Publicado en el Diario La verdad el 07.09.2009
El ciclista francés tras haberse proclamado justo vencedor de la vuelta a España sube sudoroso al pódium donde un par de jóvenes españolas le reciben con una sonrisa en los labios y un gran ramo de flores en las manos. El ciclista francés todavía con sudor en el rostro, mientras se hace el silencio a su alrededor, comienza a pensar en sus padres y en lo orgullosos que estarán de él cuando le vean por televisión mezclando su imagen con la de la bandera tricolor y con el himno francés haciendo añicos el silencio. Con tanta emoción el ciclista no puede darse cuenta de que el ministro español de Deportes no ha podido llegar a tiempo ya que le han robado el coche oficial mientras estaba de vacaciones. Mientras una lágrima empieza a aparecer por sus ojos empieza a sonar una melodía extraña para el ciclista, es el himno de Eslovaquia, y aparece la bandera también tricolor de Italia. El ciclista abandona su posición marcial y empieza a pensar si estará sonando el himno del país de uno de los patrocinadores de su equipo y suspira resignado lamentando que su momento de gloria se va a retrasar unos minutos más. Pero, al finalizar el himno, aparece por fin el ministro de deportes español en taxi y empieza a abrazarlo y lo baja del podio, una cerrada ovación los acompaña mientras se aleja de la zona de autoridades. Cuando pasa por la zona de gestión de audio y sonido de la organización, el ciclista no puede reconocer a Esteso, que se había equivocado de disco mientras miraba por la ventana a una de las jóvenes que estaban en el podio, ni a Pajares que había subido la bandera francesa sin darse cuenta de que se le había derramado un bote de pintura verde sobre una de sus franjas. Tampoco puede observar el parecido del ministro español con Ozores. Así, a pesar de la alegría por la victoria, el ciclista francés no puede evitar pensar: «¡¡¡Españoles!!!».Es curioso que este podría haber sido el argumento de una de las películas de Ozores que se convirtieron en auténticas rompetaquillas hace 25 años. Es más curioso que desde hace esos 25 años hasta los tiempos actuales, mucha gente hubiera visto normal que lo relatado pasara en España y suspira envidiando la eficacia y clase del resto de europeos.Afortunadamente, una de las cosas que muchos españoles ya hemos superado en estos 25 años es ese complejo de inferioridad que teníamos, y yo pienso que aquellos que no lo han superado quizá sea porque no han viajado fuera de España lo suficiente. La evolución que ha tenido nuestro país ha sido espectacular, no sólo en industria y en infraestructuras sino incluso en mentalidad. Aunque es cierto que ahora estemos viviendo un momento muy difícil y nos duela haber cometido errores ante la explosión de la burbuja inmobiliaria, no es menos cierto que Europa también vive en mayor o menor medida momentos complicados. Según dicen los expertos, esta es la peor de las crisis a la que nos enfrentamos en los últimos años, pero también los españoles de ahora, para lo bueno y para lo malo, no son los de antes.No obstante, si tuviese algo malo que destacar sería que parece que la idea de español se está sustituyendo por la pertenencia a cada una de las comunidades que componen lo que antes llamábamos España y ahora llamamos Estado Español. Ahí está, por ejemplo, la insistencia del presidente del Barcelona, un club de fútbol con aficionados en toda España, reivindicando públicamente su nacionalidad Catalana en su gira por Estados Unidos y poniendo mala cara cuando los americanos que le recibían decían Hola España.Si faltaba poco, el nuevo modelo de financiación ha acabado por romper la unidad española. Todas las comunidades se sienten peor tratadas que el resto, especialmente si se comparan con lo recibido por Cataluña. No dispongo de suficientes datos, ni mucho menos conocimientos para determinar si ese reparto ha sido el más adecuado, pero sí que puedo constar que cierta imagen de fractura en nuestro país se está extendiendo. A esto hay que añadir cosas como que los ríos ya no son españoles, sino de una comunidad, y que algunos prefieren que su agua acabe en el mar antes que en sus vecinos, que ya no son parte de su país sino su competencia económica.Cuando he visitado el Reino Unido siempre he tenido nostalgia de nuestro brillante sol, de nuestra gastronomía y de la forma de ser española, pero he envidiado su respeto hacia su bandera y el orgullo que tienen de su país. Yo considero que uno de nuestros defectos es que no conocemos nuestra historia como país, la historia de España tiene muchos más capítulos de los que sentirnos orgullosos que de los que avergonzarnos. A lo mejor, la asignatura de Educación para la ciudadanía tendría sentido si se centrase no tanto en adoctrinar sino en cómo mostrar lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos ser, y ayudase a que recuperemos todos los españoles la ilusión de formar parte de un proyecto común, con las peculiaridades de cada uno, pero al fin de cuentas con un mismo fin.Debemos recuperar esa idea de país y no sólo recordarla cuando juegan nuestras selecciones, ya sean de fútbol o baloncesto . Algo así como recuperar el orgullo español que mostraba el capitán Alatriste cuando junto con escasas tropas y totalmente rodeados por el ejército francés, recibe una oferta de rendición honrosa por parte del duque de Enghien al mando del mismo. Se limita a contestar «agradecemos la generosa oferta del duque, pero nosotros somos un tercio español».Un poco hay que recordar esto y también pensar que lo que contábamos al principio del artículo no pasó en la vuelta a España sino en el tour de Francia y que al ministro que le robaron el coche oficial en sus vacaciones no era español sino alemán, y que, personajes como los de las películas de Esteso y Pajares existen en todos los países.