(Publicado en el Diario Información el 16/12/2023)
“Grouchy, devuélveme a mis hombres” parece que gritaba Napoleón Bonaparte en el momento álgido de la batalla de Waterloo. Grouchy era el mariscal al que Napoleón le había confiado parte de su ejército con el objetivo de que impidiese que el ejercito prusiano llegase a tiempo para ayudar al británico. Pero Grouchy ni localizó al grueso de las fuerzas prusianas que llegaron a Waterloo en el momento culminante, ni tampoco acudió en ayuda del emperador al escuchar los disparos en la lejanía. Napoleón echo de menos esas tropas, que quien sabe si hubiesen cambiado el rumbo de la batalla.
La gestión de los recursos de cualquier tipo es algo crítico, en especial de los recursos humanos. Tener personas preparadas, motivadas, en suficiente número y con la adecuada organización pueden suponer la diferencia entre el éxito o el fracaso en cualquier empresa.
La salud es algo que, especialmente tras la reciente pandemia, ocupa un lugar preferente en las preocupaciones de la ciudadanía. Da la sensación de que el sistema sanitario sigue colapsado tras la pandemia. Aunque también es cierto que los números sobre listas y tiempos de espera ya no eran aceptables antes de esta, especialmente en algunas áreas de salud con falta endémica de personal.
Los ocho años de gobierno de la izquierda han sido especialmente terribles para el sistema público de salud valenciano. La guerra contra la sanidad privada en general y en especial su obsesión de acabar cualquier concesión sanitaria a una empresa privada, independientemente de los resultados de su gestión, han sido una de sus principales líneas de trabajo. La otra fue la de colocar a personas afines en los principales puestos de dirección de hospitales y áreas de salud.
Así, esa gestión de la sanidad pública por parte del partido socialista se realizaba sin pensar demasiado en lo que debería ser el centro de esta, que era y es el ciudadano.
Y es que la sanidad pública es especialmente sensible a la gestión de unos recursos humanos cada vez más escasos y a la falta de profesionalidad de muchos de los responsables de la gestión, que lo eran por su lealtad a unas siglas y no por su capacidad.
A pesar de la situación de las listas de espera en la comunidad valenciana y la falta endémica de profesionales sanitarios, el anterior conseller, el socialista Miguel Mínguez, tomó una de las decisiones más irresponsables y vergonzantes, ya que parece que lo hizo en clave electoral con el objeto de ganar votos entre el personal sanitario. Me refiero al de acordar reducir la jornada del personal sanitario, dejándolas en treinta y cinco horas a la semana. Desconozco si les ayudó a ganar muchos votos entre los sanitarios, pero los ciudadanos prefirieron votar otras opciones, lo que condujo a que los socialistas abandonan el gobierno y, por ende, la gestión de la sanidad pública.
El nuevo conseller del Partido Popular, Marciano Gómez, empezó dando largas a los acuerdos de su predecesor sobre esa reducción de jornada. Pero ante las presiones de los sindicatos, reculó y parece que al final, los sanitarios valencianos trabajarán menos horas en la sanidad pública. Ni siquiera son medidas excepcionales para aquellas plazas que son de difícil cobertura como forma de premiar a los que las ocupan, sino para todo el personal.
Esto supone un duro golpe al sistema sanitario público, ya que disminuye las horas de atención al ciudadano. Es curioso como los sindicatos de izquierdas criminalizan a la sanidad privada con una mano, mientras se cargan la sostenibilidad del sistema público con la otra. Porque las matemáticas no engañan, quite dos horas y media de jornada a cada trabajador del sistema y cuente las horas que supone de menor atención al ciudadano.
Tampoco es una cuestión de inyectar más dinero en el sistema para compensar por dos motivos, en primer lugar, porque no hay maquinita para imprimir billetes en el palacio presidencial y los fondos parece que van a ser escasos y por otro lado la falta endémica de determinados profesionales.
Pero parece que la suerte está echada, el conseller Marciano Gómez reducirá la jornada a sus trabajadores sin ni siquiera esperar a normalizar la situación de la atención sanitaria al ciudadano. Es previsible saber lo que pasará, quizá de aquí a un tiempo, cuando al presidente Carlos Mazón le muestren los datos de subida da las listas de espera. Probablemente gritará como Napoleón “Marciano devuélveme mis horas”.