La absurda guerra de las pancartas


No es una de las escenas más conocidas de la película “La vida de Brian”, pero sí que mantiene
la crítica corrosiva de la ineficacia de las organizaciones ante determinadas situaciones. En una
reunión de los miembros del Frente Popular de Judea, llegan al acuerdo de que hay que tomar
acciones inmediatas ante la ocupación romana, y repiten una y otra vez su acuerdo y de lo
importante que es dejar constancia de él. De repente llega a la reunión una joven del grupo,
ella les advierte que van a crucificar a Brian, y los miembros de su organización siguen
repitiendo que están de acuerdo en realizar acciones inmediatas para impedirlo, pero nadie se
levanta de la mesa, ni fija en que van a consistir esas acciones inmediatas.
Me recuerda mucho a las acciones que los grupos políticos proponen contra “la violencia
machista” o “la violencia contra los mujeres”, lemas utilizados por izquierda y derecha en la
última concentración en protesta por los recientes asesinatos de mujeres cometidos en
nuestra Comunidad.
Si obviáramos la gravedad del asunto, hemos llegado a una situación casi cómica, dónde
parece que todo el mundo está de acuerdo que hay que tratar de frenar esos asesinatos de
mujeres, pero que nadie es capaz de definir una estrategia para frenar la sangría. De hecho ni
siquiera son capaces de guardar los minutos de silencio tras la misma pancarta, ya se sabe “El
Frente Popular de Judea” y el “Frente Judaico Popular”.
Yo creo que estas concentraciones ya no tienen ningún sentido, una vez la sociedad ya se ha
concienciado del problema, y que de hecho es posible que provoquen un efecto nocivo
precisamente sobre las acciones en pos de conseguir la solución.
Los que hemos formado parte de esas concentraciones, hemos podido comprobar el ímpetu
con el que muchos políticos se dirigen para tratar de ocupar los lugares preferentes tras la
pancarta, o pancartas ahora, para luego, tras los correspondientes minutos de silencio, volver
orgullosos a sus despachos pensando que han hecho una labor impagable por la defensa de la
mujer. Y así, hasta el siguiente asesinato. Quizá si no se realizasen esas concentraciones,
algunos políticos tendrían algún cargo de conciencia y dedicarían algo de su tiempo a buscar
esas soluciones reales.
Hace unos años planteamos un trabajo de curso en Ingeniería Informática que consistía en el
diseño de aplicaciones para tratar de luchar contra esa violencia. En un curso, en el que la
absoluta mayoría eran hombres me llamó la atención lo concienciados que estaban con el
problema y la ilusión que dedicaron al desarrollo de esas posibles soluciones. También fue
curioso que uno de los estudiantes preguntara si los políticos de las pancartas creían
realmente que iban a frenar a los asesinos con sus minutos de silencio.
Yo de hecho, cada vez pienso que no hay demasiado interés en acabar con este problema,
además de que es prácticamente imposible. Para un sector de la política es un frente que les
es rentable mantener abierto.
Además, desgraciadamente hemos llegado a un momento en el que para parte de la sociedad,
fundamentalmente para la izquierda de este país, la gravedad de la violencia contra la mujer
depende si la mujer maltratada es de derechas o si el maltratador es de izquierdas.

El tono amenazante y violento del portavoz de Compromís, Joan Baldoví, contra la portavoz de
Vox, Ana Vega, en la pasada sesión de la Cortes hubiese sido criticado en portada de medios
escritos y noticia estrella delos programas de televisión si se hubiese invertido el signo político
de los protagonistas del enfrentamiento. Algunos dicen que se llama “la victoria de la izquierda
con el relato”.
Pero también es cierto que poco se puede esperar de la izquierda valenciana que le organizaba
actos de homenaje a su antigua lideresa, presunta implicada en asuntos de encubrimiento de
abusos de mujeres y menores.
Es hora de que las pancartas dejen paso a dotar de más medios a las fuerzas de seguridad y a
los servicios sociales para tratar de frenar esta lacra. También lo es de que los políticos que
gobiernan, en vez de contar las veces que se han puesto tras la pancarta muestren los
resultados, que parece que actualmente son igual de malos que hace unos años.
En la película, como no podía ser de otra manera dada la inactividad e incompetencia de su
grupo, Brian acaba crucificado. Pero lejos de la película y volviendo a la realidad actual, sería
deseable que con ese incremento de medios y mejora de protocolos de seguridad se pudiesen
evitar asesinatos, ya que es muy probable que esto no se conseguirá con el incremento de
pancartas.

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