevos nombres podría perfilarse incluso como candidato en las próximas autonómicas, en caso de que Mazón decidiera apartarse, o si las encuestas lo recomendasen.
Y es que en una comunidad tan igualada entre bloques y dada la situación actual, lo que puede decidir la victoria no será solo la estrategia, sino el perfil del candidato.
En este terreno, el PP tiene una ventaja: la candidata socialista, Diana Morant, se ha alineado de forma casi sistemática con el Gobierno de Sánchez, incluso cuando sus decisiones perjudicaban a los valencianos. Su respaldo al ministro Albares en el ninguneo al valenciano, su silencio sobre la financiación autonómica o su amenaza de acabar con el “dumping fiscal” de Mazón (es decir, si gobierna nos subirá los impuestos) no la dejan en buena posición.
No es casual que ya circule una ironía en clave amarga: “En este mundo nada es seguro, salvo la muerte, los impuestos… y que Diana Morant traicionará a los valencianos”. Morant tiene un año para cambiar esa percepción antes de que sea demasiado tarde.
Los otros dos actores principales parecen jugar a la espera. En Compromís todavía suspiran por Mónica Oltra: ninguno de sus sucesores ha logrado ilusionar al electorado. La división en dos grupos en el Congreso añade confusión y refuerza la idea de que el partido carece de un rumbo político claro. Quizá nunca lo tuvo.
En cuanto a Vox, parece confiar en que Santiago Abascal gane la batalla por ellos, sin necesidad de ofrecer un proyecto específicamente valenciano. Las encuestas apuntan que, de momento, esa estrategia funciona: el desencanto con sus rivales les reporta votos casi por inercia. Aun así, si lograsen encontrar un candidato con fuerza propia en la Comunidad, podrían dar una sorpresa considerable.
A pesar del control que quiso tener sobre el campo de batalla, Napoleón perdió en Waterloo en parte porque la lluvia inutilizó la eficacia de su artillería. El terreno embarrado puede cambiarlo todo, y eso mismo seguro que lo veremos en la Comunidad Valenciana. El PSOE ya ha demostrado su capacidad de movilizar protestas intensas, como las que enturbiaron la Vuelta Ciclista a España. La pregunta es quién será capaz de aprovechar —o de resistir— ese terreno hostil.
Hace no mucho tiempo, muchos españoles nos escandalizábamos cuando el entonces presidente de la Generalitat Catalana decía a los manifestantes independentistas aquello de “apreteu, feu bé d’apretar (presionad, hacéis bien en presionar)”. Yo no salgo de mi asombro cuando escucho las declaraciones de importantes miembros del gobierno socialista animando y alabando a los manifestantes que impidieron el desarrollo normal de la vuelta ciclista a España, poniendo en riesgo la vida de corredores y policías. En cualquier país, el ministro Marlaska hubiese presentado su dimisión por su incapacidad de garantizar el desarrollo normal de la vuelta. Pero si no lo hizo cuando el fugado Puigdemont se paseó por España a plena luz del día con total impunidad, ¿por qué tenía que hacerlo ahora?
Y es que parece que las piezas han empezado a moverse y las estrategias a visualizarse. Lo que está claro es que, como decía el propio Napoleón, en el caos vence quien mejor lo controla. Y el campo de batalla valenciano promete ser, sin duda, el más caótico de todos.