(Publicado en Alicante24horas el 16/11/2011)
Hay películas clásicas que en el fondo nunca pasan de moda. A pesar de lo antiguo que se ve el blanco y negro y las técnicas de grabación de la época, las historias bien contadas siempre suponen un placer en su visionado. Quizá para los que crecimos viendo películas del Oeste nos parece algo extraño que los jóvenes de hoy en día ya hayan abandonado los juegos de indios y vaqueros por otros más de moda. La verdad, es que posiblemente hubiese sido preferible que hubiésemos podido ver más películas de la historia de nuestro país sobre las de algo tan poco relevante para muchos como fue la conquista del oeste. No obstante, muchas de estas películas ambientas en una época tan distinta, contaban historias de actualidad entonces, que en muchas ocasiones siguen siéndolo ahora.
Una de mis favoritas era la de El hombre que mató a Liberty Balance, una película extraordinariamente dirigida por John Ford, algo alejada de tópicos del género, donde se contrasta realidad con leyenda, lo que pasó y lo que la gente cree que pasó, la importancia de los mitos para poder mejorar la civilización.
Sin ser la parte más importante de la película si que me quedaron grabadas una serie de escenas que volvieron a mi mente en las pasadas elecciones de mayo y posiblemente se repitan en las de noviembre.
El hombre que mató a Liberty Balance cuenta la historia del crecimiento del Oeste y de la aparición de un matón (el famoso Liberty Balance) a las órdenes de un cacique local que hace todos los esfuerzos posibles para seguir manteniendo su poder por encima de los ciudadanos. En una de las votaciones, el matón hace gala de su revolver para intentar conseguir ser representante o delegado del pueblo en una convención. No hay más argumentos que su poder, su revolver y el miedo del resto de la gente a contrariar al poderoso.
Las elecciones del Mayo pasado me permitieron vivir unas elecciones desde dentro y con mucha implicación en el asunto. En estas elecciones habían colegios electorales donde se movían más de 20 delegados e interventores de algún partido político. En uno en los que estuve, cada votante que llegaba era asaltado por una señorita que con su logo bien claro de un partido político le preguntaba por su nombre y le indicaba la mesa en la que debía votar, incluso otro delegado del mismo partido se ofrecía a acompañarle. En algunos colegios no se respetó lo de que hubiera papeletas de todos los partidos en las famosas cabinas y hubo que recordarlo y reivindicarlo.
Yo considero que es fundamental que los colegios electorales deben ser lugares asépticos, sin símbolos de partidos, lugares donde pueden haber interventores de partidos políticos pero que no hagan gala externa de ello con sus carpetas o colgantes. Los colegios electorales deben ser un lugar donde cuando el ciudadano entre debe poder vivir la democracia, sin presiones de ningún tipo (aunque sea psicológica). Es curioso que en España sigamos manteniendo el día de reflexión (previo al día de la votación) pero muchos partidos políticos hacen esfuerzos por seguir ganando las elecciones el mismo día de la votación, aunque sea de forma discutible . A lo mejor más de uno debería ver o volver a ver a James Steward y John Wayne enfrentándose a Liberty Valence, enfrentándose al matón para defender la democracia desde la igualdad de oportunidades.