Informática, terrorismo y gestión de crisis

 

trapero

(Publicado el 23 de agosto de 2018 en el Diario Información)

“La mejor crisis es la que nunca existió, pero para que ello ocurra, hay que planificar las cosas adecuadamente.  Desgraciadamente, es poco probable que se reconozca un buen trabajo en este sentido.” Algo así les contaba a mis alumnos cuando veíamos el tema de gestión de crisis (en este caso tecnológicas). Vimos la historia del famoso efecto 2000, que amenazaba con inutilizar muchos de los sistemas informáticos que solo consideraban como significativas las dos últimas cifras del año. Se hizo un buen trabajo entonces por un sinfín de profesionales de la tecnología , por supuesto también hay que agradecer a los  muchos directivos que consideraron que era necesario prever antes que lamentar. A los pocos días del año 2000, aquello se había olvidado, ya que solo se habla de las crisis que terminaron mal y se tiende a olvidar las que se gestionaron bien.

En Informática, todas las precauciones que suelen tomar los responsables del servicio no suelen ser bien recibidas por los usuarios, ya que en ocasiones, provocan ciertos inconvenientes a la libertad total de trabajo. Copias de seguridad, actualizaciones de sistemas, inutilización de puertos usb, limitación de correos, identificación de usuarios y algunas más tratan de impedir que un desastre pueda destruir el sistema informático de una organización.  Cuando no pasa nada, todo parece una “paranoia de los informáticos”, sólo cuando ocurre alguna catástrofe es cuando se lamenta no haberlas implementado.

Cuando hablamos de terrorismo, casi nunca hacemos caso de las noticias acerca de detenciones de personas que presuntamente iban a atentar. En ocasiones parecen noticias que justifiquen un estado de las cosas o los presupuestos de determinadas instituciones. No es así, las empresas que sobreviven son las que mejor se enfrentan a las situaciones complicadas. Como decía Warren Buffet  “solo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo”.

El atentado de Barcelona ha dejado en mal lugar a muchos responsables que deberían haber tomado una serie de acciones ante el primer atisbo de peligro, e incluso a otros que deberían haber actuado mucho antes. La explosión en un chalet en un pueblo cercano a Barcelona debería sin duda haber desatado las alarmas, cosa que solo hizo a las pocas horas de contar los muertos. Los famosos bolardos protectores, que no se utilizaban en Barcelona, eran una protección de escaso coste y molestias para los usuarios que hubiesen impedido la masacre. La falta de seguimiento y la cancelación de la orden de expulsión del cerebro del atentado dejan también muchas incógnitas a la hora de las decisiones judiciales que se emplean en nuestro país.

Más allá de las acusaciones políticas de “la culpa fue tuya y no mía”, yo entiendo que una vez más, ésto nos debe hacer conscientes de que existe una grave amenaza para nuestra sociedad. Solo falta saber cómo debemos organizarnos y a qué estamos dispuestos a renunciar para limitarla.

En Informática el mundo sería muy feliz, sin “hackers”, ni rotura de los discos duros, ni caídas de la red, pero sabemos que suceden. Solo se trata de estar preparados para cuando ocurran. Contra el terrorismo debe ocurrir lo mismo. El mundo sería muy bonito si todos fuéramos hermanos y felices, pero parece que tampoco es así, ni tampoco es sencillo convertir el mundo en ese modelo. No creo que se trate de tomar decisiones como las de la expulsión de los moriscos como proponen algunos. Tampoco negar la mayor como proponen otros  y culpar a la sociedad europea de que a unos inmigrantes subvencionados les entren unas ganas locas de atropellar y acuchillar a la gente.

Quizá se trate de dejar este asunto en manos de los profesionales y que los políticos no traten de sacar rédito del atentado (hemos sufrido mucho en este país con estos temas durante mucho tiempo). Igual que nadie obligaba a los terroristas de ETA a asesinar en democracia, nadie obliga a los yihadistas a hacerlo. Cuando se tuvo claro lo primero, ETA fue poco a poco languideciendo.  Creo que sería un buen punto de partida, pero parece que estamos lejos de ese punto, desgraciadamente Podemos, Compromís y otros partidos nacionalistas todavía prefieren ser meros observadores del pacto contra el terrorismo yihaidista.

Moros y cristianos en Dunkerque

desembarco

(Publicado el 8 de Agosto de 2017 en el Diario Información)

Hay que reconocer a los británicos cierta habilidad por olvidar las derrotas, e incluso por convertir retiradas desesperadas en heroicas victorias. El director Christopher Nolan ha puesto de actualidad, gracias a su película Dunkerque, la evacuación de las tropas británicas a su isla desde Francia huyendo de las tropas de Hitler.  Parece que tal evacuación se organizó desde unos túneles que se hallan en el castillo de Dover, en la costa británica. Cuando, hace algunos años visité aquel castillo, me recordó al nuestro de Santa Bárbara por su posición en lo alto de una montaña junto a la ciudad. Al iniciar la visita, las semejanzas desaparecieron en la taquilla de la entrada con unos precios que se diferencian mucho del gratis total del alicantino. Pero, no me sentí engañado por el precio que tuve que pagar por la visita. Bastante bien explicado, con elementos multimedia y bastante interesante toda la exposición sobre la evacuación de Dunkerque (ojo y todavía no estaba de moda en el momento de la visita).  Admiro como los británicos salvaguardan su historia y la transmiten a las generaciones venideras.

En el otro lado, nuestro castillo precisa de ser algo más allá que una atalaya perfecta para poder visualizar Alicante y sus playas. La historia forma parte de su existencia, pero apenas es conocida. Una historia que para las nuevas generaciones no se puede contar solamente con aburridos paneles de cientos de palabras en dos o tres idiomas.  Quizá no sepamos aprovechar nuestra historia para dar un valor añadido a nuestros ciudadanos y visitantes esporádicos o habituales.

Afortunadamente, esa historia cobró vida el viernes pasado. Es evidente que uno de nuestros mayores atractivos son nuestras playas, playas que curiosamente cambiaron durante la tarde del desembarco moro ante cerca de cincuenta mil personas. La reconquista es parte de nuestra historia, como otros eventos que jalonan la vida de Alicante.  El viernes, los asombrados visitantes pudieron ver como el ruido de la pólvora y los brillos de las espadas de hace siglos se adueñaban de la playa del siglo XXI donde por la mañana habían disfrutado del, esta verano especialmente, cálido sol.

Las comparsas de moros y cristianos que tradicionalmente suelen desfilar por sus barrios, lo hacían esta vez junto a la playa del Postiguet rumbo al Ayuntamiento.  Ya se había intentado en más de una ocasión organizar los desfiles moros y cristianos por el centro de Alicante, sin demasiado éxito. Quizá, ni el recorrido planeado ni  el mes elegido, Diciembre,  fueran los adecuados.

Hace algunos años escribí un artículo de opinión en este diario en el que reivindicaba las fiestas de moros y cristianos, que se celebran en periodo estival, como un atractivo que se debería ofrecer en las oficinas de turismo, en vez del olvido que sufrían. Por dicho artículo recibí una visita de un alicantino que me trajo un proyecto del entonces alcalde Lassaleta, sobre un desembarco en la playa del Postiguet.  Ésta fue una de las propuestas que realicé en pleno. Me llamó mucho la atención el recibir mensajes de enfado por parte de algunos miembros de comparsas en el que decían que eso era una propuesta para acabar con las fiestas en los barrios. El Partido Popular no lo consideró y pasó al olvido. Me alegró mucho saber que la Federación planteó la idea al Ayuntamiento  y que parecía que finalmente  se iba a llevar a cabo.

El resultado ha superado todas las expectativas. Pude conversar con Miguel Castelló, asesor de fiestas del Ayuntamiento y su rostro radiaba felicidad por el éxito. Y es que, a veces las propuestas  son menos complicadas y costosas de lo que se pretende. No se trata de importar elementos extraños para dotar de atractivos turísticos a una ciudad que los tiene, aunque en ocasiones escondidos tras una mala comunicación.

Si unes la reconquista, un montón de festeros y festeras siempre dispuestos a vestirse de cristiano o sarraceno para desfilar delante de una banda de música,  el atardecer en la playa del Postiguet, una teatral embajada  y unos kilos de pólvora tienes un evento seguido por cincuenta mil personas que seguro recordarán y esperarán ver el año que viene.

Pues considero que ahora toca pulir algunos pequeños detalles del evento, que seguro que lo mejorarán y ya pensar en el desembarco del 2018. Desgraciadamente, algunos de los responsables culturales y turísticos del equipo de gobierno deberán trabajar de oídas, ya que parece que no estuvieron por allí. De paso, podrían dar una “pensada” para  cómo conseguir que la visita al Castillo de Santa Bárbara por si sola merezca un viaje a Alicante. Argumentos los tiene, y quizá se trate solo de resaltarlos.