(Publicado en Alicante24horas el 27/01/2012)
Hace poco pude ver como un medio de comunicación demostraba bastante claro que la justicia no es para todo el mundo igual. En este caso, era un asunto banal y futbolístico, pero la actuación arbitral en si es una forma de justicia. Un mismo árbitro, la dos mismas jugadas, cuatro días de separación entre ambas, distinta sentencia, en una penalty, en la otra nada. Seguro que siempre queda el tema famoso de las interpretaciones, el entorno, el momento, etc, etc. Al final, en el subconsciente intervienen una serie de elemento que pueden determinar la sentencia.
Si en el fútbol , en muchas ocasiones la decisión depende del equipo al que afecte, en España nos hemos acostumbrado a que muchas decisiones judiciales de calado se vean claramente influenciadas por los políticos. De hecho era curioso que muchas veces se hablara previamente a la emisión de una sentencia si los jueces que iban a intervenir eran progresistas, conservadores o incluso nacionalistas. Parece que se ha olvidado, parece que nunca pasó, lo cierto es que fue en 1985 Alfonso Guerra se cargó la separación de poderes con el Montesquieu ha muerto. Básicamente quería decir que a partir de ese momento los miembros del Consejo del Poder Judicial pasaban a ser elegidos por los partidos políticos. Alfonso Guerra se cargó a Montesquieu con la excusa de que la mayoría de jueces eran de derechas, bueno Alfonso Guerra se cargó a Montesquieu pero en más de 25 años UPyD ha sido el único que ha pedido desde la arena política que era sensato recuperar esa idea de que políticos y jueces eran dos cosas independientes y que una de las garantías del estado democrático era esa independencia.
Ahora por fin, el Partido Popular se plantea recuperar parcialmente esa independencia de los jueces. Digo parcialmente, porque momentáneamente se ha quedado corto, considero que esa independencia debería afectar también al Tribunal Constitucional (que por cierto sólo debería determinar la constitucionalidad de las cosas y no ir más allá metiéndose en algún charco que otro), y por supuesto al Fiscal General del Estado. Éste último debe ser independiente y en ningún caso un mamporrero al servicio del poder de turno.
Si al menos podemos vislumbrar cierta esperanza con estas acciones, el Partido Socialista con sus declaraciones de que nada más vuelvan al poder lo volverán a cambiar, nos han devuelto al grave caos que provoca el sistema bipartidista en España: las reformas de calado no duran lo que deberían durar sino sólo lo que dura un partido en el gobierno. Educación, Sanidad y Justicia son elementos que no deberían depender de quién manda, su solidez es la mejor garantía que España puede avanzar en su democracia y los españoles en sus derechos más básicos.
Así entre el partido popular intentando resucitar a Montesquieu, aunque solo sea en parte, y el socialista al más puro estilo “The Walking Dead”, amenazando que lo volverá a enterrar, esperemos que impere el sentido común, y no es otro que la justicia actúe con los ojos tapados y con la balanza equilibrada.