Publicado en el Diario Información el 10.11.2010
N o consigo que mis hijos vean una película de blanco y negro conmigo, las ven extrañas y posiblemente algo del pasado. Incluso a veces se preguntan porque películas actuales tengan parte de su metraje en dicho color. A mí me traen buenos recuerdos, recuerdos de otro tipo de cine y sobre todo de las películas de aventuras que veía los sábados por la tarde. Yo tenía especial predilección por aquellas que trataban sobre temas históricos, en los que inevitablemente profundizaba y contrastaba, ya por mi cuenta, accediendo a alguna enciclopedia. Una de estas películas, La carga de la brigada ligera, llamó considerablemente mi atención, de hecho el póster de dicha película decoró mi habitación en mi época de estudiante. La escena más famosa de la misma era la carga heroica de caballería comandada por Errol Flynn frente a unas baterías de cañones que los aniquilaban por completo.
Mucho más tarde puede leer sobre aquella batalla, que aparte de dejar para la posteridad un famoso poema, fue un claro ejemplo de desorganización, mala preparación, errores en la estructura de mando y disputas personales. Todo eso condujo a una brigada de caballería a cargar contra una posición bien defendida en vez de contra unos enemigos que se retiraban en el otro lado del campo de batalla.
Mucho menos sangriento es sin duda alguna, el cierto revuelo que se ha formado por el anuncio de la Conselleria de Educación de trasladar los exámenes de septiembre a los meses de junio o julio. La propuesta de la Conselleria se soporta fundamentalmente en los pobres resultados de los alumnos en las pruebas de septiembre y en la dificultad organizativa de cada inicio de curso. Rápidamente los sindicatos han apuntado que el cambio no debería suponer un incremento del trabajo del profesor y alguna asociación de padres ha apuntado que este modelo puede incrementar los días sin colegio para los buenos estudiantes.
Todos los comentarios tienen su parte de razón, pero quizá obviamos la principal de las partes y es el motivo de la educación, las clases y los exámenes. Los exámenes forman parte del proceso educativo y tienen como objetivo comprobar los conceptos que ha asimilado el alumno. En sí, el calendario escolar no debería ser planteado como un calendario de guardería cuyo objetivo sea que los menores tengan una ocupación, aunque eso no descarta la conveniente organización de actividades alternativas que permitan a los padres compatibilizar su trabajo con el cuidado de sus hijos.
Los apuntes sindicales ponen de manifiesto cierta creencia negativa acerca del trabajo de los profesores. Yo no comparto su teoría, a los docentes que conozco sé que desean lo mejor para los alumnos con los que han convivido durante un curso y que no les importará la realización de clases de repaso o exámenes adicionales si esto redunda en el beneficio sus alumnos.
Inicialmente a mí me ha gustado que al menos se proponga una medida concreta ante las altas cifras de fracaso escolar, ya que venimos de una situación de cierta desorganización entre Ministerio y Conselleria (como en la carga de la brigada ligera) y cuyas principales propuestas han consistido, por un lado, en imponer una asignatura que debería ser transversal como Educación para la Ciudadanía y, por otro, a contraatacar con su impartición en inglés, e incluso la aparición del chino como optativa.
El traslado de los exámenes de septiembre a junio, así como la inclusión de clases de repaso en el mismo centro trae una serie de ventajas que no podemos obviar. Por un lado permite que sea el mismo profesor que conoce la asignatura y al estudiante pueda incidir en los aspectos que considere importantes con tal de que el alumno pueda superar dicha asignatura. Por otro lado, los aspectos organizativos del centro para poder planificar el curso siguiente se simplifican y también permite conocer antes al estudiante cuál es su situación.
Hay otra que no se ha comentado pero que creo que también es importante, el traslado de los exámenes a junio/julio permite dotar al estudiante de unas vacaciones reales que le permiten descansar y afrontar el curso siguiente con mayores garantías.
Por otro, al perder septiembre se pierde la posibilidad que utilizaban algunos estudiantes de intentar repescar alguna asignatura dedicando los meses de verano. No obstante, las frías estadísticas indican que los porcentajes de recuperaciones en septiembre son tan pequeñas que lo desaconsejan como modelo.
Considero que lo más trascendental no es la fecha de los exámenes, hay otros aspectos de mucho más calado. Pienso que deberíamos plantearnos realmente cuál es el modelo educativo que queremos para los españoles. Se ha desterrado la cultura del trabajo y del esfuerzo, el afán de superación en aras de no se sabe muy bien qué. Hay que volver a plantear la duración del Bachillerato, insuficiente con el modelo actual de dos años. Hay que invertir más en educación, como han hecho el resto de países de referencia, y sobre todo hay que hacer mucho más eficiente esa inversión. Hay que recuperar la importancia del profesor como transmisor de conocimiento y de valores. También hay que intentar aunar los modelos educativos y que no tengamos uno por autonomía sino un único modelo pactado por los partidos nacionales que permitan cierta estabilidad imprescindible para algo como la educación, cuyos cambios afectan a varias generaciones.
Quizá de aquí unos años los exámenes de septiembre sean tan «antiguos» como lo son para mis hijos las películas en blanco y negro, lo que deseo es que la importancia de la educación nunca sea obsoleta.