Harto de la superioridad moral de la izquierda

A pesar de ser una calle que cruzaba todos los días para ir al trabajo, nunca había tenido curiosidad por conocer la historia del Padre Recaredo de los Ríos, que es la persona que le daba el nombre. Pero me llamó mucho la atención cuando vi que era uno de los que algunas asociaciones de izquierda habían colocado en una lista de nombres a erradicar del callejero de Alicante.

Si hoy en día escribes Recaredo de los Ríos en un buscador de internet te dirigirá a un montón de ofertas de venta o alquiler de viviendas que se hallan en aquella calle. Solo con una búsqueda algo más exhaustiva te permite conocer que el Padre Recaredo de los Ríos fue uno de los salesianos que fue fusilado en el picadero de Paterna al principio de la guerra civil. Gracias a la ayuda de la asociación Alicante Vivo no solo pude conocer dicha historia sino también la variopinta odisea del resto de nombres.

Con toda aquella documentación me presenté en una reunión que al poco de empezar se parecía más al Belchite de 1937 que al Alicante de 2012. Conocí en vivo y en directo la superioridad moral de la izquierda que trataba de imponer sus dogmas más allá de cualquier lógica o información histórica. Recuerdo que al día siguiente de aquella comisión de cambios de nombre casi se me calificó de fascista por proponer que las conclusiones de la comisión deberían ser votadas y no impuestas, mientras los concejales del Partido Popular callaban.

Yo no podía entender como además de las propuestas absurdas de eliminar calles que en el Alicante de 2021 nadie asociaba al franquismo, como las calles de Alemania, Italia y Portugal, me sorprendía que por ejemplo quisiesen quitar el nombre del padre Recaredo del callejero alicantino, solo porque indicaban que se la dieron por ser fusilado y no por haber sido director de la obra salesiana en Alicante.

Hace relativamente poco el Botànic dio una alta distinción al “enterrador de Paterna”, por haber puesto una serie de objetos que podían ayudar a identificar a los republicanos que fueron fusilados allí una vez finalizada la guerra civil. Estuve en el acto de entrega de la distinción en el Palau de la Generalitat. Pero al hablar de los fusilamientos de Paterna, no podía dejar de pensar en el padre Recaredo. Pero la izquierda tiene un empeño especial en hacer olvidar los fusilamientos de los unos y recordar una y otra vez los de los otros.

Pero la superioridad moral de la izquierda se impone y parece que colgar en el balcón del Ayuntamiento de Valencia una pancarta alabando a uno de los mayores genocidas de la historia, como es el comunista Josef Stalin, merece el silencio por los partidos de la izquierda que son los que gobiernan el Ayuntamiento. El alcalde de Compromís, Joan Ribó, debería estar investigando cómo fue posible que se colgase esa pancarta en el balcón de todos los valencianos. No lo hará, pensará que ha sido una chiquillada graciosa pero, bien que criticó a la policía a la que acusó de generar crispación en las protestas en favor del rapero Pablo Hasel. De su mismo partido, el diputado Joan Ribó indicó que lo de Stalin no deja de ser una anécdota. Imagino que si en vez de la de Stalin hubiesen puesto una pancarta de Primo de Rivera, hubiese instado a crear una Stassi para detener a los responsables.  

La superioridad moral de la izquierda le llaman, y es que son partidos que son los que gritan más fuerte “libertad y democracia”. Pero en el fondo son a los que se les caen la baba cuando se recuerda a Stalin o Lenin, por no decir que, por ejemplo, son los máximos defensores de la dictadura cubana.

El comunismo siempre ha estado infiltrado en las democracias occidentales desde los tiempos de la guerra civil rusa, en la que los partidos comunistas occidentales blanqueaban ya las decisiones macabras de Lenin y Stalin. Ahora los tenemos en el gobierno de España y de la Comunidad y se nota.

Es curioso que, a pesar de todo, el muro de Berlín cayó y trajo unos aires de libertad que parecen no gustar a todos. En cualquier caso, respeto que un socialista o un comunista cuelguen un poster del Che Guevara en su habitación, es más que traten de convencernos de lo felices que son en Cuba o de que el muro de Berlín se construyó para que los demócratas occidentales no entráramos en tropel a las fértiles tierras comunistas. Pero de lo que estoy ya harto es de que te llamen fascista por contradecirles con argumentos. 

¿Saben sumar los socialistas valencianos?

Estoy empezando a entender los motivos de los socialistas en incluir la perspectiva de género en la enseñanza de las matemáticas, así como el eliminar cosas tan útiles como la famosa regla de tres.

La regla de tres era una forma sencilla de entender la proporcionalidad de las cosas. Podemos aplicarla para cosas tan útiles actualmente como para calcular lo siguiente; si a Cataluña que tiene “X” habitantes le corresponden “Y” dosis de vacunas, entonces a la Comunidad Valenciana que tiene “Z” número de habitantes le corresponderán…. ¿Cómo? No me sale, voy a comprobarlo con el resto de las comunidades autónomas. ¿Tampoco? En ese momento hay dos alternativas, reivindicar el número de vacunas que nos debería asignar el gobierno Sánchez o algo más trivial como es el erradicar la regla de tres de los estudios. Así dejamos de preocuparnos por estas discriminaciones. Desgraciadamente ya no sabríamos comprender porque si vacunamos a un ritmo razonable, siempre estemos en la Comunidad Valenciana a la cola en porcentaje de población vacunada.

También podríamos aplicar la regla de tres a la forma en la que se han repartido las ayudas de innovación en la Comunidad Valenciana. Básicamente el modelo ha sido “todo para el centro y dejamos las sobras para Alicante y Castellón”: Los números tampoco parecen salir, pero seguramente el president Puig pensará que, al poner una Consellera de Elche en una Conselleria, aunque sea en forma de decorado, en Alicante todo se compensaría.  Pero que nadie hable de centralismos valenciano ya que desde el Botànic se repite una y otra vez que todo ha sido muy transparente y que el comité de expertos ha decidido sin mirar a la geografía. Por supuesto añaden la coletilla que les ofende que alguien pueda pensar que ellos utilizan para la Comunidad el modelo centralista y centrifugador que tanto critican de Madrid.

Porque esta es otra, si Vicent Soler, conseller de Hacienda, supiera o, quiero pensar quisiera, aplicar una sencilla regla de tres sobre financiación autonómica y población comprendería que, en la Comunidad Valenciana, seguimos igual o peor financiados que en la etapa que gobernaba el Partido Popular. Y no, el problema no es la conspiración “JudeoAyusónica” que se han inventado, ni el poder centrifugador de Madrid. La regla de tres deja pocas dudas al respecto. Hay otras comunidades que reciben el cariño de Sánchez. Recordemos el famoso cupo vasco o la inversión de mil setecientos millones que planean realizar en el aeropuerto del Prat.  Si me lo permiten, por si algún socialista hubiese llegado a esta parte del artículo, me permito recordar que uno de los aeropuertos con mayor tráfico de España, que es el de Alicante-Elche, sigue sin esa conexión ferroviaria que costaría una miseria en comparación con lo del Prat y que curiosamente afecta a una zona protegida. Pero no esperen protestas desde Podemos o Compromís, que solo las hacen si la zona afectada es de Paterna o está en el puerto de Valencia.

Hace muchos años, un profesor me dijo que la estadística permitía mover hacia donde te interesaba los cálculos fríos matemáticos al permitirte incluir una serie de elementos adicionales a considerar. En breve no hará falta ni eso, ya que el poder siempre podrá utilizar el comodín del concepto de “ideología de género” para poder justificar cualquier cosa. 

Así, con los nuevos modelos educativos que planea el PSOE, las próximas generaciones de valencianos ya no tendrán los problemas de sentir el maltrato que sufrimos en nuestra Comunidad, ya que les costará poder aplicar unas fórmulas matemáticas básicas para detectarlo. Quizá los socialistas piensen que se vive mejor en la ignorancia.

El hijo pródigo y aprobar suspendiendo

Dentro de mi educación católica una de las parábolas que no podía entender era la del hijo pródigo. Básicamente es la historia de un hijo irresponsable que pide a su padre la parte de su herencia, la cual derrocha en un breve espacio de tiempo. Tras pasar muchas penurias decide volver junto a su padre, que lo celebra con un gran banquete ante la sorpresa y enfado de su otro hijo que había permanecido trabajando junto a su él todo ese tiempo.

En cierta forma yo pensaba que, si el hijo responsable hubiese hecho lo mismo que el otro, jamás podrían haber hecho un banquete de celebración de la vuelta de su hermano al no quedar nada con lo que poder celebrarlo.

Todo esto viene a cuento del empeño del gobierno socialista de acabar con el fracaso escolar dando la orden de aprobar a todo bicho viviente que se acerque a un colegio. Parece sencillo valorar que, si no hay suspensos, por más que se empeñe un estudiante en responder que Isaac Newton descubrió América o que dos más dos a veces suman cinco, se conseguirá desterrar los elevados números de fracaso escolar que asolan a nuestro país. Obviamente, esa es una forma sencilla de resolver un problema sin abordar los problemas reales de la educación española como la formación y empoderamiento del profesorado, las estructuras de dirección de los centros, la orientación profesional de la educación y el escaso estudio de los resultados obtenidos entre otros.

Pero lo de aprobar, aunque no quieras, aunque no estudies o te sacrifiques lo suficiente es un grave error que condenará a la educación española. Es muy probable que las repeticiones de curso no o sirvan para motivar a un estudiante, más bien todo lo contrario, Pero como el hermano del hijo pródigo, la sensación de cualquier buen estudiante es que además que él supera sus cursos con capacidad y/o esfuerzo, necesita comprobar que el que no se aplica no lo supera. En caso contrario, muchos abandonarán el esfuerzo para dejarse llevar por la corriente al mismo lugar que el resto de sus compañeros, superando cursos, pero sin asimilar las habilidades y conocimientos necesarios.

Obviamente, el aprendizaje es algo complicado de medir, los suspensos en ocasiones es un algo muy subjetivo dentro de una relación asignatura-estudiante-profesor, pero hay elementos  que se pueden medir y por tanto mejorar.  Pero basarse en eso para eliminar el concepto de suspenso es una visión cortoplacista y cutre de solucionar el problema del fracaso escolar, que empeorará inevitablemente otro más grave que es el de los terribles datos del paro juvenil en el que España ocupa puestos de cabeza.

Parece obvio que una de las herramientas para combatirlo es mejorar la educación. Pongamos los medios para alcanzar ese objetivo y no nos focalicemos en aspectos banales como el fracaso escolar o porcentaje de horas en valenciano.

La formación debe basarse en el esfuerzo, mérito y capacidad del estudiante, así como de disponer a los mejores gestionando ese proceso formativo como docentes. Es posible que algunos estudiantes no puedan seguir el ritmo al encontrar obstáculos en el camino, hay que ayudarles a que los puedan superar, pero no quitarlos directamente.

Pero volviendo al hijo pródigo, esta parábola sirve en educación para expresar la idea de que el retorno a la educación siempre es posible y en muchas ocasiones necesario. A mí no me deja de sorprender la cantidad de estudiantes mayores que son capaces de superar las asignaturas de complicados títulos universitarios, compatibilizando los estudios con trabajo y responsabilidades familiares, mientras fueron incapaces de hacer lo propio de jóvenes y con dedicación exclusiva a los estudios. Si directamente se les hubiese aprobado en su momento tendrían el mismo título, pero no los mismos conocimientos, ni valorarían el esfuerzo que les costó obtenerlos.