Sabina y el último político competente de izquierdas

Decía Joaquín Sabina que ya no era tan de izquierdas porque tiene ojos y oídos para ver que es lo que pasa. Y es que el socialista Pedro Sánchez con su elección de ministros y sus pactos con filo terroristas e independentistas, posiblemente harían del partido socialista un partido invotable durante décadas. No será así, debido a que una parte importante de la sociedad dormida en la que vivimos, prefiere creer los dogmas debidamente envueltos en papel de regalo que nos suministra la izquierda a través de sus medios de comunicación afines.

No hace falta entrar en el desastre legislativo que ha propiciado la ministra de Podemos Irene Montero con su ley de “sí es solo sí”, sino en el absurdo de entrar en las descalificaciones a jueces, policías, periodistas para tratar de engañarse a sí misma y a unos cuantos acólitos de que ella no es una inepta. Algunos bien pensados quisieron pensar que la cuota de Podemos que asumían los socialistas era simplemente algo decorativo en un gobierno ya bastante falto de materia gris y sentido común. No ha sido así, y en vez de asumir sus errores, socialistas y podemitas pretender seguir conduciendo como el conductor kamikaze de la autopista, pensando que se equivocan todos los demás.

Pero los males de la izquierda no son exclusivos del gobierno central, sino que afectan como una plaga a nuestra Comunidad Valenciana. Que el socialista Ximo Puig construyese un gobierno en el que, salvo honrosas excepciones, hay que buscar la competencia con telescopio Hubble, era conocido. Pero es que, además, la incompetencia tiene premio como ocurre en el gobierno central.

La Conselleria de Sanidad ha sido condenada a pagar a los médicos de la sanidad privada, por actitud cuanto menos negligente, tal como dicta la resolución, al no gestionar su vacunación a tiempo, con el consiguiente riesgo de vidas. Las dos personas que estaban al frente de la Conselleria de Sanidad en aquellos duros momentos eran la socialista Ana Barceló y la independentista Isaura Navarro. El presidente Puig, ante la previsible llegada de la sentencia, tenía dos opciones: cesarlas fulminantemente o darles un premio a su incompetencia. Eligió lo segundo, ahora una es síndica del grupo socialista y candidata a la alcaldía de Alicante y la otra es la nueva Consellera de Agricultura.

Mientras los valencianos de a pie siguen con su trabajo sosteniendo el país, el tripartito de izquierdas sigue sangrándoles con más impuestos, contratando cada vez más asesores, y gestionando cada día peor. Pero eso sí, son unos maestros de la comunicación y de echar balones fuera recurriendo a los típicos dogmas de “que paguen los ricos”, “el cambio climático”, “gastar más en lo público es mejor, aunque gestionemos peor”, “toda la culpa es de la herencia recibida”, “Franco lo hizo todo mal” y así unos cuantos más.

Hace escasos días un amigo de Elche me dijo que le tripartito de izquierdas había ordenado quitar todas las placas conmemorativas de las viviendas sociales construidas en época de Franco. Me preguntó, “¿sabes por qué ningún gobierno posterior quitará las referentes a las viviendas sociales que ha construido el tripartito? “.  Yo le contesté indicando que no habría gobiernos tan sectarios como ellos. Con una sonrisa me dijo “No, nadie quitará esas placas por que no existen, ya que no han sido capaces de construir esas viviendas sociales”.

Volviendo a Sabina y su abandono de la izquierda, es posible que le pase como a San Pablo cuando le cayó del caballo y haya descubierto la verdad, o puede ser que sea que los partidos actuales de izquierdas actuales no representen en absoluto a lo que Sabina pensaba y probablemente siga pensando. Al final habrá que buscar las referencias a los políticos competentes de izquierdas no en la prensa del día, sino en los libros de historia.

Alicante: un día de cólera

Arturo Pérez Reverte escribió una historia sobre cientos de personajes anónimos que, un día cualquiera, decidieron que ya estaba bien de aguantar la invasión y la chulería de las tropas de Napoleón. Parece que el levantamiento del dos de mayo en la Madrid ocupada del 1808 fue algo espontáneo e improvisado, aunque algunos autores dibujaron un posible complot con el objeto de precipitar dicho alzamiento. Todo se inició con el rumor del traslado forzoso del último miembro de la familia real que todavía permanecía en Madrid. Aquello inició un día de cólera popular, con una serie de luchas callejeras contra el invasor francés y que finalizó con la entrada del general Murat con sus tropas en Madrid y con la brutal represión posterior. Murat creyó que con aquella represión habría acabado con los ímpetus españoles, ocurrió todo lo contrario, aquel día de cólera fue el inició de la guerra de Independencia española que acabó con el ejército francés huyendo a uña de caballo a través de los Pirineos.

Vino a mi mente esta novela cuando un empresario amigo me comentaba que era imprescindible que los alicantinos despertáramos de una vez, ante tanto desprecio por parte de los gobiernos socialistas de Sánchez en Madrid y Puig en Valencia. Yo le contesté que a lo mejor hacía falta un día de cólera, pero sin los mamelucos bajando por la plaza de los Luceros. Creo que no entendió mi símil, pero sí que estábamos de acuerdo de que, dado el carácter que tenemos los alicantinos, quizá haga falta algo que nos quite la venda y podamos ver con claridad como estamos siendo castigados en forma de presupuestos raquíticos por el gobierno del socialista Sánchez.

Es necesario algo de didáctica para explicar que esa falta de inversión en papel y después en una escasa ejecución de las obras presupuestadas hacen que, las infraestructuras que necesita la provincia para dar un salto de calidad jamás sean ejecutadas. Pero no solo es eso, las infraestructuras que se realizaron hace algunas décadas también sufren un desgaste peligroso.

Yo no sé ustedes, pero yo ya estoy cansado, por ejemplo, de escuchar hablar una y otra vez de la conexión ferroviaria con el aeropuerto de Alicante, del tren de la costa y alguna actuación más que jamás pasan más allá de los titulares de un periódico. Eso sí, escuchar hablar a Ximo Puig en Corts Valencianes sobre estos proyectos sin que se le caiga la cara de vergüenza, demuestra que podría dedicarse al séptimo arte, oscureciendo incluso al gran Laurence Olivier. 

Subir al tren que une las dos ciudades más grandes de la provincia de Alicante es como formar parte del reparto de un episodio de la serie de televisión “Cuéntame”, y ya no digo nada de la línea Alcoy-Xàtiva.

Ahora, cuando el gobierno socialista vuelva a imponer los peajes, también volveremos a darnos cuenta de que las carreteras que unen la provincia tampoco son tan buenas, sobre todo en la costa.

Los números son incontestables, Alicante está a la cola de inversión del gobierno central. El socialista Puig ya ha dicho que es consciente de eso y ha prometido que nos va a compensar con las migajas del presupuesto valenciano. Seguro que será como ocurrió con el reparto de los fondos de la AVI, en los que la provincia de Alicante salió incomprensiblemente malparada. Tras las quejas de universidades y empresas alicantinas, el president Puig dijo que algo haría, y poco debió hacer porque en el siguiente reparto volvió a ocurrir lo mismo. Y es que parece que los alicantinos no aprendemos.

El empresario amigo, antes de despedirse, me dijo que sí que sería necesario un día de cólera como el que yo había dicho. Yo le contesté que no había mejor momento para expresar la cólera alicantina que el día de las elecciones, ahí es dónde verdaderamente duele.