Meet_John_Doe_1941

(Publicado en el diario El Mundo de 2/1/2014)

 La primera vez que vi a Juan Nadie, éste caminaba por la terraza del Ayuntamiento dispuesto a tirarse al vacío en un gélido día con nevada incluida. Obviamente no me refiero a Alicante ya que es harto complicado ver los copos blancos  dejarse caer dado nuestro benigno clima, me refiero a la escena final de una de las famosas películas de Frank Capra, con las que, hace algunos años, la Televisión Española nos obsequiaba en Navidad.

 En apenas unos minutos de película puedes visualizar a los diferentes personajes que han intervenido en la misma a través de unos breves diálogos y la vestimenta de los personajes. Allí estaban los potentados que intentaban evitar el suicidio de Juan Nadie por los problemas que posiblemente les iba a provocar y por otra parte los ciudadanos de a pie que sinceramente querían evitar la muerte de Juan Nadie a pesar de que éste parecía haberles engañado.

 La película tiene más de 70 años pero sin duda alguna, excepto alguna noñería típica del director, es de bastante actualidad. Relata el alejamiento de los políticos de la realidad de los ciudadanos, el interés que tienen por controlarlos, por evitar que el pueblo pueda pensar y decidir. Esto lo intentan a través de un falso movimiento ciudadano que pretendidamente dirigía Juan Nadie.  En la película también se relata la crisis de los medios de comunicación pero también se hace eco de la enorme importancia que tienen.

 No ha cambiado mucho desde entonces y  los políticos hoy en día es el colectivo peor valorado por los ciudadanos. Desgraciadamente esto ha provocado un  desinterés total por los políticos que nos gobiernan, salvo en aspectos muy puntuales y que en la mayoría de casos son por motivos mediáticos.

 Es más que probable que cualquier ciudadano conozca mejor la plantilla de un equipo de fútbol que el nombre de los ministros de nuestro país. También es probable que muchos conozcan mejor las diferentes ofertas de las compañías de telefonía móvil que los programas electorales con la que los diferentes partidos políticos concurrían a las elecciones.

 Pero no hay que olvidar que los políticos que gobiernan los hemos puesto todos y cada uno de los ciudadanos con nuestro voto. Esa es la principal ley de la democracia,  los candidatos los eligen los partidos pero los gobernantes los elegimos los ciudadanos.  Es nuestra elección la que determina que personas van a tomar las decisiones que inevitablemente nos van a afectar para bien o para mal. Por eso es necesario dedicar el tiempo necesario para elegir la mejor opción y no caer en el desánimo que predica algún que otro partido ahora en crisis del que “todos los partidos son iguales”.

 Pero, ni todos los partidos son iguales, ni todos los políticos son iguales. Hay políticos honestos y otros  que no lo son, hay políticos preparados y con experiencia y otros que no la tienen. También hay partidos que cumplen sus promesas y otros que las olvidan una vez se ha iniciado el recuento de los votos.

 Hay partidos que marcan líneas rojas contra la corrupción, que continuamente saltan, justificando lo injustificable. Hay partidos que en campaña critican una forma de hacer política y luego venden sus votos a cambio de prebendas o cargos.

Hay políticos, que tras una larga vida en la política se disfrazan de ciudadanos como si acabaran de llegar al mundo de la política, cuando en realidad jamás la han abandonado.

 Mientras unos apuestan por las manifestaciones o por los scratches yo considero que el voto es el momento del ciudadano,  es el momento en el que expresamos lo que opinamos de los políticos, de los partidos y de sus propuestas. Pero ese voto hay que hacerlo desde el estudio, desde el recuerdo y no por un spot publicitario. Para eso hay que leer, escuchar y ver, hay que comentar y preguntar. Por eso hay que dar importancia a nuestro voto, que en democracia no es sólo un derecho sino también un deber.  Considero que es imprescindible y necesario que los ciudadanos nos interesemos por la política porque sino tendremos políticos que no se interesen por los ciudadanos, y así siempre podemos decir la frase con la que finaliza la película Juan Nadie dicho por un ciudadano a los potentados “Atrévanse con el pueblo»

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