Jamás sabremos cómo habría sido la historia de España si los hijos de Witiza no hubiesen traicionado al rey visigodo Don Rodrigo cuando este trataba de hacer frente a la invasión iniciada por el Califato Omeya. Witiza había sido su rival en una de las muchas luchas por la sucesión al poder en el reino visigodo. Ante el riesgo que suponía para todos los visigodos la invasión proveniente del Estrecho, Don Rodrigo pidió ayuda a los hijos de Witiza, quienes, en apariencia, le respaldaron y ocuparon los flancos de su ejército en la trascendental batalla. Sin embargo, como diría el exministro de Justicia en el último gobierno de la UCD, Pío Cabanillas: «¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!». Los flancos de Don Rodrigo le abandonaron, dejándolo en clara inferioridad y condenado a la derrota.
Ignoro si los hijos de Witiza alegaron problemas de agenda para justificar su retirada, pero eso es precisamente lo que ha argumentado el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, para no asistir a la conferencia que impartía en Madrid el presidente Mazón en un desayuno informativo. Tampoco acudieron la presidenta de la Comunidad de Madrid, la alcaldesa de Valencia ni el presidente de la Diputación de Valencia. O Mazón escogió el peor día para viajar a Madrid o las agendas de sus compañeros estaban deliberadamente incendiadas. Para rematar el aparente abandono, el presidente Feijóo respondió, al ser preguntado sobre la continuidad de Mazón, que «el PP tomará la decisión más oportuna, ya que nos interesa gobernar en Valencia». A esto hay que añadir las constantes intervenciones del portavoz del partido, Borja Sémper, quien parece disfrutar corrigiendo a Mazón. No obstante, para justificar el apoyo de sus compañeros, el equipo de comunicación y jurídico de Mazón debería saber que seguir el modelo de versiones del entonces ministro socialista Ábalos cuando vino la mandataria venezolana Delcy Rodríguez a España quizá no sea un buen ejemplo de caso de éxito.
Los presidentes de fútbol inteligentes siempre dicen que tienen el mejor entrenador del mundo… hasta el día antes de cesarlo. La dirección del PP ha agrandado la sensación de interinidad que debe sentir el presidente de la Comunidad Valenciana. Provoca cierta tristeza ver el abandono al que le han sometido sus propios compañeros en un momento tan complicado, especialmente cuando los ataques no se limitan a lo político, como el reciente escrache organizado en Orihuela.
También es cierto que el Partido Popular en la Comunidad Valenciana, bajo la dirección de Mazón, no ha sido precisamente justo con antiguos compañeros y, a la vez, enemigos íntimos, como el expresidente Camps. Tras sus sucesivas absoluciones, reclamó cierto reconocimiento por parte del partido al que llevó a tres mayorías absolutas, pero no lo obtuvo. Lo mismo ocurrió con la exalcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, a quien le pidieron que solicitara su reingreso al PP… por internet.
El Partido Popular logró recuperar el poder en la Comunidad Valenciana tras ocho años de un triste gobierno de izquierdas y nacionalistas. En estos primeros meses, ha impulsado medidas interesantes, especialmente en materia de libertad educativa, política lingüística y fiscalidad. Sin embargo, todo este avance podría venirse abajo si el partido no define una estrategia clara y cierra filas en torno a ella. Esto implica dejar atrás rencillas, ejecutar los cambios necesarios, aprovechar todo el talento disponible y plantar cara a una izquierda que no tiene límites en su ambición por recuperar el poder en la Comunidad Valenciana y mantenerlo en España. Nuestra comunidad es clave en este tablero, y la intención de voto está tan ajustada que cualquier error podría inclinar la balanza.
No hay que olvidar que traicionar al líder para ocupar su lugar o vengar afrentas personales no siempre es una buena idea. Los witizanos debieron sentirse eufóricos cuando abandonaron a Don Rodrigo en plena batalla, condenándolo a morir saeteado junto a sus tropas por las huestes bereberes. Pero su alegría duró poco: ellos también fueron aniquilados poco después, y en cuestión de años el reino visigodo pasó a la historia, iniciando la ocupación musulmana de la península. El romancero trató de justificar el abandono a Don Rodrigo por su maldad, pero al final la historia es clara: dividirse y debilitarse desde dentro suele tener un precio muy alto.