Publicado en Diario Información el 30.09.2010
El año pasado recibí una invitación que me lleno dejó totalmente ilusionado y emocionado, y que me obligó a releer en varias ocasiones el correo electrónico que me habían enviado desde el que fue mi colegio desde primero de EGB hasta el COU. Me proponían ser el conferenciante de «reconocido prestigio» que realizara el discurso en el acto de final de curso para los alumnos que finalizaban ese año sus estudios en el colegio y que en la mayoría de los casos iban a continuar estudios en la Universidad al año siguiente.
Poco antes de ese día realicé una visita por el que fue mi colegio aprovechando unas sesiones de presentación de los nuevos grados de la Universidad de Alicante. Llegué muy pronto y me permití pasear por varias de las zonas que en mi etapa infantil y juvenil había recorrido en innumerables ocasiones. Muchas de las cosas habían cambiado, pero otras tantas seguían igual que en mis recuerdos, o a veces peor porque es cierto que muchas cosas de tu infancia las recuerdas más bonitas y luminosas. Entre otras, la biblioteca donde me inicié en la lectura se había cambiado de sitio a una más grande y la antigua biblioteca se había convertido en algo así como una sala para profesores, pero a pesar de todo yo seguía viendo las estanterías con unas cristaleras donde buscaba alguna novedad de interés. Las orlas de todos los cursos aparecían colgadas por diferentes pasillos, aunque yo dispongo de mi copia, me ilusionó verla allí colgada. Siempre recuerdo que la mayoría de los chicos de la misma no nos habíamos preparado para la sesión de fotos, que se realizó justo después del recreo y del inevitable partido de fútbol. Por otro lado la mayoría de las chicas habían sido más previsoras quedado inmortalizadas de mejor manera que nosotros.
El campo de fútbol donde jugábamos 3 ó 4 partidos a la vez los diferentes cursos que teníamos el recreo a la misma hora seguía en el mismo sitio, las porterías parecían nuevas aunque quizá eran las mismas que yo utilicé con una capa de pintura.
Soy una persona que estoy acostumbrada a hablar en público, ya no sólo como profesor en mis clases, sino en conferencias dentro de mi plano investigador, así como en alguna intervención como director de la Escuela Politécnica. Sin embargo, aquel día estaba especialmente nervioso, había preparado mi discurso la tarde anterior, pero no podía calmarme, quizá debido a que en el fondo me veía como esos chavales a los que pretendía comentar mis experiencias una vez abandonado el colegio.
Pude hablar con algunos de mis antiguos profesores, e incluso con alguna antigua compañera que asistía al acto ya que era uno de sus hijos el que finalizaba estudios. En mi discurso recordé la labor docente de muchos de los profesores que sin duda alguna marcaron mucho de mí, algunos jubilados, otros fallecidos pero todos ellos recordados.
Cada vez que paso cerca de mi colegio con mis hijos, lo señalo y les digo, con cierto orgullo, que allí fue donde estudié. Ellos ya no me prestan demasiada atención ya que se lo he repetido en innumerables ocasiones.
Creo que es bueno que las cosas cambien y mejoren, pero a veces también tiene su parte de importancia las cosas que permanecen, que te sirven como referencia, que te permitan recordar de alguna forma de dónde vienes. Por eso me parece escalofriante el abuso de barracones que se está haciendo en la educación de nuestros jóvenes.
Como bien apuntan algunos de los «barraconistas», los barracones no son lo que eran. Estos nuevos barracones tienen las mismas ventajas que las aulas normales con sus ventanas y aire acondicionado, de hecho más que barracones se podrían denominar aulas prefabricadas, aulas temporales o nombres parecidos.
Es probable que en el fondo tengan razón y que no sea tanta la incomodidad. Yo no comparto esa idea, nunca será lo mismo recibir una clase en un aula tradicional mejor o peor equipada que en una de estas prefabricadas. Además un colegio es mucho más que sus aulas, son los pasillos y patios que atraviesas para llegar a ellas, esos libros almacenados en la biblioteca, esas orlas que permiten visualizar el paso del tiempo para los españoles, padres e hijos que aparecen las orlas de distinto año. En cierta forma es el espíritu del colegio, algo que te une a amigos que hiciste en esa época, a profesores que te enseñaron mucho, y parte de ese espíritu es ese edificio que conforma el colegio.
Cuando oigo hablar de que los barracones van a ser erradicados en breve no puedo dejar de pensar que no es verdad, que siguen estudiando muchas generaciones de chavales en un lugar temporal que carece del espíritu del colegio, que estudian en un lugar que desaparecerá el día que las grúas se los lleven.
Cuando hablamos de proyectos como estudiar chino en los colegios o integrar no sé qué nueva tecnología con no sé cuánta inversión siempre pienso que lo primero que se debe hacer es erradicar estas aulas como se llame, y que ayuntamientos, Conselleria y en algún caso ministerios varios más que ponerse trabas o echar culpas unos a otros, se pongan de acuerdo para que todos los niños españoles puedan señalar de aquí unos años lo que fue su colegio.