Arturo Pérez Reverte escribió una historia sobre cientos de personajes anónimos que, un día cualquiera, decidieron que ya estaba bien de aguantar la invasión y la chulería de las tropas de Napoleón. Parece que el levantamiento del dos de mayo en la Madrid ocupada del 1808 fue algo espontáneo e improvisado, aunque algunos autores dibujaron un posible complot con el objeto de precipitar dicho alzamiento. Todo se inició con el rumor del traslado forzoso del último miembro de la familia real que todavía permanecía en Madrid. Aquello inició un día de cólera popular, con una serie de luchas callejeras contra el invasor francés y que finalizó con la entrada del general Murat con sus tropas en Madrid y con la brutal represión posterior. Murat creyó que con aquella represión habría acabado con los ímpetus españoles, ocurrió todo lo contrario, aquel día de cólera fue el inició de la guerra de Independencia española que acabó con el ejército francés huyendo a uña de caballo a través de los Pirineos.
Vino a mi mente esta novela cuando un empresario amigo me comentaba que era imprescindible que los alicantinos despertáramos de una vez, ante tanto desprecio por parte de los gobiernos socialistas de Sánchez en Madrid y Puig en Valencia. Yo le contesté que a lo mejor hacía falta un día de cólera, pero sin los mamelucos bajando por la plaza de los Luceros. Creo que no entendió mi símil, pero sí que estábamos de acuerdo de que, dado el carácter que tenemos los alicantinos, quizá haga falta algo que nos quite la venda y podamos ver con claridad como estamos siendo castigados en forma de presupuestos raquíticos por el gobierno del socialista Sánchez.
Es necesario algo de didáctica para explicar que esa falta de inversión en papel y después en una escasa ejecución de las obras presupuestadas hacen que, las infraestructuras que necesita la provincia para dar un salto de calidad jamás sean ejecutadas. Pero no solo es eso, las infraestructuras que se realizaron hace algunas décadas también sufren un desgaste peligroso.
Yo no sé ustedes, pero yo ya estoy cansado, por ejemplo, de escuchar hablar una y otra vez de la conexión ferroviaria con el aeropuerto de Alicante, del tren de la costa y alguna actuación más que jamás pasan más allá de los titulares de un periódico. Eso sí, escuchar hablar a Ximo Puig en Corts Valencianes sobre estos proyectos sin que se le caiga la cara de vergüenza, demuestra que podría dedicarse al séptimo arte, oscureciendo incluso al gran Laurence Olivier.
Subir al tren que une las dos ciudades más grandes de la provincia de Alicante es como formar parte del reparto de un episodio de la serie de televisión “Cuéntame”, y ya no digo nada de la línea Alcoy-Xàtiva.
Ahora, cuando el gobierno socialista vuelva a imponer los peajes, también volveremos a darnos cuenta de que las carreteras que unen la provincia tampoco son tan buenas, sobre todo en la costa.
Los números son incontestables, Alicante está a la cola de inversión del gobierno central. El socialista Puig ya ha dicho que es consciente de eso y ha prometido que nos va a compensar con las migajas del presupuesto valenciano. Seguro que será como ocurrió con el reparto de los fondos de la AVI, en los que la provincia de Alicante salió incomprensiblemente malparada. Tras las quejas de universidades y empresas alicantinas, el president Puig dijo que algo haría, y poco debió hacer porque en el siguiente reparto volvió a ocurrir lo mismo. Y es que parece que los alicantinos no aprendemos.
El empresario amigo, antes de despedirse, me dijo que sí que sería necesario un día de cólera como el que yo había dicho. Yo le contesté que no había mejor momento para expresar la cólera alicantina que el día de las elecciones, ahí es dónde verdaderamente duele.