Sanitarios asesinos

Hace ya más años de los que parece, la conocida cantante Alaska y su grupo de entonces, Dinarama, sacaron al mercado una canción con título “la funcionaria asesina”. Básicamente narraba con humor negro la historia de una funcionaria, que aburrida de su monótona vida, empezaba a cometer asesinatos indiscriminadamente.

Si hay algún colectivo que no ha tenido recientemente una existencia monótona sin duda alguna ha sido el personal sanitario, al tener que enfrentarse con escasos medios a un terrible virus desconocido. Mientras siguen batallando con el virus, estoy seguro de que el personal sanitario lo último que esperaban era que fuesen acusados de robar material sanitario por parte del gobierno valenciano.

Lo cierto es que en la situación actual de la gestión de la pandemia lo que se puede visibilizar no es muy halagüeño. Teléfonos que nunca atienden a los ciudadanos que tratan de obtener desesperadamente una cita, largas colas que hay en las puertas de los centros de salud cada día, agendas que han estado cerradas ante nuevas citas o retrasos para cualquier tipo de seguimiento, médicos sobrecargados que apenas tienen tiempo para poder realizar una consulta en condiciones, valencianos  con patologías crónicas que no se les ha podido dar un seguimiento adecuado o un incremento brutal del tiempo de espera para cualquier intervención quirúrgica o prueba diagnóstica.

El tripartito de izquierdas de la Comunidad Valenciana como ya no tenía suficiente formol para conservar la excusa de la herencia recibida del Partido Popular, ha decidido criminalizar al personal sanitario. Pero los datos les están tumbando las miserables excusas, la Comunidad Valenciana tiene el funesto liderazgo de la cantidad de personal sanitario contagiado durante la pandemia. Como en el juego de la oca, el tripartito ha pasado de excusa vergonzante a excusa penosa para tratar de justificar su incompetencia. Desde la Conselleria primero dijeron que los profesionales sanitarios se contagiaban por irse de copas durante los momentos más duros en la pandemia, cuando la realidad era que se jugaban la vida sin los medios de protección que el Consell les debería haber suministrado. Esto no es una hipótesis ni un infundio, sino que se ha demostrado en sede judicial, con condenas en contra del Consell. Pero ahora, el tripartito acusa a los sanitarios de robar el material de protección. Cualquier persona con sentido común sabe que el personal sanitario no se llevaría ese material a casa, mientras tenía que atender a pacientes contagiosos ataviados con bolsas de basura en forma de EPI.

No, los sanitarios no son culpables, más bien todo lo contrario Los culpables están en la cúpula de sanidad, parece que empeñados ahora en colocar en todos los puestos directivos de gestión a personas más afines al gobierno que preocupados por la sanidad de los valencianos o por la seguridad de los trabajadores. Como sigan en esta línea, va a haber más cargos socialistas dirigiendo la sanidad valenciana que en los ayuntamientos.

 Es imprescindible un cambio en la dirección de la sanidad valenciana, algo fundamental en cualquier momento, pero crítico en los tiempos actuales. Pero mientras tanto, desde el gobierno valenciano siguen mirando desde su comodidad de los despachos los datos falsos y alentadores que les comunican los cargos que han colocado estratégicamente, mientras observan aburridos y con desdén las quejas de pacientes y sanitarios. Como sigan así, Alaska se podrá permitir sacar una nueva canción titulada “el tripartito asesino”.

Curro Jiménez y la financiación de las universidades

El primer recuerdo que guardo de la famosa serie de televisión de los años setenta, “Curro Jiménez”, es que no me dejaron ver su estreno ante la aparición de los temibles dos rombos que marcaban la diferencia entre lo que era y no era apto para menores. Sí que la pude seguir con atención en las sucesivas reposiciones que tuvieron lugar. Recuerdo muchos de los episodios que narraban las aventuras de unos bandoleros en la España de la época napoleónica, pero guardo en mi memoria uno especialmente. En este episodio se narraba el curioso ofrecimiento, que harto de los continuos asaltos que sufrían, el gobernador realizaba al líder de los bandoleros, Curro Jiménez.  Este consistía en que se comprometía en darles una cantidad similar a la que ellos conseguían mediante los robos, pero sin que tuvieran que realizarlos. La justificación era muy sencilla, asumía que iba a ser robado igualmente, pero se evitaba todas las molestias y destrozos que le producían los atracos.

El bandolero acepta la proposición, que es bien aceptada inicialmente por todos los miembros de la banda, pero al poco tiempo se empiezan a producir los problemas. Y es que ante el aburrimiento de no tener nada que hacer, los bandoleros empiezan a beber más de la cuenta y a pelearse entre ellos. Y es que, como afirma el gobernador al descubrir su verdadera estrategia “la vida fácil arruina a los hombres”.

El filósofo Viktor Emil Frankl decía que “El hombre no necesita realmente vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta o una misión que le merezca la pena”. Da la sensación de que en los últimos años las universidades públicas han vivido sin esa meta o misión clara al no disponer de un modelo de financiación a largo plazo. La financiación que recibían por parte de la Generalitat estaba fijada temporalmente por unos parámetros del pasado que determinaban un suelo de tranquilidad.  Desafortunadamente, este modelo les impedía crecer si hacían las cosas bien y por otro lado ese concepto de temporalidad no les permitía embarcarse en proyectos a largo plazo. Sorprende el miedo que tiene el Consell a proponer un nuevo modelo de financiación que dé un necesario impulso a las universidades públicas valencianas. Lo retrasan una y otra vez, y se limitan a remitir a comités de expertos que algún día harán público su dictamen. Sinceramente, para mí lo grave es que no parecen comprender que es imprescindible un modelo de financiación de las universidades, que no solo dote de más medios, algo con lo que parecen conformarse los rectores, sino que los ligue a unos objetivos que permitan a nuestras universidades públicas ponerse a la vanguardia, fundamentalmente en conceptos que para mí deberían ser primordiales, como son la empleabilidad, la innovación y la transferencia de tecnología.

Para eso habría que ligar estos conceptos de forma notable al modelo de financiación de las universidades. Entiendo que es mucho más importante la empleabilidad que logran los egresados, que el número de los estudiantes que inician o finalizan un grado universitario.  Es curioso que cuando nombras la palabra “empleabilidad” junto a la de “objetivos”, provocas el mismo efecto en los responsables del tripartito que cuando Van Helsing entra con la cruz en el castillo del Conde Drácula. En la misma línea se encuentra cuando se plantea fijar objetivos de inversiones captadas y convenios de colaboración y transferencia universidad-empresa.

Y es que el modelo de financiación plurianual de las universidades que se debería aprobar en esta legislatura es una gran oportunidad para cambiar las cosas y para dar un impulso a las universidades públicas valencianas. Nuestras universidades cuentan ahora mismo con un capital humano de talento indudable que ha sido capaz de sobrevivir en tiempos difíciles y sortear con éxito todos los cambiantes modelos de acreditación universitaria. Ese capital humano sería un indudable pilar para ese esfuerzo común, pero se puede desperdiciar si no se fijan unos objetivos alineados con las necesidades de la sociedad valenciana.

Espero que algún día pongan en marcha ese modelo de financiación plurianual de las universidades públicas y no sea algo similar a lo que el gobernador le propuso a Curro Jiménez, “toma el dinero, pero no molestes”. A Viktor Frankl le fue de utilidad su política de objetivos para sobrevivir en los campos de concentración nazis, seguro que, a las universidades y a la sociedad valenciana también, y más todavía en estos tiempos tan cambiantes.

Curro Jiménez y la financiación de las universidades

Curro Jiménez y la financiación de las universidades

(Publicado el 16 de febrero de 2022 en Alicante Plaza)

El primer recuerdo que guardo de la famosa serie de televisión de los años setenta, “Curro Jiménez”, es que no me dejaron ver su estreno ante la aparición de los temibles dos rombos que marcaban la diferencia entre lo que era y no era apto para menores. Sí que la pude seguir con atención en las sucesivas reposiciones que tuvieron lugar. Recuerdo muchos de los episodios que narraban las aventuras de unos bandoleros en la España de la época napoleónica, pero guardo en mi memoria uno especialmente. En este episodio se narraba el curioso ofrecimiento, que harto de los continuos asaltos que sufrían, el gobernador realizaba al líder de los bandoleros, Curro Jiménez.  Este consistía en que se comprometía en darles una cantidad similar a la que ellos conseguían mediante los robos, pero sin que tuvieran que realizarlos. La justificación era muy sencilla, asumía que iba a ser robado igualmente, pero se evitaba todas las molestias y destrozos que le producían los atracos.

El bandolero acepta la proposición, que es bien aceptada inicialmente por todos los miembros de la banda, pero al poco tiempo se empiezan a producir los problemas. Y es que ante el aburrimiento de no tener nada que hacer, los bandoleros empiezan a beber más de la cuenta y a pelearse entre ellos. Y es que, como afirma el gobernador al descubrir su verdadera estrategia “la vida fácil arruina a los hombres”.

El filósofo Viktor Emil Frankl decía que “El hombre no necesita realmente vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta o una misión que le merezca la pena”. Da la sensación de que en los últimos años las universidades públicas han vivido sin esa meta o misión clara al no disponer de un modelo de financiación a largo plazo. La financiación que recibían por parte de la Generalitat estaba fijada temporalmente por unos parámetros del pasado que determinaban un suelo de tranquilidad.  Desafortunadamente, este modelo les impedía crecer si hacían las cosas bien y por otro lado ese concepto de temporalidad no les permitía embarcarse en proyectos a largo plazo. Sorprende el miedo que tiene el Consell a proponer un nuevo modelo de financiación que dé un necesario impulso a las universidades públicas valencianas. Lo retrasan una y otra vez, y se limitan a remitir a comités de expertos que algún día harán público su dictamen. Sinceramente, para mí lo grave es que no parecen comprender que es imprescindible un modelo de financiación de las universidades, que no solo dote de más medios, algo con lo que parecen conformarse los rectores, sino que los ligue a unos objetivos que permitan a nuestras universidades públicas ponerse a la vanguardia, fundamentalmente en conceptos que para mí deberían ser primordiales, como son la empleabilidad, la innovación y la transferencia de tecnología.

Para eso habría que ligar estos conceptos de forma notable al modelo de financiación de las universidades. Entiendo que es mucho más importante la empleabilidad que logran los egresados, que el número de los estudiantes que inician o finalizan un grado universitario.  Es curioso que cuando nombras la palabra “empleabilidad” junto a la de “objetivos”, provocas el mismo efecto en los responsables del tripartito que cuando Van Helsing entra con la cruz en el castillo del Conde Drácula. En la misma línea se encuentra cuando se plantea fijar objetivos de inversiones captadas y convenios de colaboración y transferencia universidad-empresa.

Y es que el modelo de financiación plurianual de las universidades que se debería aprobar en esta legislatura es una gran oportunidad para cambiar las cosas y para dar un impulso a las universidades públicas valencianas. Nuestras universidades cuentan ahora mismo con un capital humano de talento indudable que ha sido capaz de sobrevivir en tiempos difíciles y sortear con éxito todos los cambiantes modelos de acreditación universitaria. Ese capital humano sería un indudable pilar para ese esfuerzo común, pero se puede desperdiciar si no se fijan unos objetivos alineados con las necesidades de la sociedad valenciana.

Espero que algún día pongan en marcha ese modelo de financiación plurianual de las universidades públicas y no sea algo similar a lo que el gobernador le propuso a Curro Jiménez, “toma el dinero, pero no molestes”. A Viktor Frankl le fue de utilidad su política de objetivos para sobrevivir en los campos de concentración nazis, seguro que, a las universidades y a la sociedad valenciana también, y más todavía en estos tiempos tan cambiantes.

De bancos, mayores e idiotas

“Este es el día que he estado esperando durante los últimos dos años”, fueron las palabras que pronunció en 2007 Steve Jobs, el director ejecutivo de Apple, cuando presentaba en sociedad el nuevo dispositivo electrónico que iba a revolucionar la comunicación. Como imaginan me estoy refiriendo al IPhone.

En la red existen multitud de videos de la presentación que permiten comprobar la habilidad de Jobs a la hora de presentar sus nuevos productos. Es curioso que en aquella presentación presentaba el IPhone como un tres en uno. Como teléfono, como IPod y como dispositivo de acceso a Internet. En las dos primeras generó un fuerte aplauso entre los asistentes, mucho menor entusiasmo cuando se refirió a la tercera. El IPod era un reproductor de música con cierto éxito en la época, pero que obligaba a los usuarios de Apple a llevarlo junto al teléfono. Aquel día los espectadores del evento pensaron que con un único dispositivo táctil podrían hacer llamadas y escuchar música, pero quizá pocos entendieron que la auténtica revolución estaba precisamente en el acceso a internet que proporcionaba el dispositivo.

Quince años más tarde el iPod como tal, ha desaparecido del mercado y la mayoría de los usuarios utilizan el teléfono para multitud de cosas más que para realizar llamadas. La revolución real consistía en proporcionar un acceso a internet 24×7 a través de un dispositivo que cabía en el bolsillo.

Hoy en día los accesos a internet se realizan en mayor proporción desde los dispositivos móviles que desde los tradicionales ordenadores de sobremesa. Como era inevitable, todo cambio supone unas oportunidades en los modelos de negocio. La comodidad que suponía poder realizar muchas gestiones a través de tu teléfono hizo pensar a muchos directivos que todo el mundo desearía poder hacerlo así. También les hizo contabilizar el ahorro que supondría sustituir a muchos empleados por sistemas informáticos.

Pero lo cierto es, que no todo el mundo dispone de los nuevos teléfonos inteligentes o no son capaces de interactuar con algunas aplicaciones, que no siempre son fáciles de entender. Es algo que se conoce como la brecha digital.

Por todo ello es normal el éxito que ha obtenido la iniciativa de Carlos San Juan, “un señor mayor pero no idiota” como él mismo indica, contra la cada vez más complicada forma de interactuar con los gestores de tu banco. Obviamente la izquierda en este país ha acogido tal iniciativa con especial entusiasmo, como hace con cualquier ataque al sector bancario. No voy a defender al sector bancario, dado que hace mucho tiempo esa atención en oficinas, cada vez más escasas, es difícil de conseguir. También es cierto que algunos bancos y cajas siguen haciéndolo razonablemente bien y a lo mejor es momento de valorarlo a la hora de realizar las aperturas de nuestras cuentas.  Al final, el sector bancario parece haber reaccionado ante tal petición unánime, esperemos que sea así y se vea reflejado con una mejor atención, sobre todo a nuestros mayores.

Pero no quiero olvidar que no solo la atención de los bancos se ha reducido, sino que, con la excusa de la pandemia muchas oficinas de la administración pública han reducido sus servicios e incluso eliminado la atención presencial. Por lo que, sería razonable que los gobiernos antes de poner el punto de mira en el sector bancario, lo hicieran en la atención que se da en sus oficinas y en lo que piden a los ciudadanos. Cuando pedir cita por teléfono para un centro de salud es una prueba que no superaría ni el propio Hércules, se obliga a muchas personas mayores a recurrir a amigos o familiares para poder hacerlo a través de una “app” no siempre intuitiva. No quiero ni recordar los problemas que tuvieron muchos de esos mayores, pero no idiotas, en poder descargarse el pasaporte Covid.

Yo he sido profesor en los cursos para mayores que organiza la Universidad de Alicante durante muchos años. He podido comprobar la evolución positiva de como llegan muchos de nuestros mayores a enfrentarse con la tecnología. Pero esa brecha digital sigue existiendo. Y ojo, yo a mi edad ya no se si soy mayor o idiota, pero en muchas ocasiones mue cuesta conseguir comunicarme con la administración pública a través de algunas de sus aplicaciones.