Hace ya unos cuantos años, organizamos unas conferencias sobre Universidad y salidas profesionales. En aquel tiempo, todavía no se había implantado el plan “Bolonia” y se seguían impartiendo dentro del área de Informática dos carreras de diferente duración: la ingeniería técnica de tres años, y la Ingeniería Informática de cinco. A la segunda se podía acceder una vez completada la anterior. En aquellos momentos no existía la demanda brutal de técnicos en el sector y muchos estudiantes tenían la duda de, que si más allá de poder optar a una plaza grupo “A” en la administración, tenía sentido dedicar esos dos años adicionales de estudio. En el turno de preguntas un estudiante se animó a preguntar a uno de los empresarios que estaba presente en la mesa si él prefería contratar a los “ingenieros técnicos” o a los “ingenieros superiores”. Aquel le contestó que prefería a los superiores, ya que como les pagaba lo mismo, entendía que con dos años más de formación sabrían algo más.
Una frase no exenta de pragmatismo que por un lado ponía en duda la capacidad que tiene la universidad para explicar sus títulos y las capacidades que obtienen sus egresados, pero que también reflejaba claramente el concepto de oferta y demanda. Cuando hay una gran oferta de productos, en este caso egresados universitarios, se puede exigir más en primera instancia a los candidatos a un puesto de trabajo.
Pero también ocurre lo contrario, cuando hay escasez de profesionales y una gran demanda de estos, es bastante probable que no puedas poner muchas exigencias a la hora de contratarlos.
Pasando de la tecnología a la sanidad, es evidente que nos encontramos en este sector en una situación bastante caótica, donde uno de los grandes problemas es de la falta de profesionales sanitarios. Es obvio que, por ejemplo, no se puede racanear con la formación de los médicos que atienden centros de salud y hospitales, pero también es cierto que no podemos añadir requisitos que precisamente puedan privarnos, no solo de tener en la Comunidad Valenciana a los mejores profesionales, sino simplemente de tener a los suficientes profesionales. A pesar de esto, socialistas, comunistas e independentistas siguen abogando por imponer el requisito lingüístico a los sanitarios de la Comunidad Valenciana.
Nadie duda de que es positivo que el médico pueda atender en valenciano si el paciente lo requiere, pero antes deberíamos ser capaces de conseguir que haya un médico que lo atienda y que tenga el suficiente tiempo para atenderlo con la calidad que necesita.
Con las listas de espera creciendo prácticamente de forma ininterrumpida desde que el tripartito de izquierdas está en el poder, incluso antes de la llegada del Covid-19, lo razonable es centrarse en acabar con ese déficit de profesionales que tenemos. Por ejemplo, centrándose en conseguir que los médicos que hacen la especialidad en nuestra comunidad se queden aquí, y no como ahora, donde casi dos de cada cinco marchan a otros lugares a desarrollar su labor profesional.
Esa retención del talento se puede conseguir con mejores y más estables contratos, y por supuesto sin poner trabas adicionales como las de “si quieres tener una plaza fija vas a tener que obtener el certificado “C” de valenciano” o si la tienes y quieres pedir un traslado sabes que tu doctorado va a valer muchos menos puntos que dicho certificado.
Caer en la frase hecha de “si han podido aprobar la carrera de medicina no van a tener ninguna dificultad en sacarse el certificado”, no deja de ser un error del que no conoce las bases del aprendizaje y por supuesto las leyes de la oferta y la demanda.
Por cierto, ese teatro de poli bueno y poli malo que monta el tripartito en estas cosas, no debe llevarnos a engaño cuando los tres partidos votan unánimemente en este tema.
Si a aquel empresario informático le preguntaran ahora, con la falta de personal del sector, si exigiría el certificado “C” probablemente no podría más que soltar una carcajada. Pero es que el empresario se juega su dinero y los del tripartito con sus melonadas lo que se juegan es la salud de los valencianos, por eso sería preferible que en vez de su penúltima melonada fuese la última.