El momento más feliz de Ximo Puig en su reciente visita a la provincia de Alicante, muy probablemente ocurrió cuando abandonó la belicosa provincia rumbo al Palau de la Generalitat. Es hasta probable que le pidiese al chofer de su coche oficial que parase justo en el lugar que separa las provincias de Alicante y Valencia. Su objetivo no sería otro que sacudirse los zapatos y poder gritar que de Alicante no quería ni el polvo.
Su política centralista y centrifuga valenciana, además de la sumisión continuada al presidente socialista Sánchez y sus desprecios continuos a la provincia de Alicante, han conseguido que el presidente Puig no encabece precisamente la lista de los políticos más queridos en la provincia. El presidente Puig lo sabe y es probable que por eso estuviese extremadamente poco convincente, pareciendo casi un novato, en su discurso en la noche de la economía alicantina. Probablemente acostumbrado a las lisonjas y masajes relajantes dialécticos con los que le obsequiaba el anterior presidente de la Cámara de Comercio, Juan Riera, no esperaba el discurso reivindicativo de su sucesor, Carlos Baño.
Mientras España jugaba su partido del mundial contra Japón, el presidente de la Cámara hizo un recorrido por todos los agravios que los socialistas están cometiendo contra Alicante. Como son tantos, el discurso se alargó probablemente más de lo previsto. Mientras el número y sonoridad de los aplausos iba en aumento, el president Puig iba encogiéndose en este territorio que cada vez se le hacía más hostil.
El presidente Puig, suele ser una persona convincente en sus discursos, con su modulación tranquila y sosegada y su apariencia de hombre bueno. Además, en entorno favorable es capaza de hacer creíbles propuestas que repite año tras año sin haberlas cumplido el año anterior. En todas las intervenciones que le he visto, y son muchas, jamás lo había visto tan impreciso, titubeante e incluso nervioso. Ese nerviosismo crecía conforme la audiencia se iba cabreando por las cosas que prometía, como la del tranvía Gandía-Denia, la conexión con el aeropuerto de Alicante, los trasvases del Xúquer y del Tajo y alguna más. Todos proyectos que solo son creíbles por los más recalcitrantes socialistas, pero no por aquellas personas que quieren a la provincia de Alicante y conocen un poco de las historias pasadas. Obviamente Puig ni siquiera se atrevió a justificar el último empeño de su partido, y de sus socios comunistas e independentistas, acerca de la implantación de la tasa turística, tema sobre la que se explayó también el señor Baño y también se le afeó al presidente Puig en su visita a Benidorm al día siguiente.
Como rezaba la canción de Rocía Jurado “se nos rompió el amor”, “Jamás pensamos nunca en el invierno, pero el invierno llega, aunque no quieras”. Como los socialistas no actúen rápido, y les queda poco tiempo, se acerca el invierno para ellos en Alicante. Este se puede convertir en la aldea gala de Astérix aburrida ya del tripartito de izquierdas valenciano. Al tripartito solo le quedará intentar tretas varias como en los libros de Goscinny y Uderzo, para recuperar el control sobre la Alicante. Solo hace falta haber leído algunos de ellos para saber cuál es el desastroso final de todas y cada una de las tretas. Por eso es recomendable, que en vez de tretas y promesas falsas, se dediquen a trabajar eficazmente por y para toda la comunidad.