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(Presentado en el programa de radio UA el Corsario Digital, el 13/03/2017)

Las chapuzas del tripartito han conducido a un suceso que nadie, ni siquiera las más imaginativas películas de Berlanga, podían imaginar. Casi setenta y cinco años después de la famosa batalla de Krasni Bor, en Alicante se ha cambiado el nombre de una plaza y se le ha vuelto a colocar la placa con el nombre de la División Azul. En Krasni Bor apenas 5.900 soldados españoles de la División Azul con armamento ligero, mantuvieron a raya a 44.000 soldados soviéticos apoyados por gran cantidad de artillería y tanques. Aquello quedó como una gesta para muchos, como algo casi imposible.

No obstante, lo que ocurrió el viernes en Alicante tenía muchas menos probabilidades de suceder que lo que pasó en Krasni Bor. Ese día, el tripartito, con destacadas personalidades de Compromís al frente, montó una protesta, imagino a que a sí mismos, que acabó con la orden, dada por ellos, de que se colocara de forma visible en Alicante una placa en honor a la División Azul.

Desgraciadamente, un barrio olvidado por los sucesivos equipos de gobierno, con serios problemas de deterioro y muy necesitado de actuaciones de rehabilitación y dotación de infraestructuras, solo ocupa las mentes de estos concejales del tripartito por la polémica del nombre que se da a su plaza más emblemática.

Los alicantinos no dejamos de asombrarnos por la capacidad del tripartito de cometer error tras error, sobre todo en las áreas que competen a los concejales de Guanyar y Compromís. El alcalde Gabriel Echavarri tuvo que tragarse el sapo de la orden judicial al respecto, y apenas pudo decir que “Las cosas no se habían hecho bien”.

No, no se ha hecho bien. Tampoco lo hizo el Partido Popular cuando tuvo mando en plaza. La sociedad española en general y la alicantina en particular no es franquista. De hecho, Franco parece sólo sobrevivir en las mentes de los que no saben construir y sólo saben luchar contra algo.

El cambio de nombre de calles es una molestia que yo considero necesaria en algunos casos, cuando las personas a las que se han dado el nombre de las mismas no las merecen. La ley de Memoria Histórica, sin ser un prodigio de exactitud, sí que fijaba claramente algunas calles cuyos nombres se deberían sustituir. En otros casos podría quedar más difuso y el resto de los planteados por el tripartito, directamente ni los referencia.

El tripartito tenía cuatro años para abordar este tema. Lo podría haber realizado con asesoramiento de expertos y con consenso en una gran parte de las calles afectadas. Prefirió el decreto en vez del dictamen del pleno, las prisas al bien hacer.  Incluso tuvimos que sorprendernos e indignarnos al ver las placas con faltas de ortografía o como se dedicaban calles a alicantinas de renombre, como el caso de la gimnasta Estela Giménez, y se les olvidaba invitarlas a la inauguración.

Tanta incompetencia fue presa fácil de la oposición. Recurso, auto judicial y a desandar el camino andado. En vez de asumir el error, muchos de los concejales del tripartito empezaron a calificar de franquista hasta el apuntador. Da igual, la historia ha acabado con la concejala de Compromís, María José Espuig, llorando como incompetente lo que no supo gestionar como diligente y haciendo referencia al No-Do (algo que la mayoría de jóvenes ya no sabe qué es lo que es). 

Paradojas de la vida, los últimos divisionarios que volvieron de Rusia, fueron prácticamente ocultados e ignorados por el régimen franquista. Curiosamente ha sido el tripartito el que les ha rendido un pequeño homenaje a regañadientes volviéndoles a dar su nombre a una de las plazas emblemáticas de la ciudad. Quizás, esta historia más que berlanganiana (por cierto, Berlanga fue uno de los miembros de la División Azul), parece una película de Ozores. No puedo dejar de imaginar al alcalde pensando en sus compañeros de gobierno con la frase “Cáspita vaya tropa”.

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