Publicado en Abc el 18 de enero de 2024

Bajo la atenta mirada de Don Santiago, nuestro profesor, el segundo curso de la EGB de mi
colegio realizamos una visita de lo más interesante. El destino era Sagunto, e íbamos a conocer
desde el pasado romano de la ciudad hasta una de las empresas industriales de las que más
estaban orgullosos, sus altos hornos. Aquella era la primera vez que salíamos de excursión
escolar y desde entonces siempre he vinculado Sagunto con aquella experiencia. Por eso
vivimos con cierta tristeza cuando, algunos años más tarde, el gobierno del socialista Felipe
González señaló Sagunto como objetivo de un total desmantelamiento industrial dentro de los
famosos decretos de 1983 de “Reconversión e Reindustrialización”. Era llamativo que fuese
Sagunto la elegida como víctima, cuando las factorías vascas de Altos Hornos de Vizcaya
necesitaban mucho más capital para ser modernizadas. Eran los años de plomo y los
asesinatos indiscriminados de la banda terrorista ETA, y es mucho más que probable que los
socialistas pensaron que soliviantar a los vascos en aquellos momentos no era lo más
razonable y apuntaron a los, mucho más tranquilos y leales con España, valencianos. Aún así el
presidente socialista valenciano Joan Lerma lo pasó bastante mal cuando tras intentar dar un
mitin en Sagunto fue agredido y tuvo que soportar los gritos de “Lerma, no volem, no volem
un ninot de president”.
Pero como bien decía el ex presidente del Partido Nacionalista Vasco, Javier Arzallus, “unos
movían el árbol y otros recogían las nueces”. Los socialistas, también el Partido Popular,
siempre pensaron que la forma de acabar con el terrorismo era ser generoso con el País Vasco.
No fue así, y el terrorismo desapareció cuando el presidente popular José María Aznar se puso
duro con la ley de partidos y se dejó de financiar a los partidos afines a los terroristas y cuando
muchos países se dieron cuanta por fin que los “gloriosos gudaris antifranquistas de la
independencia” no eran más que unos miserables asesinos de demócratas.
Ahora no hay asesinatos, pero el chantaje ha redoblado su interés con la fuerza de los votos
que necesita el socialista Pedro Sánchez para seguir en el poder. Las formas casi mafiosas que
están utilizando los partidos nacionalistas, tanto vascos como catalanes, ya cruza todos los
límites de la honorabilidad en un país democrático. Tras el ridículo que hemos tenido que
soportar los que todavía creemos en la democracia española, durante la aprobación de los
últimos decretos, no dejamos de asombrarnos cuando observamos el juego sucio que está
desplegando el partido socialista, intentando que no vean la luz los informes de los letrados
acerca de la ley de amnistía.
Todo ello ahora se entremezcla con el lloro por la, como diría el Caudillo, “pertinaz sequía que
asola Cataluña”. Los republicanos catalanes que consiguieron que el socialista Rodríguez
Zapatero cancelara el trasvase del Ebro, que hubiese permitido gestionar mejor el agua de
nuestro país, ahora lloran por la solidaridad entre autonomías. Pero no se engañen, ya parece
que el gobierno socialista ha encontrado el término que les permitirá seguir justificando los
recortes del trasvase Tajo-Segura pero también ayudar a los independentistas catalanes.
Parece que lo van a llamar “desvío de recursos” y denlo por hecho.
Así, mientras unos consiguen lo que quieren entre lloros y amenazas, otros les pagamos la
fiesta y eso que todavía no se han empezado a debatir los presupuestos generales del estado.
Agárrense las carteras, no sea que les pongan de benefactores de las futuras embajadas vascas
y catalanas. Espero que el presidente Carlos Mazón sepa que los valencianos tanto en tiempos
de Lerma, como ahora cuando se acerca la tormenta perfecta, no queremos un muñeco de
presidente.

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