Publicado en Abc el 26 de enero de 2024
Aquello acabó en una masacre como no podía ser de otra manera. En un conflicto en
África, los miembros de una tribu que se enfrentaban al ejército de su país, acudieron
a la batalla con un arma revolucionaria. La hechicera de la tribu había lanzado un
embrujo a sus guerreros para que las balas de los soldados en vez de atravesarles
resbalaran sobre ellos. Una de dos, o el embrujo no funcionó o los soldados habían
aplicado un anti-embrujo a sus ametralladoras.
Ignoro la confianza con la que acudieron al combate los guerreros de la tribu, pero lo
que sí que parece que se resquebraja por momentos es la confianza en nuestro
sistema educativo. El último terremoto lo han desatado los desastrosos resultados de
los recientes informes Pisa, que miden el conocimiento aplicado y las competencias en
lectura, matemáticas y ciencias de los estudiantes de 15 años.
Las primeras reacciones de los gobiernos han sido excusas de mal pagador. La
ministra de educación, Pilar Alegría, reconocía que los resultados eran malos y que
estábamos a la cola, pero que el descenso en resultados había sido menor que el
ocurrido en otros países europeos. En Cataluña fue peor, rápidamente echaron la
culpa a los emigrantes para que nadie pensara que los hijos de la raza aria del procés
podían ser unos iletrados.
Pero al ver lo escasamente convincentes que han sido esas respuestas y el
comprobar, en los estudios de opinión, que la educación esta escalando puestos en la
preocupación de los españoles (aquí también incluyo a los de la raza aria del procés),
ha obligado a los gobernantes a mover ficha.
Obviamente la mejora de la educación requiere de una respuesta seria, firme y
conjunta en todo el territorio español, pero en la España del 2024 eso es imposible con
el muro que ha levantado Pedro Sánchez entre españoles. Así que cada uno por su
lado ha intentado proponer soluciones de forma independiente y para las comunidades
que gobiernan.
Obviamente los nacionalistas vascos y catalanes ni se plantean que desde el resto de
España les modifiquen un ápice de su modelo de enseñanza, aunque sus
comunidades han quedado en los últimos lugares del informe Pisa. Entiendo que no
quieren que nadie les obligue a explicar en historia, que la guerra de independencia en
Cataluña contra los Bórbones fue realmente una guerra de sucesión al trono español o
que la mayor gesta de los gudaris vascos en la guerra civil fue coger las de Villadiego
cuando olieron al primer legionario y pactar con los fascistas italianos la rendición.
Alberto Nuñez Feijoo ha realizado una propuesta interesante que es la de unificar, o al
menos coordinar, las pruebas de acceso a la universidad en todas las comunidades
dónde gobierna el Partido Popular. Además de los aspectos prácticos de cara a la
posterior elección de plazas universitarias al realizarse en las mismas fechas, es una
propuesta que podría unificar contenidos y exigencias sobre los mismos, lo que es un
primer paso para la mejora de la educación. Obviamente quedaría por concretar que
se haría con la importancia de los exámenes en las lenguas propias de cada
autonomía.
En el otro lado, el presidente Sánchez ha lanzado otra de sus propuestas fantasma, o
¿alguien ha visto alguna de los cientos de miles de viviendas públicas que prometió?
La solución la ha llamado “matemáticas socioafectivas”. Imagino para seguir en la
línea woke con la que los socialistas han destrozado la educación española con
sucesivas leyes educativas peores que las que sustituían.
La educación tiene que ser nacional, es una de las transferencias que jamás se
debería haber producido. Es obligación del estado garantizar que esa educación
facilite a nuestros jóvenes su incorporación a una sociedad y a un mercado laboral
cada vez más cambiante y complicado. Me temo que esto no está en el calendario de
ninguno de los dos grandes partidos, ni mucho menos en el de los nacionalistas, que
son los que ahora mandan.
Yo imagino al guerrero preguntándole a la hechicera si es fiable el embrujo para que
las balas resbalen. También al español de a pie, que quiere la mejor educación para
sus hijos, preguntándole a Sánchez si con las matemáticas socioafectivas sus hijos
saldrán más preparados. Ya les digo a ambos que no.