(Publicado en el Diario Información el 11 de Octubre de 2017)
Muy probablemente, aquel dueño del restaurante lamentó subir su menú del día cien pesetas, así como alguna de las medidas que tomó con los clientes habituales. Ante dicha acción, José, el dueño del otro restaurante cercano, prefirió mantener el precio de su menú y contratar otro camarero, muy competente por cierto. Recuerdo, una conversación con José, que me dio una lección de economía, no desde la academia, sino desde la experiencia de lo complicado que es el mercado, y que tu éxito depende tanto de tus aciertos como de aprovecharte de los errores de tu competencia. Me habló de sus momentos fáciles, cuando prácticamente era una de las pocas opciones que teníamos los trabajadores para ir a comer a mediodía a un precio razonable. De los momentos mucho más complicados, cuando otro restaurante abrió y por una mezcla de novedad y cocina le «robó» gran parte de sus clientes. En un mercado de libre competencia, los clientes pueden elegir, y así lo hacen por una mezcla de precio, calidad, servicio y sensaciones.
Aquel empresario, esperó su oportunidad y puedo dar fe que la aprovechó. Muchos de los que íbamos a un restaurante, pasamos a ir al otro con la naturalidad de que siempre hubiésemos ido a comer allí.
Solo los muy inútiles en Cataluña podían pensar, y de hecho lo hicieron tal como cuentan las hemerotecas, que la proclamación de la independencia no les iba a afectar económicamente en un mercado tan global y dependiente. Las cotizadas en bolsa han sido las primeras en abandonar el barco tras ver cómo los ciudadanos retiraban sus depósitos o vendían sus títulos en bolsa. Es muy probable que la decisión haya sido dura y difícil, dados los vínculos económicos y sentimentales de muchas de las sociedades con Cataluña, pero la economía manda.
Y en esas, los alicantinos nos despertamos con el traslado de la sede social del Banco de Sabadell a nuestra ciudad. Se que soy muy provinciano al afirmar que me gustó mucho la idea, no tanto como cuando veía una oficina de la CAM en Madrid, pero me gustó. En el fondo pienso que como mínimo va a suponer que una serie de impuestos van a repercutir en nuestra ciudad y en nuestra Comunidad. A partir de ahí todo puede ocurrir, es una especie de segunda oportunidad, como la que tuvo aquel dueño de restaurante que vio subir el precio del menú de su rival. Considero que es una segunda oportunidad para los dos, por un lado, para Alicante y la Comunidad Valenciana de realizar las acciones para facilitar que esa implantación no sea sólo simbólica, sino que suponga mucho más. Por otro lado, para el Banco Sabadell, que con su comportamiento hasta el momento nos ha hecho echar de menos muchas de las acciones sociales y culturales que realizaba la extinta CAM. Obviamente jamás les pediremos que financien Terra Mítica II o similares.
También, todo este proceso también nos ha permitido conocer el pensamiento de los diputados de Compromís y Podemos, algunos de los cuales, como Josep Nadal o el propio líder de los segundos, Antonio Estañ, han criticado abiertamente el traslado o se han burlado de él. Ignoro si por el riesgo que supone para el proceso de independencia o por su desconocimiento de la importancia de la economía al haber sido escaso su trabajo fuera de la vida política. También fue algo tibio el presidente socialista Puig, lamentando que la llegada del Sabadell a Alicante haya sido por estos motivos. No lo dijo al día siguiente con la llegada de Caixabank a Valencia, ni lo dijeron los dirigentes catalanes cuando el Banco Sabadell se quedó la CAM por un euro.
Parece que la situación en Cataluña no va a solucionarse de cara al inversor en un breve espacio de tiempo, ojalá me equivoque, con lo cual ese refuerzo de vínculos del Banco Sabadell con nuestra Comunidad seguro que es bien valorada. Tampoco podemos olvidar que, por ejemplo, en Canadá, cuando se iniciaron las tensiones separatistas en Quebec, los grandes bancos que estaban allí ubicados jamás regresaron. De hecho, solo un tercio de las grandes empresas se quedaron allí. Y es que no hay nada más cobarde que un millón de euros, ni nadie más ignorante que un independentista incapaz de conocer la historia.