Mónica y el guardia de seguridad

Cuando la vicepresidenta iba a iniciar su discurso en FITUR apareció, ante la mirada atónita de todos los presentes, un guardia de seguridad que la cogió de un brazo y la arrastró fuera de la sala. La vicepresidenta pudo observar que el reloj de aquel guardia lucía una pegatina con la bandera de España con el escudo del águila y antes de ser sacada fuera de la sala apena pudo gritar “Recordeu la batalla d’Almansa”, pero sus palabras fueron escondidas por los silbidos del guardia que parecían entonar “el cara al sol”.

Vistas las reacciones en las redes sociales, que haya ocurrido algo así parece haber flotado en el imaginario independentista valenciano ante el desafortunado incidente que parece haber sufrido en su visita a la feria de turismo, la vicepresidente de la Generalitat, Mónica Oltra. Aquel día, parece ser que uno de los guardias de seguridad de la institución ferial instó a miembros de la comitiva que acompañaba a la vicepresidenta a “no hablar valenciano”.

No voy a poner en duda las afirmaciones de que ocurrió así, pero es curioso que el guardia de seguridad, a pesar de su anunciado analfabetismo si solo hacemos caso a muchos comentarios vertidos en redes sociales, fuese capaz de diferenciar el valenciano del catalán o incluso de otras lenguas. Pero sin duda lo más llamativo es que, en las primeras versiones se llegara a afirmar que la casa real había pedido disculpas del suceso, luego posteriormente se dijo que sólo había habido una queja oficial, para finalmente asumir que tan solo se había transmitido verbalmente una queja a uno de los responsables de seguridad. Es bastante probable que éste pusiera cara seria mientras escuchaba al representante de Compromís mientras estuviese pensando “cáspita vaya tropa”.  

En primer lugar, afirmo que la señora vicepresidenta y su equipo pueden expresarse en la lengua que así lo deseen y si el guardia de seguridad les dijo algo criticándolo, esto es totalmente reprobable. Pero, como en todas las profesiones hay gente que cumple fenomenalmente su trabajo y otros en ocasiones se extralimitan. La gran mayoría de los españoles comprenden la existencia de lenguas autonómicas y el derecho del uso de las mismas. Pero siempre hay excepciones, y no hay que olvidar por ejemplo que también hay gente que ha sido reprendida en Cataluña por hablar en castellano ante las cámaras de televisión.

A mi lo que me molesta de todo esto es el discurso victimista que impregna todos los movimientos independentistas. Han gobernado durante estos últimos casi cuatro años en la Comunidad Valenciana y han demostrado meridianamente que no han sido capaces de solucionar los problemas que criticaban hábilmente desde la oposición. Claro, como no se puede vender logros en la gestión, solo les queda hablar del ninguneo y fascismo del resto de España.

Pero el discurso del desprecio en la lengua se les cae cuando han sido los más radicales en aplicar medidas a favor de la inmersión lingüística en nuestra Comunidad, haciendo cada vez más difícil, por ejemplo, estudiar en castellano, lo mismo que ocurre en Cataluña, Islas Baleares o incluso en la Galicia del Partido Popular.  

Y mientras Oltra se queja de que no le dejan hablar en valenciano en Madrid, su portavoz en Alicante ha vuelto a utilizar la estrategia que tan buenos resultados les dio en las pasadas elecciones. Tras realizar las ruedas de prensa en valenciano durante todo el mandato, en la precampaña actual es curioso volver a escuchar sus notas de voz para la radio en la lengua de Cervantes. Da igual, no les servirá, su política lingüística de estos años y su posicionamiento con el conflicto catalán les ha dejado bastante bien retratados.

Deberes escolares, profesores y agilidad

(Publicado el 21 de enero de 2019 en el Diario Información)

El joven Federico era un niño débil, tenía problemas de visión y era incapaz de correr con la suficiente velocidad para poder participar en los partidos de béisbol que organizaban sus compañeros.  Pero, Federico era lo suficientemente inquieto como para conformarse con ser un mero espectador, así que empezó a definir estrategias que trataran de evitar las carreras inútiles de sus compañeros durante los partidos.  Es probable que aquellas tardes influyeran para que, en su madurez propusiese lo que se denominó “la organización científica del trabajo”.  Este modelo revolucionó totalmente la industria a principios del siglo XX.  Federico o, mejor dicho, Frederick Winslow Taylor, fue el responsable de las cadenas de producción tan irónicamente retratadas por Charles Chaplin en Tiempos Modernos y que entre otras cosas, permitieron a Henry Ford producir grandes unidades de coches prácticamente iguales, el famoso Ford T, a un precio competitivo.

El modelo de Taylor se basaba en eliminar al máximo el tiempo no productivo de los trabajadores, pero también en diferenciar claramente los conceptos de directivo y empleado, dejando a estos últimos las responsabilidades de las tareas más mecánicas, de forma que no tuviesen ni que pensar en cómo hacerlas.

Algunos autores han realizado comparaciones entre estos modelos de producción en cadena con lo que debería ser la formación de nuestras generaciones de estudiantes.  Asisto con preocupación cómo desde más asociaciones e incluso direcciones generales se empieza a cada vez más infravalorar el valor del buen docente, como en cierta forma propugnaba Taylor con los operarios de las cadenas.

El último campo de batalla ha sido el de la realización de los deberes escolares.  El secretario autonómico de Inclusión e Igualdad, Alberto Ibáñez calificó en Twitter la publicación la Ley valenciana de Infancia y Adolescencia el día 25 de diciembre como «un regalo para todos los niños, niñas y adolescentes valencianos». El mensaje fue compartido por la vicepresidenta y consellera de Igualdad, Mónica Oltra. Uno de los objetivos de la ley es que los “niños sean protagonistas del presente”, yo me permito añadir “aunque sea a costa de su futuro”. Probablemente ambos no leyeran en su juventud el famoso cuanto de “la cigarra y la hormiga” o quizá yo lo haya leído muchas veces. Y es que la ley establece el acceso al ocio educativo como un derecho, con la carga lectiva en horario escolar para que los niños «no estén cargados de deberes» cuando llegan a casa.

Quizá el problema es que no tengamos claro cuál es el objetivo de la educación en todas sus etapas. ¿guardería de jóvenes hasta su mayoría de edad? ¿formar personas?  ¿preparar a los jóvenes a enfrentarse con éxito a los retos del mañana? ¿un poco de cada una de estas opciones?

Esa formación, adicionalmente al horario escolar, conlleva la polémica tarea de los deberes. Hay centros o profesores que parecen abusar de ellos, mientras otros expertos aseguran que no son necesarios en absoluto. Además, a la mayoría de los padres les molestan, ya que les suponen un esfuerzo añadido con sus hijos sobre tareas que en muchos casos no conocen. Pero tiene su lado positivo, espero que mis hijos, por ejemplo, valorarán mis esfuerzos en tratar de descubrir la velocidad a la que caía la piedra por las pendientes de los famosos problemas de física o el entusiasmo que ponía al preguntarles acerca de la literatura valenciana del siglo XVIII.

Yo pienso que desde los centros escolares y su equipo de profesores son los que deben definir el modelo de trabajo.  En última instancia, la persona idónea para conocer que deberes tiene que realizar en casa cada uno de los jóvenes, es el profesor o profesora. El buen profesor debería conocer las fortalezas y debilidades de cada uno de sus alumnos, y, por ende, que tareas adicionales debería realizar, y por supuesto, como deben ser planteadas. Pero en cambio, como en Taylor, son los políticos los que tratan de fijar estar tareas desde la lejanía del aula, como cuando los americanos desearon ganar la guerra de Vietnam desde Washington. Considero mejor, aunque posiblemente de mayor coste, aplicar una máxima de la que se ha venido a denominar “Metodologías Ágiles” y que sustituyen en la actualidad a los postulados de Taylor. Lo dijo Ken Schwaber sobre gerentes y miembros del equipo en desarrollo software, pero se puede aplicar a los responsables educativos y profesores “El trabajo más importante de un jefe es ayudar a la gente que hace el trabajo. Dales unos objetivos y déjalos trabajar. Elimina cualquier impedimento que se interponga en su camino y haz cualquier cosa que los haga más efectivos o productivos”. Quizá sea la solución, aunque nos faltaría ponernos de acuerdo en los objetivos a cumplir.

Cómo acabar con las prácticas en empresa

(Publicado en el Diario Información el 8 de enero de 2019)

En tiempos de la extinta Unión Soviética, sus dirigentes decidieron obligar a todas las empresas estatales a invertir el uno por ciento de sus beneficios en publicidad. El objetivo era  acabar con los excedentes de producción.  Pero como suele ocurrir en el mundo de la economía, las expectativas superaron las previsiones iniciales, generando una industria publicitaria muy próspera que, al no poder dar beneficios, gastaba más de lo razonable en sus spots publicitarios, incluso de productos que realmente no existían. Llegó un momento que los espectadores preferían ver los anuncios de la televisión en vez de los programas de la parrilla. Les permitía sumergirse en un mundo de productos de consumo, casi de ciencia ficción, ya que en la mayoría de los casos dentro de la economía comunista no podían acceder a ellos.

En la línea de hacer guiños a sus socios de gobierno o a los sindicatos y de paso cuadrar sus números en el presupuesto, parece enmarcarse el decreto del ejecutivo de Pedro Sánchez acerca de las prácticas en empresa de los estudiantes universitarios.

En la actualidad, los títulos universitarios contemplan la posibilidad de realizar prácticas curriculares en empresa. Básicamente el modelo se basa en que el estudiante, dentro de la oferta optativa de su título, puede elegir cursar alguna asignatura o bien realizar prácticas en una empresa de forma tutelada conjuntamente desde la misma y la Universidad. La idea es buena, ya que facilita al estudiante adquirir conocimientos y experiencias  “in situ” que no se pueden obtener en un aula.  Además, le permiten establecer relaciones que le permitan mejorar sus posibilidades de inserción laboral (ahora esto se llama networking). El tutor de la Universidad debe supervisar la práctica para que el estudiante realice en la empresa tareas en función de su capacitación y necesidades de formación. Por su parte la empresa, ayuda a formar futuros profesionales e incluso puede obtener un beneficio por el trabajo que el alumno realice y que compense su dedicación a la tutela del estudiante. Los estudiantes sólo eran dados de alta en la Seguridad Social si cobraban por realizar dichas prácticas.

Ha habido voces, como desde la formación Podemos, en las que se ponía en duda la labor de la empresa en este proceso formativo  e incluso hablaban de  fraude generalizado. Obviamente, dentro de su línea habitual de criminalización del empresario y la empresa se olvidaron de valorar los datos de inserción laboral que pueden suponer estas prácticas. 

Pero al final parece que estas tesis se han impuesto  y Sánchez va a obligar a que todas los estudiantes en prácticas curriculares (dentro de sus estudios) sean dados de alta en la Seguridad Social, sean prácticas remuneradas o no. Todo ello sin negociar con las universidades los términos del acuerdo.

Obviamente se puede hacer los números del Gran Capitán y hacer estimaciones de lo que el Estado va a ingresar con las nuevas altas en la Seguridad Social, y como de paso esto puede ayudar a maquillar unos número de afiliados en descenso.

Pero en su ímpetu “decretador” se han olvidado el pequeño detalle de quién debe pagar ese alta en la Seguridad Social, ¿Las empresa o las universidades?  Y no sólo eso, ¿las universidades deberán soportar toda la burocracia adicional que este proceso puede suponer?

Si son las primeras se puede producir un descenso de la oferta de prácticas. Por otro lado es poco probable que las Universidades puedan hacerse cargo de ese coste adicional de seguridad social y burocracia adicional si no es subiendo la matrícula al estudiante.

Así, con la obligación de dar de alta al estudiante en la Seguridad Social cuando realice las prácticas se puede conseguir que incluso sean más atractivas. Pero, se olvida que el mercado es una mezcla de oferta y demanda. Al igual que ocurrió los anuncios de la URSS, se podría generar una demanda mayor  de prácticas por parte de los estudiantes pero que no se podría cubrir al no haber ofertas  para cubrir dicha demanda.

Desgraciadamente  hay algo en todos estos decretos que el gobierno menosprecia, y es la importancia de la empleabilidad de los egresados. Sin duda las prácticas en empresa mejoran esos datos y seguro que sería aún mejor si parte de la financiación de las universidades dependieran de ese grado de inserción laboral de los estudiantes que forman. Estas medidas siempre serían mejor que poner trabas a la colaboración Universidad-Empresa.  Mi  esperanza es que dada la fecha del decreto, 28 de diciembre, todo sea una inocentada.