Elegir el momento y lugar para desarrollar una batalla inevitable son obviamente decisiones clave en el desarrollo de la misma. Una de las grandes virtudes de Napoleón Bonaparte era precisamente el ser capaz de conducir a sus enemigos al cuando y dónde él quería luchar.
El general chino Sun Tzu dejó en una de sus recomendaciones “Ganará quien sabe cuándo luchar y cuándo no luchar”. En esas están tres presidentes autonómicos a la hora de decidir si agotan su mandato o adelantan las elecciones para conseguir una victoria que ahora puede ser segura pero más adelante no. Ximo Puig en la Comunidad Valenciana, Juan Manuel Moreno en Andalucía y Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León niegan una posible convocatoria que seguro están estudiando. Todo ello bajo la atenta mirada de sus “jefes” Pablo Casado y Pedro Sánchez que ven como las batallas autonómicas pueden incidir decisivamente en las elecciones generales. Pero la última palabra la tienen los presidentes autonómicos, y tal como también decía Sun Tzu “Si la lucha asegura la victoria, entonces debes luchar, incluso si el gobernador lo prohíbe; si la lucha no asegura la victoria, entonces no debes luchar incluso por orden del gobernante”.
La situación actual, todavía envueltos en la crisis sanitaria y económica producida por el COVID-19, invita a dedicar todos los esfuerzos gubernamentales precisamente para mejorar la vida de los ciudadanos en este duro momento, más que en arriesgados cálculos electorales.
Pero va a dar igual, el presidente del gobierno tiene siempre la potestad de elegir el cuándo. Lo hizo Ximo Puig en las pasadas elecciones, adelantándolas un mes para precisamente hacerlas coincidir con las del ascendente entonces Pedro Sánchez. La jugada le salió bien y consiguió rascar unos diputados adicionales con el viento a favor de las generales, que le han permitido formar gobierno a pesar del disgusto de sus socios de Compromís.
En aquel momento no había motivo para adelantarlas un mes, pero siempre se va a poder justificar por el previsiblemente beneficiado y criticar por su oponente. El votante no suele castigar esos adelantos electorales y si no que se lo digan a Isabel Díaz Ayuso, que con su adelanto de elecciones en Madrid consiguió una apabullante victoria y de paso revivir a su entonces atribulado partido. Puig puede buscar cualquier excusa para el adelanto electoral. La incompetencia y ganas de protagonismo de sus socios de gobierno prácticamente se los dan todos los días. De hecho, cada vez se observa a algunos diputados y cargos socialistas molestos con las ocurrencias de Compromís y Podemos, que sin embargo antes aplaudían.
Obviamente el cuándo y dónde no solo son claves para la victoria, también lo es cómo desarrollas tu estrategia en esos meses que van desde la convocatoria electoral hasta el día que los ciudadanos depositan su voto. Son meses muy intensos donde la habilidad comunicativa y pequeñas estratagemas pueden ser decisivas. Por ejemplo, la comunicación sobre la llegada a varios ministerios con sobres con balas y navajas durante la campaña de Madrid, consiguieron probablemente el efecto adverso al deseado.
Es como le ocurrió a Napoleón en Waterloo, que fue capaz de maniobrar para elegir el momento de la batalla y tener a sus adversarios británicos y prusianos en el lugar que quería, sin embargo, una pertinaz lluvia impidió que su artillería pudiese desarrollar su temible eficacia y finalmente fue derrotado. Algunos historiadores dicen que aquella lluvia cambio el destino de Europa, por eso se entiende las dudas de Puig y otros presidentes autonómicos a pulsar el botón rojo. Nunca se sabe cómo y cuándo va a llover en esos tres meses tan largos.