(Publicado el 15 de Septiembre de 2017 en el Diario Información)
Una joven con una mochila enorme y con una sonrisa mucho más enorme, me pregunta donde está uno de los edificios de nuestra Universidad. Es el primer día de este curso, y como todos los años, unos cuantos miles de nuevos habitantes se incorporan a la vida del campus universitario, para dar compañía a los que siguen estudiando y relevo a los que el año pasado acabaron. No puedo evitar observarla como se aleja, muy probablemente hacia su primera clase, y pienso en la enorme responsabilidad que tenemos tanto los docentes en dar sentido a esa enorme ilusión que los estudiantes depositan en nuestra Universidad.
Aquella joven iniciaba ese día un viaje, que seguro espera acabar unos cuatro años más adelante con la consecución de un título. Quizá lo más importante de ese viaje no es otro que graduarse. Yo no estoy totalmente de acuerdo. Kavafis lo expresaba magistralmente en su poema Ítaca, lo más importante del viaje no es el puerto de llegada, sino el viaje en sí, todas las experiencias que incorporas, todos los retos que superas y las amistades que sin duda harás.
Es muy probable que la mayoría de estudiantes inicien su viaje pensando que les va a mejorar sus posibilidades de trabajo. Esto parece cierto en base a las estadísticas que apuntan la mayor empleabilidad de los universitarios sobre los que no lo son. También es cierto que cada vez existe una mayor sobrecualificación y muchos graduados ocupan puestos de trabajo muy por debajo de su formación. Por eso yo considero muy importante que el estudiante no solo se debe conformar con llegar al destino del viaje y obtener su título, ya que muchos como él o ella también lo van a hacer, debe realizar actividades de todo tipo, que incrementen no solo su formación, sino que le aporten habilidades para, como se diría en argot futbolístico, “incrementar su cláusula de rescisión“. Facilitar esa formación complementaria o mejorar lo que hacen el resto de universidades es nuestra obligación.
Mientras algunos piensan que lo importante es ofrecer un amplio abanico de títulos en todas las universidades para que el estudiante pueda estudiar lo que le guste, otros apuestan por la impartición de la docencia en lenguas autóctonas. Son opiniones interesantes y respetables, pero también hay que entender que en un mercado capitalista como el que vivimos quizá puedan no ser valoradas. Por eso yo me inclino a considerar como fundamental la empleabilidad de nuestros egresados por encima de estas cosas. Es un tema complejo y que genera mucha controversia ya que existen opiniones de todo tipo más o menos románticas, más o menos interesadas, más o menos politizadas, pero pocas tan objetivas y medibles como la empleabilidad.
Es algo fácil de medir, pero complejo de conseguir en muchos casos ya que supone un esfuerzo notable de conocer, e incluso anticipar, las demandas del mercado. Por supuesto también hay que ser muy ambiciosos para conseguir no solo formar buenos profesionales, sino lograr que sean mejores que los que forman el resto de universidades. Estoy seguro que un buen incentivo para potenciar la empleabilidad de los egresados sería que éste fuese uno de los parámetros utilizados para financiar a las universidades.
Mientras esto ocurre, yo animo a los estudiantes a conocer el mercado de los puestos de trabajo que les gustaría ocupar y a realizar aquellas actividades complementarias o incorporadas en su docencia que les acerquen a ese objetivo. Por supuesto, también a que disfruten de la vida universitaria, de los amigos y amigas que sin duda harán. Hay tiempo y posibilidades para todo, siempre aplicando el sentido común y una correcta planificación. Por supuesto siempre me gusta recordarles, que inician un camino duro y complicado, es parte del proceso formativo. Pero que se puede superar con esfuerzo e insistencia. También ayuda mucho no justificar los malos resultados comparando con compañeros que obtienen perores resultados que nosotros, más bien es preferible ponernos metas más altas viendo los que los consiguen mejores.
Volviendo a la chica de la enorme sonrisa, no me queda más que desearle suerte a ella y a todos los que empiezan su viaje universitario y a confiar que estemos a la altura de lo que esperan de nosotros. Es posible que cuando llegue a Itaca y obtenga el título, lo encuentre pobre. Pero como dice Kavafis, “Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Itacas.”