(Publicado en Alicante24horas el 29/03/2011)
Desde el pasado lunes, en los jardines de la Diputación de Alicante, hay una escultura de acero de casi cuatro metros. Por su tamaño es posible que dicha escultura no pase desapercibida para los cientos de alicantinos que paseamos por allí, pero tampoco se puede olvidar o desconocer su significado. El monumento, donado por el artista vasco Agustín Ibarrola a la ciudad de Alicante, es un homenaje a las víctimas del terrorismo, a todas aquellas personas que de una forma u otra han padecido la lacra y sinrazón del terrorismo que ha asolado nuestro país durante todos estos años.
Hoy en día, cuando uno lee o escucha las peticiones de políticos y personalidades, supuestamente democráticas, reclamando la legalización de Sortu (la nueva marca política que sustituye a Batasuna), o se entera de las medidas que parece ser que iba a aplicar nuestro actual gobierno para conseguir una tregua con ETA, incluyendo liberación de terroristas con delitos de sangre, no puede dejar de enojarse.
En contraposición a esta cuadrilla, si uno observa la biografía de Ibarrola, puede comprobar como destaca su compromiso con la sociedad y por la libertad. Fue una persona comprometida con la democracia en tiempos de la dictadura, y ahora está comprometido con la democracia en tiempos de democracia en España, pero no tanto en su País Vasco. No sé qué le haría sufrir más si sus repetidas encarcelaciones por la policía franquista o las amenazas y ataques que sufrió a manos de alguno de sus paisanos, simplemente por defender lo que siempre había defendido que no es más que el derecho a la libertad.
Antes de su intervención en el acto, la vicepresidenta de la asociación de víctimas del terrorismo lo había elogiado como el único artista vasco que les había apoyado; Ibarrola, humildemente, respondió que como él había muchos y citó entre otros a Fernando Savater, que últimamente también está sufriendo ataques verbales por parte de los nacionalistas. Me gustó mucho su frase “tener memoria es derrotar al terrorismo”.
Me recordó a lo que dijo el hermano del último alicantino superviviente de un campo de concentración nazi concentración de Mauthausen-Gusen, en el salón de plenos del Ayuntamiento, cuando recogió el reconocimiento de la ciudad a su hermano. Dijo que su hermano le aseguraba que no guardaba odio contra los nazis y lo que habían hecho, pero sí que le había entristecido lo peor que sacan los hombres en momentos difíciles.
Cuando hablamos del terrorismo etarra no sé si es momento para hablar de perdón, ya que el tiempo parece que todo lo cura, pero lo que no debemos hacer es olvidar estas cosas, ni a los asesinos ni a los grandes y pequeños héroes como Ibarrola que de una forma u otra les hicieron frente.
Al acabar el acto me acerqué a Joaquín Ibarrola y me presenté como candidato a la alcaldía de Alicante por Unión Progreso y Democracia, ya que Joaquín es un gran colaborador con las tareas del partido. Me preguntó si éramos muchos en Alicante, yo lo contesté que sí, que éramos bastantes, pero que nos hacía falta uno tan valiente como él.