Publicado en Abc el 20 de agosto de 2024
Hace unos cuantos años, Tim Burton dirigió la película “Mars Attacks!”, donde contaba como la llegada de unos alienígenas alteraban el orden mundial de la tierra, sobre todo cuando se demostraba que no eran tan pacíficos como los terrícolas creían.
Emulando a los de la resistencia anti alienígena de la película, los medios de izquierdas han lanzado este verano una campaña de turismo fobia, pero centrada especialmente en los madrileños, como si ellos fuesen los únicos que se desplazaran en verano para disfrutar de sus vacaciones.
Es cierto que las molestias que ocasionan a los lugareños la llegada masiva de visitantes no es algo de hoy, sino que ha sido algo habitual desde que el alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza, viajase a Madrid en vespa para pedirle a Franco que autorizase el bikini. Es difícil que te acostumbres a tener que compartir con unos extraños unos dominios que consideras casi tuyos.
Hace un par de años, un amigo, que vive en una gran urbanización de la playa de El Campello, se quejaba amargamente de que en los dos meses de verano llegara mucha gente a la misma. Yo le repliqué que esa gente, que a lo sumo pasaba dos meses en la urbanización, pagaba las cuotas de comunidad durante todo el año, y que en cierta forma le financiaba ese uso casi exclusivo que él disfrutaba de las pistas de pádel o de la piscina climatizada durante el resto del año.
Es algo que, en nuestra Comunidad, hemos asumido de forma mayoritaria. El turismo es una parte esencial de nuestra riqueza y la llegada de gente de otras comunidades o de otros países ayuda a generarla. Hacen viable la existencia de servicios, como los de comercio u hostelería, durante todo el año que solo son excepcionalmente rentables unos pocos meses del año.
Hace no tantos años, volar a Europa costaba más cerca de los mil euros que de los cien. Los vuelos low cost y las facilidades y conocimientos que otorga internet han conseguido que sea mucho más fácil ir a cualquier lugar de España o Europa a pasar unos días. Se ha democratizado el turismo. Es estúpidamente woke, autocalificarnos de “viajeros” cuando visitamos una ciudad y llamar “turistas” a los que vienen a visitar la nuestra. También es llamativo ese mensaje de que la llegada del turismo ha cambiado los pueblos donde pasamos nuestra infancia, siendo sustituidos los comercios tradicionales por otro tipo de establecimientos. Quizá no han caído que eso no solo ha pasado en sus pueblos de la infancia, sino también en las ciudades pequeñas, medianas y grandes. Todo evoluciona, y los recuerdos de nuestra infancia son más bonitos de lo que fueron realmente y no tienen nada que ver con el estado actual de las cosas.
Pero los medios de izquierdas siguen ahondando en la idea de “Madrileños Atttack”, como gente depredadora, que nos impide disfrutar de las bondades de nuestros pueblos. Esa fijación parece más centrada en tratar de contraponer la idea del “malvado Madrid de derechas” con “la próspera y amable Cataluña de izquierdas”. Pero es que eso ya no cuela, Barcelona se aleja cada día más de la ciudad cosmopolita que fue, mientras que Madrid parece ir en la línea contraria. Pero es cierto que en algunas personas la idea puede calar.
También de forma interesada se está confundiendo el problema del acceso a la vivienda con los turistas y las viviendas turísticas. Este problema se puede solucionar, o al menos aliviar, con administraciones eficaces y con unas leyes que otorguen seguridad jurídica al propietario. Pero muchas de estas acciones dependen de un gobierno de izquierdas al que se podría calificar de manifiestamente pro-Okupa.
En nuestra Comunidad el turismo crece, algo se debe estar haciendo bien. Y el turismo es fuente de riqueza en nuestra Comunidad, pero es labor de todos, pero sobre todo del gobierno valenciano, permitir que ese crecimiento de este se haga de forma sostenible. Por ejemplo, la falta de agua en algunos municipios debe hacer redoblar el esfuerzo para que eso no vuelva a ocurrir.
Cada lugar tiene su tiempo y el de nuestra Comunidad es cada vez más amplio. Pero, se acaba agosto y en breve los madrileños también podrían quejarse de esa avalancha de personas que vamos allí a pasar algún fin de semana que otro y “les robamos” su sitio en sus rincones de hostelería favoritos. Y es que, en un giro de guion, podemos pasar de convertirnos de terrícolas atacados a marcianos invasores en tan solo unos días. Y ser marciano invasor debería hacerte más tolerante cuando en otro momento te toca el papel de terrícola.