(Publicado en el Diario Información el 6 de Abril de 2017)
De un plumazo, la jornada escolar partida en los colegios públicos de Alicante va a pasar a ser historia. Todo bajo un halo muy democrático, con votaciones que demuestran que la mayoría de los padres de cada colegio prefiere la jornada continua a la partida, pero que va a dejar a entre un 30-40% de padres que prefieren la jornada partida sin un colegio público al que llevar a sus hijos.
Es un tema que probablemente ya no tenga vuelta atrás al consolidarse los horarios de los profesores y trabajadores de los centros. Lo peor de todo es que la Conselleria ha preferido no ejercer su labor de organización de la educación, centrada como estaba en otros asuntos más prioritarios tales como vender la moto de sus decretos de inmersión lingüística.
De los beneficios e inconvenientes de la jornada escolar continua se ha escrito y divagado mucho, pero no hay ningún informe concluyente. Los defensores a ultranza de la misma indican que Finlandia, país referente en temas educativos, la utiliza. También es cierto que omiten comentar que en la Comunidad española en la que más rápido se implantó, la Andaluza, está a la cola de resultados educativos en nuestro país.
Personalmente, considero que tantas horas de clase seguidas no es la mejor forma de conseguir que los estudiantes muestres interés por las asignaturas. Pero tampoco parece fácil hacerlo tras la comida. Tampoco podemos olvidar que tras la jornada continua se hallan los intereses de los trabajadores de la enseñanza (mayoritariamente a favor) y la conciliación de la vida laboral y familiar de los padres (algo más repartida las opiniones, ya que es muy dependiente de situaciones particulares).
El modelo de votación por centro impuesto por la Conselleria ha provocado de facto la cancelación de oferta de jornada continua para el año que viene. Yo entiendo que hubiera sido razonable realizar la misma votación, pero con efectos por ciudad o distrito escolar, de forma que se hubiese podido realizar una oferta inicial proporcional a los deseos de los padres. Y posteriormente, en función de la evaluación los resultados académicos de los estudiantes y de las peticiones de los padres, se podría ir adecuando esa propuesta inicial.
Por ejemplo, no es descabellado pensar que un mismo colegio pudiera ofrecer ambas opciones, en la que, a lo mejor, dos grupos estuviesen en jornada continua y un tercero en jornada partida. Los horarios se podrían diseñar sin mayores dificultades dando un mejor servicio y más posibilidades de elección a los padres.
Es más, tras tres o cuatro años podríamos obtener unos resultados algo más clarificadores acerca de cómo influyen realmente estos horarios en los resultados académicos de los estudiantes. Pero parece que los sucesivos responsables de la Conselleria están en otra cosa, que haya colegios, que haya clases, que se impartan asignaturas (a ser posible en valenciano) y a rezar para que el resto de Comunidades lo hagan peor y no salgamos malparados en el informe Pisa.
Lo que me molesta del tema especialmente es escuchar oír a los defensores de la jornada continua de lo bien que funciona en Finlandia, pero esconden otras de las muchas medidas como la estricta selección del profesorado, un importante reconocimiento del mismo y una elevada inversión en educación en sus presupuestos, que no vemos en las del Consell actual ni las veíamos en el anterior. Desgraciadamente, parecen preferir envolver con apariencia democrática un clavo más en el ataúd de la Educación Pública.