Socialistas contra Alicante

(Publicado en el diario ABC el 21 de mayo de 2021)

«Da la sensación de que esta provincia siempre se ha encontrado lejos del gobierno del Botànic y que sus problemas siempre les han parecido menos importantes»

Hace escasos meses el president de la Generalitat, Ximo Puig, defendía en un discurso en las Cortes Valencianas “una España plural y diversa” y rechazaba “independentismos y centralización”. Pero rápidamente pasaba a centrarse más en lo segundo que en lo primero para poder atacar la que ha sido y sigue siendo su enemigo particular, que es la Comunidad de Madrid. Acusaba a Madrid de ser una gran aspiradora que se quedaba con los recursos, población, funcionarios y redes de influencia apoyándose en su efecto capitalidad.

Vamos, “dijo el muerto al degollado”, entiendo que no pensará lo mismo sobre el efecto aspiradora que también ejerce Valencia dentro de la Comunidad Valenciana. Habitualmente, el efecto capitalidad siempre ha sido un foco de atracción, que puede paliarse en mayor o menor medida en base a una serie de acciones que traten de equilibrar, al menos de acercar, la balanza a un punto medio.

Pero sesión tras sesión en les Corts, da la sensación que Alicante es molesta para el gobierno del Botànic, o más que molesta, que son incapaces de entender porqué no han caído en su influjo de inmersión lingüística y desaladoras. En el fondo da la sensación de que la provincia de Alicante siempre se ha encontrado lejos del gobierno del Botànic, y que sus problemas siempre les han parecido menos importantes.

Esta semana se debatía en Corts Valencianes la defensa del trasvase Tajo-Segura ante el cierre impuesto por el gobierno del socialista Sánchez. Este cierre perjudicaba notablemente a Almería, Murcia y Alicante. Ante la convocatoria de una reunión de los presidentes de las comunidades afectadas, el presidente Puig, afirmó que no iba a participar en un, palabras suyas, “aquelarre”. Lo del aquelarre es llamativo que lo dijera precisamente el que no tuvo reparos en reunirse con todos los presidentes independentistas de Cataluña.

Puig, reconoció el error de sus palabras y como penitencia se impuso para compensar, viajar con cara triste un par de veces a la zona del trasvase, por si algún pardillo caía y pensaba que iba a defenderlo. Así, en la sesión de les Corts tanto PSPV como Compromís votaron escasamente convencidos por la defensa del trasvase, mientras asumían con una sonrisa que los de Unidas Podemos no lo apoyasen. No hubo presiones, ni malas caras en esa ruptura de unidad de voto del Botànic, porque “total, es una cosa para Alicante”.

En cualquier caso, no parece que Puig y los suyos se vayan a empeñar demasiado en esa defensa del trasvase ante el presidente Sánchez, si ni siquiera son capaces de defender con dignidad la imperiosa necesidad de un cambio de modelo de financiación autonómica, ni la forma del inminente reparto de los fondos COVID. Es muy probable que todo acabará con un “lo que tú quieras Pedro”.

Pero además de todo esto, muchas comarcas de Alicante sufren esa incomprensión acerca de la complejidad que tiene la inmersión lingüística o lo que va a suponer la nueva ley de la función pública en la que el valenciano es un requisito para ser funcionario autonómico. Por cierto, hubo muchas risas en la bancada del Botànic cuando se formuló una queja por las burlas que se hicieron en los perfiles de las redes sociales de A-Punt sobre los alicantinos que se manifestaban por la libertad de elección de lengua.

Y, por último, ¿ustedes se imaginan que en cuatro meses el hospital La Fe de Valencia fuese a sufrir un cambio de modelo organizativo y ni pacientes ni trabajadores lo conociesen? Imagino que no, pero esto está ocurriendo en el Hospital de Torrevieja en la antesala de la llegada del verano. Pero no hay preocupación en el Botànic, parece que se preguntan “¿existe algo al sur de Gandía?”.

Socialistas contra Alicante

Socialistas contra Alicante

«Da la sensación de que esta provincia siempre se ha encontrado lejos del gobierno del Botànic y que sus problemas siempre les han parecido menos importantes»

(Publicado en ABC el 21 de Mayo de 2021)

Hace escasos meses el president de la Generalitat, Ximo Puig, defendía en un discurso en las Cortes Valencianas “una España plural y diversa” y rechazaba “independentismos y centralización”. Pero rápidamente pasaba a centrarse más en lo segundo que en lo primero para poder atacar la que ha sido y sigue siendo su enemigo particular, que es la Comunidad de Madrid. Acusaba a Madrid de ser una gran aspiradora que se quedaba con los recursos, población, funcionarios y redes de influencia apoyándose en su efecto capitalidad.

Vamos, “dijo el muerto al degollado”, entiendo que no pensará lo mismo sobre el efecto aspiradora que también ejerce Valencia dentro de la Comunidad Valenciana. Habitualmente, el efecto capitalidad siempre ha sido un foco de atracción, que puede paliarse en mayor o menor medida en base a una serie de acciones que traten de equilibrar, al menos de acercar, la balanza a un punto medio.

Pero sesión tras sesión en les Corts, da la sensación que Alicante es molesta para el gobierno del Botànic, o más que molesta, que son incapaces de entender porqué no han caído en su influjo de inmersión lingüística y desaladoras. En el fondo da la sensación de que la provincia de Alicante siempre se ha encontrado lejos del gobierno del Botànic, y que sus problemas siempre les han parecido menos importantes.

Esta semana se debatía en Corts Valencianes la defensa del trasvase Tajo-Segura ante el cierre impuesto por el gobierno del socialista Sánchez. Este cierre perjudicaba notablemente a Almería, Murcia y Alicante. Ante la convocatoria de una reunión de los presidentes de las comunidades afectadas, el presidente Puig, afirmó que no iba a participar en un, palabras suyas, “aquelarre”. Lo del aquelarre es llamativo que lo dijera precisamente el que no tuvo reparos en reunirse con todos los presidentes independentistas de Cataluña.

Puig, reconoció el error de sus palabras y como penitencia se impuso para compensar, viajar con cara triste un par de veces a la zona del trasvase, por si algún pardillo caía y pensaba que iba a defenderlo. Así, en la sesión de les Corts tanto PSPV como Compromís votaron escasamente convencidos por la defensa del trasvase, mientras asumían con una sonrisa que los de Unidas Podemos no lo apoyasen. No hubo presiones, ni malas caras en esa ruptura de unidad de voto del Botànic, porque “total, es una cosa para Alicante”.

En cualquier caso, no parece que Puig y los suyos se vayan a empeñar demasiado en esa defensa del trasvase ante el presidente Sánchez, si ni siquiera son capaces de defender con dignidad la imperiosa necesidad de un cambio de modelo de financiación autonómica, ni la forma del inminente reparto de los fondos COVID. Es muy probable que todo acabará con un “lo que tú quieras Pedro”.

Pero además de todo esto, muchas comarcas de Alicante sufren esa incomprensión acerca de la complejidad que tiene la inmersión lingüística o lo que va a suponer la nueva ley de la función pública en la que el valenciano es un requisito para ser funcionario autonómico. Por cierto, hubo muchas risas en la bancada del Botànic cuando se formuló una queja por las burlas que se hicieron en los perfiles de las redes sociales de A-Punt sobre los alicantinos que se manifestaban por la libertad de elección de lengua.

Y, por último, ¿ustedes se imaginan que en cuatro meses el hospital La Fe de Valencia fuese a sufrir un cambio de modelo organizativo y ni pacientes ni trabajadores lo conociesen? Imagino que no, pero esto está ocurriendo en el Hospital de Torrevieja en la antesala de la llegada del verano. Pero no hay preocupación en el Botànic, parece que se preguntan “¿existe algo al sur de Gandía?”.

Ilegalizando el talento y el esfuerzo

«Parece que la ministra Celaá quiere quitar las montañas del camino y también el conocimiento que se adquiere al cruzarlas»

Llevar gafas de cierta graduación era muy peligroso en el régimen de terror que impusieron los comunistas de los jemeres rojos. Se consideraba que las personas que utilizaban gafas eran debido a que leían mucho y que por tanto podía cometer el pecado de pensar y ser un peligro para el régimen. Empresarios, ingenieros y médicos  eran candidatos a ser  los desgraciados protagonistas de los fusilamientos que se realizaban habitualmente durante el mandato de terror que impusieron.  Sin ser tan salvajes como los jemeres rojos, hay  ignorantes que afirman que “las personas con talento suelen crear problemas”.

Ignoro si la ministra Celaa es una de las que realiza tal afirmación, pero lo que parece evidente es que el talento no va a ser promocionado en la futura ley de educación, una más, que regirá el destino de las nuevas generaciones. La banalización de los suspensos es uno de los aspectos más resaltados de la futura ley tanto en críticas como en  alabanzas. Hay algunos estudios que indican que los suspensos y las repeticiones de curso no suponen un acicate para mejorar las expectativas académicas del estudiante. Es posible que así sea. Repetir curso porque no has superado un número determinado de asignaturas, puede provocar un efecto más desmoralizador que otra cosa en el estudiante que lo sufre. Deja de ir a clase con los compañeros de su edad y con los que ha compartido unos cuantos años de experiencias, para empezar a ir a clase con unos nuevos compañeros más jóvenes. Quizá por ello, la ministra Celaa ha decidido que eso de repetir curso no debe ser algo muy progresista y ha habilitado una serie de medidas que van a facilitar pasar de curso aunque no tengas asentados los conocimientos impartidos.  Es probable que la ministra haya olvidado que el suspenso  y las repeticiones de curso en sí no son  solo una especie de castigo para un estudiante que no ha sido capaz de asimilar una serie de conocimientos. En cierta forma esas repeticiones de curso trataban de garantizar que los estudiantes que sí los habían superado, habían adquirido una base suficiente para poder aprender unos nuevos conocimientos. Debe ser difícil explicar que es la multiplicación, si hay estudiantes que no saben sumar.

Todos los españoles tienen que tener el derecho a poder estudiar, a aprender, porque la educación es sin duda la mejor forma de romper o superar las barreras sociales. Por eso, la ley educativa que quiere poner en marcha el gobierno de Sánchez, sin el suficiente consenso por cierto,  es un grave error que espero que sea de aplicación efímera.  Es imprescindible que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo en una ley que premie el esfuerzo, trabajo, y que ayude a potenciar el talento. Que no se preocupe de criminalizar la educación concertada, sino que alinee a todo el sistema educativo a cumplir un objetivo común, a lo mejor fomentando la competencia sana para conseguir dicho objetivo.  Y por supuesto que se olvide de facilitar a dirigentes como el Conseller Marzà la tarea de relegar el español en la escuela.

Creo que todos les que hemos estudiado no hemos sido buenos en todas las asignaturas que hemos cursado. Algunas nos han gustado más o estábamos más preparados para ellas, otras sin embargo podían parecernos auténticas montañas en medio del camino. Es curioso que el esfuerzo al superarlas suele dejar un grato recuerdo y sin duda es parte del proceso de formación y preparación.  Parece que  la ministra Celaa quiere quitar las montañas del camino, también el conocimiento que se adquiere al cruzarlas. Algunos ya lo han calificado como legalizar la ignorancia, yo más bien diría que el objetivo es ilegalizar el talento y el esfuerzo.

John Ford y la universidad perdida

El mundo cambia a una velocidad de vértigo y la universidad debe ayudar a adaptarnos a los cambios.

(Publicado en el diario Información el 16 de Octubre de 2018)

Un pelotón de soldados durante la primera guerra mundial marcha por el desierto de Mesopotamia con el objetivo de realizar una misión secreta que solo conoce el comandante que dirige el grupo. Desgraciadamente, unos bandidos asesinan al comandante, quedando  al pelotón en medio de un desierto sin conocer cuáles son sus objetivos y si éstos son más importantes que sobrevivir. Éste es el argumento de «la patrulla perdida», una de las primeras películas dirigidas por el gran John Ford.

Es curioso comprobar cómo evolucionan los personajes del film ante los nuevos retos que les van surgiendo. También cómo se incrementan las dudas, que si para afrentarlos, es mejor hacerlo de  forma individual o en equipo. Lo que parece pasar a segundo plano rápidamente es el objetivo real que les llevó a ese atolladero.

Salvando las distancias, la situación de los protagonistas me recordó a la de la universidad pública en el siglo XXI. Me preguntó constantemente cual es nuestra misión, si todos los miembros de la comunidad universitaria la tenemos clara y por supuesto si es la misma.

No podemos olvidar que la universidad pública mantiene su prestigio, por ejemplo, estudios como el que realizó recientemente la empresa Everis, pone de manifiesto que los empleadores siguen prefiriendo a los graduados en la universidad pública que a otro tipo de formaciones.

No obstante, cada vez aparecen más voces que lo ponen en duda. Es evidente que además de los escándalos de los máster y títulos de doctor del “todo a cien”, parece haberse agrandado la brecha entre lo que demandan las empresas y la formación que ofrecen las universidades. 

El mundo cambia a una velocidad de vértigo y la universidad debe ayudar a adaptarnos a los cambios, como también ha servido para reducir la brecha social entre los ciudadanos. Pero desgraciadamente a mí me da la sensación de que estamos en otras cosas. Los dirigentes educativos parecen haber olvidado la universidad, y en muchos casos, los dirigentes de ésta parecen conformarse con incrementar la financiación y  que no les pidan cuentas por su gestión.

Por otro lado, los nuevos modelos de contratación universitaria o de progreso dentro de la carrera docente han condenado al profesor a centrar todo su trabajo en publicar  muchos artículos de investigación en unas determinadas revistas de gestión privada. Lo que mide tus posibilidades no es la forma en la que impartes las clases, ni lo relevante de tu investigación, tan solo el número de publicaciones en dichas revistas seleccionadas. Publicaciones, que a veces cuestan entre ocho y doce meses, que a la velocidad que va el mundo el siglo XXI parecen siglos y que además suelen tener una difusión de la investigación mucho más reducida que otros modelos.

Esto me permite volver a la patrulla perdida, conlleva a que sobrevivir en el desierto lo debo resolver principalmente de forma individual, no importa lo que aprenden mis estudiantes sino el número de mis publicaciones. Además, no ha existido una correlación entre el brutal incremento de publicaciones de universitarios españoles en dichas revistas, con un incremento de caso de transferencia de conocimiento a la empresa.

Así, esa misión que escondía el comandante, parece limitarse a publicar artículos. Pero yo entiendo que deberíamos plantearnos otros objetivos, ya que no podemos consentir que exista una demanda de cientos de miles de puestos de trabajo específicos mientras se incrementa el número de graduados universitarios en paro o que realizan tareas por debajo de su formación. Pero, las reivindicaciones parecen ser otras: bajar precios de matrículas, dar más becas, incrementar el número de aprobados, facilitar que los estudiantes realicen dos grados y tres máster, pero nadie parece preocuparse por incrementar el índice de empleabilidad de los universitarios que finalizan sus estudios en cada universidad.

Pero para centrarnos en ese objetivo la queja habitual es doble. Por una parte, si los estudiantes son peor que los de antes, aunque yo no creo que exista ninguna nueva teoría darwiniana que justifique esto. Y la segunda, la famosa gobernanza universitaria que obliga a los rectores, o los que lo quieran ser, a depender de sus trabajadores.

Pero sin discutir estos aspectos, imagine usted que los criterios de financiación de las universidades públicas dependieran del grado  empleabilidad de los estudiantes que forman. Que los profesores más allá de nuestro trabajo individual haciendo artículos fuésemos valorados por el resultado de la formación que impartimos en equipo a nuestros estudiantes. Probablemente, todos los estamentos de la universidad se focalizarían en conocer las demandas de la sociedad y articularíamos mecanismos para adecuar nuestra formación rápidamente a dichas necesidades.

Pero para eso, deberíamos tener claro que ese es nuestro objetivo, ya que como decía Séneca, “ningún viento favorece al que no sabe dónde va”.   

Constantinopla y el pacto de educación

constantinopla

(Publicado en el Diario Información el 6/2/18)

Hay historiadores que afirman que Tolkien se basó en el asedio y caída de Constantinopla para relatar su particular visión de la batalla del abismo de Helm. En Helm, los pueblos libres luchaban contra un terrorífico ejército de orcos, mientras en Constantinopla eran los restos del antiguo imperio romano de Oriente los que se enfrentaban a la amenaza turca. Ambas historias a pesar de sus similitudes depararon distinta suerte a defensores y atacantes. Constantinopla cayó en manos turcas, a pesar de una valiente defensa, que curiosamente quedo sepultada por una leyenda en la que se afirmaba que, mientras los turcos asediaban la ciudad, los habitantes de la misma junto a los más prestigiosos filósofos se dedicaban a debatir acerca del enigma del sexo de los ángeles.

Parece poco probable que, enfrentados a un cruel destino, los habitantes de Constantinopla se dedicaran a otra cosa que fuera reforzar las defensas de la ciudad tras cada ataque artillero de los turcos. Pero, si para los habitantes de Constantinopla su principal temor era perder su ciudad, también es cierto que una de las cosas que más nos preocupa a los ciudadanos españoles es nuestra educación y la de nuestros hijos. Parece que todo el mundo está de acuerdo en la necesidad de un pacto educativo que permita definir un modelo educativo a largo plazo mucho más allá de los cuatro años que dura un gobierno electo. Se apunta sin duda, que la educación debe estar por encima de diferencias políticas y no tal como ha ocurrido hasta ahora, que con cada cambio de gobierno se proponga una derogación de la ley anterior y una nueva ley que en muchos jamás llega a desplegarse con sus objetivos principales. Y es que desgraciadamente, aspectos accesorios son considerados fundamentales por unos y otros, de forma que se imposibilitan consensos.

En primer lugar, no debemos olvidar jamás que la educación es una forma de romper las injusticias sociales y una de las mejores formas de mejorar en la sociedad. No es una afirmación sin contrastar, los trabajos de investigación han demostrado con datos que, con un mayor nivel de educación, una persona consigue obtener un mayor nivel de renta que si no tuviera esa formación.

Además, el progreso de nuestra sociedad no sólo depende de las innovaciones que propongamos nosotros, sino de la buena educación que demos a nuestros hijos para que puedan ellos seguir innovando. Ambos datos demuestran lo pernicioso que es para una sociedad como la española los altos índices de fracaso escolar. Pero, hay que ser valientes en la toma de decisiones contra este fracaso, y no limitarse simplemente a bajar el nivel, sino mejorando el modelo educativo. Un reciente informa apuntaba que los profesores perdían un veinte por ciento de su tiempo en poner orden en clase y que la disciplina en el aula era un aspecto que mejoraba la educación mucho más allá que los caros recursos de disminuir la ratio “número de alumnos alumnos/profesor”. Pero apenas hay voces que defienden esa disciplina y esa autoridad del profesor, no sea que les califiquen de franquistas, ya que queda mucho más “guay” hablar del profesor amigo.

Y es que una parte fundamental en la educación es el profesor. Los modelos educativos con mejores resultados se centran en la importancia del profesor más allá de tratar descubrir el sexo de los ángeles debatiendo acerca de la eliminación de la religión o de los conciertos o sobre el número de minutos de una asignatura que se deben impartir. Prefieren invertir sus esfuerzos en una mejor formación de los profesores. Parte de esta idea viene con la interesante propuesta del MIR educativo al estilo del que hacen los médicos españoles, modelo del que estamos bastante orgullosos.

Tampoco hay que olvidar los mecanismos de evaluación y la publicidad de los resultados educativos. Hay cierto temor de evaluar y comparar cursos, colegios, comunidades. No debería ser así, ya que sólo aquello que se puede medir se puede mejorar.

Pero, a veces cuando leo alguna propuesta de alguno de los grupos, que con su sectarismo parece imposibilitar la llegada a acuerdos me acuerdo de los ciudadanos de Constantinopla y su debate sobre el sexo de los ángeles. Afortunadamente no pierdo la esperanza de que, al igual que en el abismo de Helm, prime el interés común y se lleguen a acuerdos para acabar con esa lacra en forma de orco que es el fracaso educativo.

El diabólico calendario escolar

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(Publicado en el Diario Información el 25 de Mayo de 2017)

Cuando el rey espartano Leónidas decidió detener a los invasores persas en el estrecho desfiladero de las Termópilas, le comentaron que su plan tenía un punto flaco, la existencia de un paso montañoso que podía facilitar a sus enemigos rodearle. Para evitarlo, Leónidas dejó un contingente de soldados focidios para proteger dicho paso, mientras él y sus espartanos se dirigieron a defender la entrada principal del desfiladero. Tras casi seis días de feroz e infructuoso combate, el rey Persa Jerjes fue informado de la existencia de aquel paso montañoso y no dudó en mandar una pequeña parte de su ejército por allí para rodear a los bravos espartanos. Mientras éstos habían estado seis días lechando sin parar, los focidios habían tenido un prolongado y placentero descanso. Totalmente desconectados del ambiente guerrero, cuando los persas llegaron, no pudieron hacer otra cosa que huir, condenando las posibilidades de triunfo de los espartanos.

Si nos alejamos del ambiente guerrero de las Termópilas y nos centramos en la dedicación de nuestros estudiantes, podríamos decir que no es bueno, ni el modelo espartano de una exigencia continuada, ni el de los focidios, con un descanso tan largo que les hace olvidar que estaban allí para luchar.

El Consell acaba de aprobar el calendario escolar para el curso que viene.  Como en todos los años pasados, en España en general y en la Comunidad Valenciana y Alicante en particular, hemos preferido definirlo totalmente dependiente de la luna llena.

La luna llena es la que desde el siglo VI define las fechas de la Semana Santa, siguiendo los trabajos del monje y matemático Dionisio el Exiguo. Así, la Pascua de Resurrección puede celebrarse entre el 22 de marzo y el 25 de abril.  Eso no sería más problema si a los preceptivos cuatro días festivos de la Semana Santa, en la Comunidad Valenciana no le añadiéramos ocho días más para vacaciones escolares por la Pascua y en Alicante cuatro días más por la celebración de la Santa Faz. Por ello, este modelo de calendario puede llegar a suponer de hecho, dos semanas y media sin actividad escolar en un momento lo suficientemente cercano al final del curso. En localidades como San Vicente del Raspeig o Alcoy puede ocurrir lo mismo debido a la festividad de San Jorge.

Los períodos tan largos de falta de actividad pueden ser bastante negativos de cara a la productividad del estudiante, además de complicar notablemente la planificación del curso para los profesores.

En Europa, en la mayoría de los países se ha adoptado un calendario más racional, con una semana de descanso tras cada dos meses de actividad escolar. Esto permite a los estudiantes, tomarse un respiro que no es lo suficientemente largo como para que se convierta en desconexión.

Aquí, la desconexión se repite todos los años. Ignoro si es causante, aunque sea parcialmente, de nuestros números de fracaso escolar, pero sí que considero que no es beneficiosa en ningún caso. Por mi parte no me atrevo a poner en duda los cálculos de Dionisio el Exiguo de hace más de mil quinientos años, para definir el día del domingo de Resurrección. No obstante, sí que considero que nuestros dirigentes  podían plantearse estudiar diferentes alternativas a los calendarios actuales, valorar como les está funcionando a los que utilizan otros modelos y si sería positivo aplicarlos en nuestra Comunidad.

Es posible, qué si a Leónidas le dieran una segunda oportunidad, no hubiese dejado tanto tiempo desocupados a parte de su ejército, haciéndolos inútiles cuando más falta le hacía. Pero se observa que los tiros no van por ahí y parece que los dirigentes del Consell, actuales y pasados, no ponen en duda el modelo y que sus mayores preocupaciones son otras. Tantas, que parece que hasta se habían olvidado de incluir como festivo el día 19 de marzo, obviamente, error rápidamente subsanado, ¡menudos son ellos con las fiestas de la Capital!

 

 

Bonig y Marzà en el 36

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“El deslizamiento hacia los extremos es una tentación que solo resisten los fuertes y éstos no suelen constituir mayoría”, es una frase que el entonces diputado de la CEDA, Jesús Pabón, escribió en los momentos previos a nuestra guerra civil. Eran momentos en los que el diálogo entre partidos diferentes desapareció como herramienta política y se cambió por los gestos ostensibles, insultos de todo tipo y el menosprecio al contrario. Queda en la historia el famoso enfrentamiento en las Cortes entre los diputados Calvo Sotelo y Dolores Ibarruri, que según algunas fuentes acabó con la frase de esta última amenazando al primero de que aquel había sido su último discurso.

No me gusta mirar atrás para que esa visión permita poner en riesgo nuestro futuro, pero sí que es importante que no olvidemos los errores cometidos y por supuesto que aprendamos de ellos.

No pude más que recordar aquellos tristes sucesos tras el lamentable espectáculo que ofrecieron muchos diputados del gobierno y del Partido Popular en la sesión de las cortes acerca de las propuestas de cierre de aulas en colegios concertados.

El espectáculo se inició con la aparición de todos los diputados populares ataviados de una camisa blanca, casualidad según ellos pero que se enfrenta a toda la teoría probabilística. Luego con la portavoz del PP, señora Bonig, colocando una camiseta reivindicativa en el estrado de oradores. No hace falta irse muy atrás en la hemeroteca para comprobar las opiniones de unos y otros acerca de la política basada en lemas escritos en camisetas para darse cuenta que se han cambiado los papeles, Los ciudadanos no podemos dejar de asombrarnos.

La sesión continuó con los insultos a la corrupción del PP, las referencias en ambos sentidos a los mandamientos del “No Robarás y No mentirás”, las competiciones de ver quién es el más católico de la cámara. Como colofón final, la respuesta del síndic de Compromís, Fran Ferri, con  su “Es curioso que vistan con camisa blanca cuando están en la oposición, mientras que cuando gobiernan ponen ladrones de guante blanco”. El espectáculo circense  acabó con la salida en tropel de todos los diputados populares.

Los unos y los otros han dado un claro ejemplo de lo que no es política y mucho menos de lo que no es educación. Las políticas educativas son consenso entre todos, porque su alcance es mucho más superior a varios mandatos de un equipo de gobierno.

No obstante, la actual reducción de aulas en la concertada por parte del bipartito socialista-compromís puede ser entendida de la misma forma que cuando en mandatos anteriores, el gobierno popular las incrementó.  Parece demostrado que el coste por alumno de un aula concertada es menor que el de una pública, pero también es cierto que si hay vacantes en la educación pública no parece razonable concertar dichas plazas.

Además, creo que nadie debería sorprenderse de que esto iba a ocurrir si gobernaban ambos partidos. Otra cosa es que mucho de los que entonces los votaron, ahora se rasgan las vestiduras. Pero deberían aprender que más que ver los anuncios de televisión es razonable leer los programas electorales.

Pero no debemos olvidar que es razonable exigir al gobierno valenciano que hubiese sido más objetivo y menos sectario al decidir que aulas eran las que debería cerrar en primer lugar y que no se dedicase a hacerlo en las que tenían una demanda suficiente. Esto ha permitido que se aceptase algún recurso planteado por el tema.  Por supuesto, lo que no tiene ningún sentido es cambiar aulas concertadas por barracones.

Educación pública y concertada no son enemigos. La segunda se origina en los momentos en los que la primera no podía cubrir todas las necesidades de forma satisfactoria. Pero el discurso de los irresponsables es otro, parece que unas roban los recursos de las otras y ya hemos entrado en el espiral de los insultos, camisetas reivindicativas y manifestaciones. Nada de dialogo, nada de acuerdos, nada de educación y nada de mejoras en la calidad de la formación que reciben nuestros jóvenes.

Si me permiten pedirlo, yo exigiría a todos los diputados de las Cortes Valencianas que vieran el video de su actuación y escribieran una redacción sobre la misma. Si sintieran vergüenza, a lo mejor decidían trabajar conjuntamente y sosegadamente en el tema. Pero, si no sintieran vergüenza yo ya no podría dejar de estar preocupado al saber en las manos de quienes estamos.

 

 

Marzà y el hacha de Ricardo III

A estos colegios no se les ha privado del concierto en todas las aulas, sino que ha sido una cancelación parcial, con lo que va a dejar una patata caliente a los directivos de los centros que tendrán que decidir qué estudiantes continúan y quiénes no

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En una reciente visita a la Torre de Londres, el guía que nos acompañaba nos contó con todo detalle cómo se las gastaban algunos de los monarcas en los años oscuros. Uno de ellos, Ricardo III, muy conocido por la obra inmortal de Shakespeare, no dudó en eliminar bajo acusaciones de traición a aquellos que se le podían interponer en su camino. Los juicios no daban muchas garantías a los acusados, sobre todo si la acusación provenía del mismo rey. Aunque el final siempre era el mismo, parece que las ejecuciones podían ser más o menos dolorosas para el reo en función de los deseos del rey. En ocasiones, se utilizaban diversos métodos con el objeto de no solo acabar con la vida del reo, sino de hacer público su gran sufrimiento para que sirviera de escarmiento a otros posibles candidatos a ser conspiradores contra el rey.

Esas medidas ejemplares parece que se han aplicado desde la Conselleria a la hora de renovar los conciertos educativos de bachillerato con algunos de los centros que hasta ahora los tenían. Son unos 400 estudiantes los que deberán abandonar la opción de elegir colegio concertado para el curso que viene. La decisión de cancelar conciertos educativos puede ser más o menos discutible pero esperable en cualquier caso en una Conselleria bajo el control de Compromís. Quizá sean llamativos algunos aspectos que quizá la hacen menos comprensible y razonable. En primer lugar, comunicar esta decisión a tan solo un mes de que los colegios deban preparar los procesos de admisión les deja en una situación con escasas posibilidades de planificación. En segundo lugar, el que, tras un proceso complejo, en el que los centros han tenido que cumplimentar muchas propuestas de proyectos educativos, lo que parece que ha decidido qué colegio perderá las aulas es el nivel de valenciano que han elegido para su modelo educativo. También es curioso que los colegios que tienen una demanda mayor por parte de los padres, han sido los más castigados de manera maquiavélica en muchos casos. Digo maquiavélica, ya que, exceptuando algún caso, a estos colegios no se les ha privado del concierto en todas las aulas, sino que ha sido una cancelación parcial con lo que van a dejar una dolorosa patata caliente a los equipos directivos de los centros que tendrán que decidir qué estudiantes van a poder continuar en su colegio y quienes no. Parece que Marzà ha sido hábil. Su comunicado de cancelación de conciertos lo ha realizado casi en vacaciones, pero en un par de semanas la preocupación y posible enfado de muchos padres va a ser con el equipo directivo del colegio de sus hijos.

Mi lamento viene porque una vez más los conceptos de trabajo, estudio y resultados no se han tenido en cuenta para nada. Unos días de junio de todos los años, los estudiantes valencianos de bachillerato realizan el mismo examen de acceso a la Universidad. Es la única prueba objetiva que permite equiparar los resultados, más allá de juicios subjetivos como los de Ricardo III. Si uno comprueba los resultados de este año, se sorprenderá que muchos de los colegios castigados ocupan los primeros lugares con mejor nota en las pruebas de acceso a la Universidad.

Yo entiendo que los resultados deberían haber sido un criterio a tener en cuenta, ya que si se invierte en colegios concertados, hagámoslo en aquellos que debido a su modelo obtienen los mejores resultados. No ha sido así. Demasiado objetivo para los que probablemente prefieran anteponer el nivel de valenciano escogido por encima de las matemáticas, historia, y otras materias. Y lo que me preocupa es ver cómo en los resultados en la PAU, los colegios públicos no alcanzan los lugares de privilegio (sólo uno entre los diez primeros), pero eso el Consell creo que quiere mejorarlo simplemente al estilo Ricardo III, eliminando competidores en vez de proponer planes de mejora.

Ricardo, a pesar del trabajo de sus verdugos de la Torre, no pudo disfrutar demasiado de su reinado, ya que dos años, curiosamente los mismos que nos quedan para las próximas elecciones, después de ser coronado, moría heroicamente en la batalla de Bosworth.

No sólo de inglés vive el estudiante

«Hablan de horas de inglés, para esconder que realmente quieren decir horas de adoctrinamiento en valenciano.»

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(Publicado en el Diario Información el 24/03/2017)

Hace algo más de treinta años, tuve que tomar una de mis primeras decisiones sobre mi educación, fue la de elegir entre los idiomas francés e inglés. La mayoría de los estudiantes elegimos la segunda opción, parecía que había un runrún, no tan claro entonces como ahora, que indicaba que el inglés era cosa del futuro y que iba a ser la lengua predominante.

Tras aquella decisión, recibí nueve años con clases de inglés, siete en mi colegio (tres en la EGB y cuatro entre BUP y COU), más dos en mis primeros años de Universidad. He de reconocer que a pesar de la buena voluntad y capacidad de mis profesores, solo pude aprender algo de la gramática inglesa y a leerlo razonablemente. Sin embargo, aprender a hablar en un idioma junto a cuarenta compañeros parecía harto complicado.

En la actualidad, cada año parece más importante tener conocimientos de inglés para acceder a un puesto de trabajo. Esto ha generado una creciente obsesión en su aprendizaje, y que ha supuesto que ya no hay escuela infantil que no te garantice que junto al dibujo del perro que se cuelga junto a la pizarra, aparece la palabra “dog” (imagino que tras el decreto Marzà, debajo de la palabra “gos”).

A todo esto, hay que añadir el sinfín de cursos coleccionables de inglés en todos los formatos posibles, en alguno de los cuales yo he caído, más todas las academias que preparan ese duro aprendizaje del idioma de Shakespeare para los nativos de Cervantes. Por cierto, si uno observa a otros países cuya educación envidiamos, comprobaremos que la obsesión que tenemos en España por el idioma no existe, y que los mecanismos de aprendizaje van mucho más allá de la escuela.

Pero como parece tan necesario el inglés para el futuro de nuestros hijos, el Conseller Marzà lo ha utilizado como gancho para conseguir que se elijan las líneas con mayor inmersión en valenciano. Es curioso que algo tan complejo como la educación, se haya reducido al binomio valenciano-inglés. Parece que el resto de asignaturas importan un pimiento para la formación. De hecho, ya se dice que algunas asignaturas pueden perder cierto contenido al ser impartidas en valenciano o inglés para no nativos.

Por mi parte, me voy a permitir romper una lanza a favor de las materias que van a sufrir el absurdo proceso de inmersión lingüística al que nos pretenden someter Ximo Puig y Vicent Marzà. Sólo hay que observar las ofertas de trabajo actuales y los porcentajes de inserción laboral de los diferentes estudios universitarios, para observar la alta demanda de ingenieros, matemáticos, físicos y similares. Algo que les une a todos ellos es la necesidad de asignaturas que parecen olvidadas, por no decir denostadas. Las matemáticas, la física, la química, la programación tienen en común que obligan al estudiante a aplicar su ingenio, a aprender a solucionar problemas nuevos cuya solución no pueden memorizar, e incluso me atrevería a decir que ayudan a obtener el sentido crítico de lo verdadero.

Yo me he inclinado siempre por las matemáticas, siempre me ha fascinado el continuo reto que supone cada nuevo problema, ese afán de superación al que te obligan.

Pero a los políticos que gobiernan la Comunidad, todo esto no parece importarles. Hablan de horas de inglés, para esconder que realmente quieren decir horas de adoctrinamiento en valenciano.  Lo demás ha pasado a segundo o tercer plano. Que no nos engañen, más horas de inglés no implica un salto de calidad notable en su aprendizaje, por mucho grado de conocimiento que la Consellería certifique. Me lo comentaba la semana pasada un importante reclutador de recursos humanos, el inglés es muy importante, pero la ventaja es que su conocimiento se puede adquirir razonablemente con una estancia en el extranjero, mientras tanto, el razonamiento y capacidad de solucionar problemas nuevos que te proporcionan las matemáticas no es tan fácil de obtener.

 

La inevitable huelga educativa primaveral

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(Publicado en el Diario Información el 9/03/17)

Como todos los años, con el deshielo y la llegada de los primeros rayos de sol primaverales, es inevitable asistir a un día de huelga educativa para protestar por algo. Ese algo puede ser un objeto en concreto o algo más difuso que en ocasiones, hay que tratar de aderezar con el sonido de un megáfono y los sempiternos lemas de “No a la privatización de la enseñanza pública” o el de “Empresas fuera da la Universidad” para darle algo de sentido.

Es cierto que el Partido Popular, con el mandato del singular ministro Wert ha facilitado durante muchos años, la existencia de huelgas educativas, pero quizá la convocada para este marzo parece poco razonable. Se vende como una huelga contra la LOMCE, proyecto de ley que va camino de la destrucción en sede parlamentaria y actualmente en negociación del modelo que la debe sustituir, esperemos que con cierto consenso. Es llamativo que uno de los argumentos que enarbolan los líderes sindicales es que han sido las manifestaciones en la calle las que han conseguido cambiar las cosas, cuando fue el resultado de las últimas elecciones las que hicieron al Partido Popular cambiar un modelo que sabía que no podía llevar a cabo unilateralmente.

En general, el gran error de los políticos es pensar que pueden escribir una ley educativa sin consensuar y pensar que la van a poder imponer sin que sus sucesores la vayan cambiar. Le ocurrió a Wert y probablemente le ocurra al conceller Marzà con su decreto del plurilingüismo.

Por primera vez, se está tratando de consensuar cierto pacto educativo entre los principales partidos, Partido Popular, Ciudadanos y Partido Socialista, que si llega a buen fin puede dar una solución estable a nuestra Educación, que necesita como el agua de mayo tranquilidad y proyectos a largo plazo.

Otros prefieren la calle, el hacer ruido, porque son incapaces de llevar protestas con cierto fundamento escritas en un documento. En la calle se sienten cómodos porque sus incongruencias parecen notarse menos. Los mismos que se manifestaban en contra del modelo universitario del 4+1 (4 años de grado más uno de máster), ahora se manifiestan en contra de la propuesta alternativa que es el 3+2, más en la línea que ha seguido Europa. Parecen desconocer, que el problema en sí, no es el cuatro o el tres, sino el coste de la matrícula del máster (me aseguran que a algún sindicato hasta se les ha olvidado preguntar al respecto a su sección sindical universitaria, y por ello muestran un grave desconocimiento).

Por supuesto, en la justificación de la huelga se halla el pedir más de todo, más medios, más profesores y administrativos y en algunos casos menos exigencias para obtener los títulos. Por supuesto, en la Comunidad Valenciana se reafirman que es una huelga contra el gobierno central y los que les apoyan, no sea que se molesten sus amigos del Consell, que, por cierto, son los que deben financiar la educación en la Comunidad Valenciana. También es llamativo, la escasa referencia a la libertad recortada por el decreto de plurilingüismo, sin duda alguna  uno de los mayores golpes a la educación pública dado por algún gobierno.

Me parece grave que alguno de estos convocantes diga que perder un día de clase no supone nada. Quizá no aprobara matemáticas en la ESO, ya que, por reducción, si con un día de clase no pasa nada, con dos tampoco y así hasta el infinito.

Por cierto, no busque en ninguna de sus propuestas medidas como la recuperación de la autoridad del profesor (no les tachen de franquistas) y por supuesto ninguna medida de evaluación de los institutos o universidades. Medidas que nos permitirían conocer si están realizando bien su trabajo y podamos comprobar si uno de los objetivos principales, como es el de conseguir una buena formación de los estudiantes que les permita ocupar un buen puesto de trabajo se logre (vamos y que los llamen liberales).

El viernes, la huelga se habrá olvidado. Unos cuantos chavales (muy pocos) se ufanarán el fin de semana de su lucha por colocar un piquete en la puerta de la Universidad y otros habrán tenido un día sin clase. Espero que la mayoría pueda tener la libertad de ir a clase, si así lo desea y reserve las protestas para cuando realmente sean justificadas.

 

Los hechiceros de Compromís

Lo único que se valora es el hablar valenciano antes que nada

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(Publicado en el Diario La Verdad el 4/12/2016)

Las cuatro plumas es una famosa novela de principios del siglo XX. Narra las aventuras y desventuras coloniales de unos soldados ingleses en el Sudán. Ha sido llevada al cine hasta en siete ocasiones, siendo sin duda mi favorita la que dirigió Korda en 1939 y que varias generaciones pudimos ver en innumerables sábados por la tarde. La historia que cuenta es la de un soldado que para poder casarse, se licencia del ejército justo en el momento que va a partir hacia la guerra. Sus compañeros y hasta ese momento amigos, le dan cada uno de ellos una pluma blanca en símbolo de reproche por su cobardía. A partir de ese momento, el joven inicia una serie de peligrosas aventuras para recuperar el honor perdido.

Uno de los hechos históricos que narra la película es la batalla de Omdurman, claro ejemplo de enfrentamiento entre fanatismo y tecnología. En la misma, miles de fanáticos derviches(sudaneses) armados con espadas, lanzas y fusiles parecidos a los utilizados en las fiestas de moros y cristianos, se lanzaron a campo abierto contra el ejército inglés armado con modernos fusiles, ametralladoras y cañones. Los derviches fueron al desastre bastante confiados, ya que parece que su líder espiritual les había prometido que estaban protegidos por un encantamiento.

Algo más de un siglo más tarde, en un mundo con un mercado laboral cambiante y cada vez más exigente, había cierta expectación por cuales iban a ser las acciones que iba a tomar el Conseller de Educación, Vicent Marzá. ¿Tendría un buen plan para mejorar la preparación de nuestros jóvenes, como han hecho en otros lugares, o algo más parecido al encantamiento del líder derviche?

Yo deseaba más inversión, más autonomía para los centros pero a su vez más evaluación de su desempeño, enseñanza de lenguas extranjeras, medidas contra abandono escolar, impulso de la Formación profesional, y modernización e internacionalización de la universidad. Desgraciadamente en Compromís han preferido los encantamientos derviches, primero en forma de lucha absurda contra la educación concertada (máxime vistos los resultados del último selectivo) y ahora en su decreto por el plurilingüismo. En éste, básicamente lo único que se valora en los centros educativos es el hablar valenciano antes que nada. En ocasiones, parece que hasta potencia la discriminación del castellano. Así, han elegido incrementar la inmersión lingüística, con medidas, que por mucho que algunos fieles al bipartito gobernante quieran esconder, serán de obligado cumplimiento en toda la Comunidad. Y cuando otros indicaban que estas cosas sólo se les ocurren en Valencia, llega Natxo Bellido, portavoz de Compromís en el Ayuntamiento de Alicante, e indica que los funcionarios deben hablar en valenciano para poder recuperar la autoestima.

Al menos, de momento parece que no van a dar plumas blancas a los que sigan utilizando el castellano, aunque todo es cuestión de tiempo.